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Luz Bel

La sana doctrina

El obispo Munilla, de San Sebastián, lleno de caridad cristiana, pide que la ley penalice el aborto incluso en casos de violación.

A la zaga el obispo de Alcalá, Reig Pla: opina que la legalización del aborto ha llevado a un «holocausto silencioso».

Es surrealista lo que pueden decir quienes se ganan la vida predicando que hay otra cuando se ha acabado esta, que creen que su profeta favorito consiguió resucitar, que ser persona humana conlleva una culpa originaria que se extiende a toda la especie… Uno se pregunta cómo han podido convertir la prédica contestataria de Jesús de Nazaret en lo que propiamente se puede llamar un consolador para timoratos. Un consolador que con la doctrina de una segunda vida contribuye a la aceptación de las injusticias en la única que tenemos.

En su último minuto en la presidencia de la asamblea de los obispos católicos españoles Rouco Varela insistió una vez más en la maldad de lo que él llama «relativismo moral», expresión que en su boca designa la vigencia social de valores y principios morales distintos de los que él predica.

Sin embargo, para auténtico «relativismo moral», el de la iglesia católica española, que aplica distintas varas de medir según quienes sean los sujetos. Esa congregación dice preocuparse por la suerte de los embriones, pero muy poco por las personas con vida propia. Nunca se la ha visto condenar las ventas de niños arrancados a presas políticas durante el franquismo —y al parecer también después, a madres solteras—, por obra de monjas sin escrúpulos que se lucraban con eso, por ejemplo. A la iglesia le importan más sus monjas manipuladoras que las madres engañadas y los niños vendidos. No deja de ser significativo que haya sido en los dos países europeos donde más poder tiene la iglesia católica, Irlanda y España, donde han proliferado esas atrocidades. La iglesia española protege discretamente a los curas y frailes pederastas porque son de los suyos, con indiferencia para las víctimas de sus prácticas. Si eso no es relativismo moral, no sé lo que es el relativismo.

La iglesia católica de España tiene un problema: ha cooptado para las sedes episcopales a gentes que son principalmente políticos: personas que buscan defenderla de su decadencia social por medio de la influencia política y mediática. Pero lo hace a costa de ser incapaz de articular una doctrina pastoral a la altura de los tiempos: una doctrina centrada en el respeto por el otro, en la necesidad de no engañar, de no robar, de no defraudar. En el catolicismo esas maldades, gracias a la institución de la confesión auricular, se saldan con unas avemarías y a otra cosa, hasta la próxima vez.

En la iglesia las mujeres, además de discriminadas (harían bien en irse de ahí), son víctimas de una moral talibán que trata de proscribir incluso el aborto terapéutico. Esa iglesia condena por rutina las prácticas sexuales más habituales de la población porque es incapaz de comprenderlas y de comprender a las personas, anclada en una Edad Media intelectual que le suministra aún el único arsenal doctrinal que sabe usar. Dejemos para otro día los dineros de los que vive el clero, procedentes en buena medida de lo que el Estado arranca a creyentes y no creyentes.

Pero bueno: por sus obras los conocemos todos.

19 /

3 /

2014

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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