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Michel Ciment

Theo Angelopoulos, el refugio y la poesía

Premio FIPRESCI a la mejor película europea a Theo Angelopolous por Eleni o El prado que llora *

Doce películas en treinta y cinco: pocos directores han desarrollado una coherencia semejante en su trabajo y han abarcado tanto con un nivel constante de logro como Theo Angelopoulos. Eleni o El prado que llora, la primera parte de una trilogía, es algo así como una recapitulación de lo que fue el último siglo y a la vez un viaje a través de las películas del propio director, desde el travelling con los artistas (que esta vez son músicos), hasta el trabajo que hizo mundialmente famosa la secuencia de los matarifes de ovejas en Alejandro el Grande, pasando por una mujer como figura central de la primera película que rodó, La reconstrucción.

Al igual que La reconstrucción, Eleni o El prado que llora ofrece numerosos ecos de la tragedia griega, en particular de Edipo rey y Antígona, con Eleni, figura de la madre en duelo y asesina del padre, que escapa con el hijo para ser su esposa. El viaje de los comediantes también estaba inspirada en el ciclo de los Atridas, aunque las películas sucesivas de Angelopoulos tenían mucho más que ver con La Odisea de Homero.

La dimensión mito­poética de su nueva obra -incluyendo al joven músico como Orfeo- es inusual, por estar vinculada a la dificultad política y al contexto social. La película se extiende por treinta años de la historia griega, desde el éxodo de la colonia griega de Odessa ante la llegada del Ejército Rojo en 1919, hasta el fin de la guerra civil en 1949, pasando por la dictadura de Metaxas en los años treinta y la resistencia popular contra la ocupación nazi durante la segunda guerra mundial. Como en El paso suspendido de la cigüeña y La mirada de Ulises, el tema central de Eleni o El prado que llora es el refugio. Con esto, parece simbolizar todo un siglo de pueblos desplazados, siempre en tránsito, víctimas de las guerras y combates de aniquilación masiva. Desde este punto de vista, el agua se convierte en una clave visual, que refleja el paso del tiempo y el viaje interminable, una metáfora ambigua que a veces es una instancia salvadora (el río ayuda a los jóvenes amantes a escapar de sus perseguidores), pero a veces es también una fuerza destructiva (la inundación del pueblo).

Angelopoulos ha demostrado otra vez que es un maestro de la composición visual, como la procesión con el cadáver del padre, las balsas que la acompañan y las gentes que desde las barcas se encuentran con que han matado los corderos. La fusión mágica de colores, sonido, música e imágenes es capaz de expresar un profundo sentimiento alrededor de la vida y la muerte, que define Eleni o El prado que llora como cine de poesía, algo extremadamente raro en la producción de hoy en día. Este es el tipo de logro que la FIPRESCI ha querido singularizar entre todas las películas europeas de 2004.

* El 11 de diciembre se celebró en Barcelona la concesión de los premios de la academia europea. La Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) otorgó su reconocimiento al cineasta Theo Angelopoulos, que representa el mayor homenaje internacional a un cineasta europeo. El título es nuestro. (Nota del traductor)

[Traducción del inglés, Josep Torrell]

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2005

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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