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Antonio Madrid

Vae victis! ¡ay de los vencidos!

La justicia de los vencedores suele ser terrible.

La historia mundial y, de forma especial, la historia europea quedaron marcadas por la experiencia de la segunda Guerra Mundial. La enormidad de la confrontación, los millones de muertes, la destrucción, el sufrimiento y la demostración del horror absoluto extendido por el nazismo, siguen ocupando un lugar destacado en la construcción de la memoria colectiva occidental.

En la construcción de esta memoria colectiva, se ha prestado una atención marginal a que le sucedió a la población alemana durante la postguerra. Autores como G. Grass o W. G. Sebald explicaron parcialmente la tragedia humana que vivió la población civil a manos de las tropas y gobiernos aliados. En El tambor de hojalata, Grass hace referencia a lo que para la población alemana supuso la llegada del ejército rojo. Por su parte, W. G. Sebald, en Sobre la historia natural de la destrucción explicó cómo ciudades enteras quedaron arrasadas por los bombardeos aliados, incluso una vez la derrota de Alemania era evidente.

¿Qué le sucedió a la población alemana y a la población de origen alemán en la fase final de la segunda guerra mundial y durante la postguerra? Giles Macdonogh aborda esta cuestión en Después del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana, (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2010, 975 págs.). Los ejes de este texto son básicamente dos: la constatación de lo sucedido y el análisis de cómo se justificó el sufrimiento que se impuso a los vencidos por parte de los aliados. La historia de la liberación aliada es también la historia de la venganza sobre la población civil, la historia de las violaciones sistemáticas y masivas, de las matanzas, del robo y del pillaje, del saqueo organizado, de la denigración, de la inhumanidad, de la hambruna mantenida como castigo, de los traslados forzados de millones de personas. La historia de esta etapa habla de la prolongación de la barbarie, pero también de la permisión de la misma. Se trata de una parte de la historia europea poco conocida, incómoda de reconstruir (también para los alemanes), que habla de los castigos impuestos a la población civil alemana, de los crímenes cometidos por los aliados.

Lo que se narra en el libro no son simplemente los desastres naturales de la guerra o, dicho en términos contemporáneos, sus ‘daños colaterales’. Lo que se explica es mucho más que esto, es cómo aplicaron su justicia los vencedores. Se trató, en buena medida, de una venganza, del ejercicio del derecho de conquista que impuso castigos colectivos a una población a la que se consideró colectivamente culpable. La información recogida es tan detallada que identifica ciudades, prisiones, campos de concentración reconvertidos en campos de prisioneros o particularidades territoriales (como la tremenda violencia desatada en Checoslovaquia).

Conocer estos hechos, documentarlos y guardar memoria de ellos es importante para romper el silencio animado por la vergüenza de unos y por la arbitrariedad de otros sobre esta parte de la historia europea. En todo caso, los silencios no son fruto de la casualidad. Como bien sabemos por la experiencia española, la reconstrucción de la memoria histórica altera las verdades establecidas, remueve los silencios políticos, obliga a enfrentarse como lo que hemos sido y somos. Esta tarea de documentación y explicación también es importante para evidenciar la hipocresía con la que en no pocas ocasiones se han silenciado, cuando no justificado, las atrocidades cometidas sobre la población alemana.

¿Qué memoria guardar? La respuesta honesta es: recordar lo que realmente sucedió, evitar hasta donde sea posible los enmascaramientos de lo que sucedió, reconocer el sufrimiento ajeno de igual modo que se reconoce el propio. Lo vivido durante la postguerra alemana plantea una cuestión determinante: ¿Qué progreso moral había en contestar a un mal con otro mal? ¿Merecían compasión los niños alemanes o las decenas de miles de mujeres que fueron sistemáticamente violadas? ¿Podían justificarse los crímenes cometidos por los aliados a partir de los crímenes cometidos por el régimen nazi?

Macdonogh concluye su texto con una advertencia acerca de cómo se ha construido la memoria oficial: “Alemania occidental no tardó en recomponerse; crecieron edificios como setas para sustituir a los destruidos en la guerra. Una inmensa fealdad sustituyó a las ruinas. Si se les permitiese, podrían acabar olvidando la sangre que habían derramado y se centrarían en el nacimiento de una nueva Alemania que habían regado con la suya”. Se trata de un doble horror del que hay que guardar memoria: del horror creado por el nazismo y también del castigo al que quedó sometida la población alemana.

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2011

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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