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Impolíticos jardines

Trotta,

Madrid,

186 págs.

Antonio Giménez Merino

No son pocos los motivos que harán disfrutar al lector de los estupendos ensayos que componen el nuevo libro de J. R. Capella. Quien haya gozado de su magisterio tiene aquí la oportunidad de reencontrarse con él; quien disfrute de la concisión y la precisión en el pensamiento se encontrará con una prosa en este sentido poco frecuente en la reflexión filosófico-política (y menos aún en la filosófico-jurídica); el lector inconformista podrá penetrar en el cervantino y pasoliniano territorio fuera de Palacio —tan caro al autor— que facilita ver el estado de cosas del presente sin falsos optimismos (y en este sentido se trata de un libro poco reconfortante, pero sin duda con muchos lectores capaces de conversar serenamente con él). Los ensayos de la primera de las dos partes en que está dividida la obra se adentra en esto, por el lado del retroceso agudo de la democratización política y por el de la necesidad de inventar, modestamente (contemplando el presente como “detenido en el tiempo”), nuevas instituciones capaces de enfrentarse a las consecuencias de la involución (civilizatoria y política misma) en que nos hallamos inmersos.

La segunda parte del libro está compuesta por piezas de crítica cultural y política en las que Capella expresa un lado más personal y lúdico (o si se prefiere, la conveniencia de tomar cierta distancia respecto a muchas cosas que a veces tendemos a considerar demasiado miópicamente), y por un extenso y bellísimo texto de recuerdos de infancia que cierra el libro. La virtud principal de éste, a mi juicio, es incitar al lector a la introspección a través de un territorio tan pertinente como el de los años más fundamentales en nuestra socialización. Algo necesario para entenderse a uno mismo y para entender que la opción político-moral que se defiende (la propia ideología) no puede ir en realidad mucho más allá de lo que uno se aplica a sí mismo.

No estamos ante una obra concebida sistemáticamente, sino ante un laberinto en el que cada lector habrá de aprender a manejarse. El esfuerzo vale la pena.

16 /

5 /

2016

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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