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El Lobo Feroz

Et indignatus est

La mayoría de los periodistas de derechas se han lanzado como locos a la yugular contra las uniones ciudadanas de izquierda que ganan alcaldías, y contra los pactos entre partidos que derrotan al PP cuando no tiene mayoría absoluta en ayuntamientos y comunidades. La pregunta obvia es: tales profesionales ¿cobraban? ¿O sólo eran derechistas protofascistas y antidemócratas de toda la vida? ¡Hay que ver lo que les molesta que no en todo gane lo que favorece a los banqueros!

¿Por qué la derecha ha elevado del nivel uno al nivel tres su discurso pre-guerracivilista?

¡Que gran pastel, la prensa escrita hispana! Algunos diarios, como El País, llevan una trayectoria descendente estrictamente paralela a su entrega al neoliberalismo económico. ¿Qué decir de El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia? A esta última sólo la salvan algunas corresponsalías y la masa de información para la vida cotidiana —cines, tele— y de entretenimiento que contiene. Otros, ni eso, Aunque la mona se vista de seda.

¿Por qué, Dios, los que escriben los artículos de opinión suelen ser los más idiotas o los más perversos?

El PP quiere modificar la ley electoral para que sea alcalde en minoría el cabeza de la lista más votada. O sea, tan listos son que quieren que gobiernen alcaldes que no tengan la mayoría. Porque la lista más votada, en un sistema democrático de partidos, no siempre tiene la mayoría institucional. La propuesta muestra un determinado nivel de inteligencia: lista más votada paralizada. ¡Ozú!

A los periodistas, pese a que les hicieron facultades universitarias, no les enseñaron a contraponerse a las censuras internas de los diarios, a los directores prepotentes, a los absurdos burocráticos de jefes a los que hay que perdonar porque no saben lo que hacen. La vida diaria en las redacciones les ha enseñado que no hay que meterse con Telefónica, las grandes compañías eléctricas, los grandes bancos, los fabricantes de automóviles e incluso, incluso, los electrodomésticos de la línea blanca. Mandan los anunciantes y a los lectores que les zurzan.

¡Vota al Banco de Sabadell, al BBVA, a Bankia..! ¡Vota a Ciudadanos!

Pregúntale a Rajoy cuánto dinero les ha dado a los bancos de tu dinero.

El otro día le oí decir por la radio a Ángel Gabilondo que hay que respetar las opiniones de los demás. El catedrático de metafísica se ha hecho un cierto lío metafísico. Hay que respetar a los demás, como es obvio, pero sus opiniones ¡y un cuerno! Hasta aquí podíamos llegar.

Y en Cataluña la monja va a hacer una gran carrera política aconsejando a los padres que no vacunen a sus hijos. ¡Adelante, No Vacunados por la Independencia!

El papá de ese chico blanco de Alabama que se dedicó a matar a tiros a los negros de una iglesia le había regalado una pistola cuando el chico blanco cumplió veintiún años. El chico irá a parar probablemente a alguna casa de orates (aunque podría ser que no, dado que en el País de las Maravillas ejecutan a deficientes mentales y a menores). Pero ¿y el padre? ¿Ya tiene bastante con lo que tiene? Regalar una pistola al hijo es muy propio de la gente del país del Destino Manifiesto. A todo esto, las personas que el chico blanco ha matado ¿qué son? ¿Las llaman también daños colaterales? (daños colaterales de la Asociación del Rifle, claro). Lo peor de este caso es que en el fondo había odio racista deliberado y sostenido. El chico blanco no estaba solo en sus ideas.

Mientras tanto, muchísimos africanos de África mueren como moscas sin necesidad de que vaya ningún chico blanco a matarles. Ya se encarga de ello el funcionamiento de las estructuras del capitalismo (a propósito: estas cosas no se pueden decir así en la prensa impresa; en ella resultan de mal gusto).

Llegará un día en que, de la misma manera que la mayoría de los alemanes contemporáneos de Hitler fueron y son vistos como cómplices por pasividad de los crímenes nazis, la mayoría de los norteamericanos, los que jamás se han manifestado contra las guerras y los crímenes de sus sucesivos gobiernos, serán vistos como cómplices por pasividad de esos crímenes. Los hijos abominarán de los padres y de los padres de los padres. Amén.

Digan lo que digan los eximios politólogos académicos, las democracias occidentales siguen siendo regímenes políticos muy imperfectos. Que callan ante las abominaciones que cometen sus socios —o sus dirigentes, véase Bush hijo, T. Blair o Aznar—. Que nunca han llamado por su nombre a la ristra de criminales de guerra, vencedores o asociados, que colea como una serpiente desde la segunda guerra mundial. Y si ni siquiera son capaces de llamar criminales de guerra a Churchill por los bombardeos con bombas de fósforo sobre Dresde y Hamburgo, sobre Colonia y centenares de ciudades alemanas más pequeñas; a Truman por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki; a Chiang-Kai Shek por romper grandes presas para ahogar a centeneras de miles de chinos… O a Johnson y a Nixon por sus bombardeos con napalm sobre Vietnam; a un buen manojo de generales y políticos israelíes; o a criminales contra la humanidad como Suharto… —y no sigo, que podría, y mucho; pues la cuestión consiste siempre en matar y matar a civiles inermes…—, entonces es que se trata de democracias limitadas, de democracias con la boca pequeña.

21 /

6 /

2015

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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