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El Lobo Feroz

Xenofobia

A raíz de los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils, al lado de una respuesta mayoritaria muy sensata respecto de las comunidades de origen árabe, que también padecen intensamente sus consecuencias, y también de estas mismas, se han dejado sentir actividades racistas, antiislámicas o anti-árabes, con cierto renacer de grupos que se retratan como de Falange española (!), o del Ku-Klux-Klan (eso viene con Trump!!!). Lo que me induce a escribir ahora es sin embargo el que una persona mayor, en el puerto de Sagunto, haya agredido sin más a un niño árabe solo por serlo, pegándole patadas y llamándole moro de mierda.

Sí: no carece de importancia la reacción de alguna gente que quiere que se vayan.

Son gente que se considera dueña exclusiva del territorio peninsular. Pero también son personas que usan ‘ojalá’, ‘cifra, ‘alacena’ ‘almirez’, ‘almizcle’, ‘hola’, ‘olé’ ‘destartalado’, ‘escabeche’ y tantas otras palabras que por algo están en la lengua castellana, de la misma manera que Madrid, Albarracín, Alcalá, Guadiana y Guadalquivir, Alcántara, Zafra, Alcázar, Albaicín, y tantos otros topónimos están en nuestra geografía. Esos del que se vayan son analfabetos funcionales, y con toda probabilidad portadores de una psique retorcidamente atormentada y por ello peligrosa.

Esa gente, esa gentuza de la extrema derecha, es lo más representativo de la España negra. Una de esas Españas incapaz de comprender que la cima de nuestra civilización específica está en el siglo XV, gracias a que cristianos, árabes y judíos convivieron con mutuo provecho y fecundidad para todos. En el origen de las Españas negras, en cambio, están los Reyes Católicos, con los decretos de expulsión de los judíos, y los Austrias, especialmente Felipe III, que añadieron a esa ignominia la expulsión de los moriscos (expresamente aplaudida en su día por los consellers  barceloneses, hay que decirlo). Todo por unificar las creencias de los súbditos en torno a una religión supuestamente cristiana, apoyada por las torturas y las hogueras de la Inquisición. 

Nuestros conciudadanos sefarditas aún andan dispersos, para vergüenza nuestra.

De orígenes hebreos o moriscos son algunos de los grandes nombres de nuestra cultura: Fernando de Rojas, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz. El rechazo a las leyes de expulsión y la mofa y el lamento de sus consecuencias en la sociedad española está presente en Cervantes desde las primeras líneas del Quijote.

Es seguramente una coincidencia que en Alcanar, en cuyo puerto de els Alfacs fueron obligados a embarcar los últimos moriscos de Aragón y Cataluña, se prepararan los atentados  de Barcelona y Cambrils.

Lo que debiera preocuparnos de veras son nuestros propios comportamientos. Salvo en la escuela, probablemente la comunicación intercomunitaria es muy deficiente. También conviene reflexionar sobre nuestra propia historia. La catástrofe trágica de la guerra civil acaso alza un muro que disminuye la visión de otras tragedias más antiguas: las guerras civiles carlines del siglo XIX, la brutal represión a sangre y fuego de las ideas liberales por Fernando VII, las consecuencias de la amputación de millones de personas de la comunidad española por la decisión política de expulsarles. A la Inquisición hay que añadir otras inquisiciones: el cardenal Cisneros, quemando todos los escritos en lengua árabe que había en Granada, anticipa las quemas de libros de los nazis.

Por mi parte sólo puedo decir que no quiero tener que ver con nada de eso; que los Lobos árabes o africanos siempre serán bienvenidos en mi madriguera. Los estragos que el terrorismo puede causar se sitúan en un escenario en cuyo fondo están, en casa,  los apartheids de los inmigrantes de diferentes culturas, y, fuera de casa, las guerras, porque una cosa está en el origen de la otra. No somos inocentes del todo. Sobre todo por las alianzas militares de nuestros gobiernos, y por sus andanzas, y por sus reverencias a los matones yankis, que no hemos conseguido impedir. Que muchos no han pensado siquiera en impedir. 

Si vives en Europa, tienes terrorismo, y te puede tocar a ti; si vives en Iraq, Siria, Libia, Palestina, Afganistán.., tienes terror, y tratas de huir con vida abandonándolo todo.

25 /

8 /

2017

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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