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Miguel Muñiz

Cierres nucleares y cierres nucleares virtuales. Suiza y Bélgica como ejemplo

El pasado 22 de mayo los votantes suizos aprobaron en referéndum la “Ley de Energía”, el resultado de la estrategia del Gobierno Federal para el 2050 tras dos años de trabajo; se trataba, al parecer, de una elección difícil, habida cuenta que el folleto informativo de lo que se votaba tenía unas 60 páginas [1].

El referéndum, una práctica política habitual en Suiza, fue convocado porque el principal partido de oposición, la Unión Democrática de Centro, logro reunir 68.000 firmas (se necesitaban 50.000) para intentar evitar la aprobación de la Ley. El motivo: la Ley significaba  el final, oficialmente reconocido, de la energía nuclear en Suiza. La consecuencia final de la declaración del 8 de junio de 2011 en que el Parlamento aprobó el abandono de la energía nuclear en plena conmoción por el inicio de la catástrofe de Fukushima.

Los tres países europeos en los que Fukushima provocó una reacción que fue más allá de simples declaraciones fueron Alemania, Bélgica y Suiza. Dejemos a un lado Alemania, el único de los tres que tomó rápidas decisiones políticas desplegando una transición energética aún en curso, y cuyos aciertos y contradicciones darían pie a varios libros.

Los casos de Bélgica y Suiza muestran, en cambio, la distancia entre una declaración política y  su traducción a la práctica, especialmente si la industria nuclear y sus partidarios despliegan lo que Hermann Scheer denominaba políticas de contención y dilación.

Bélgica

Bélgica tiene oficialmente activos siete reactores que en 2015 suministraron el 37% de la electricidad. El 28 de octubre de 2011, los seis partidos que negociaban formar gobierno llegaron a un acuerdo para cerrar los tres más antiguos en 2015, y los cuatro restantes en 2025. Lógicamente bajo la influencia de Fukushima. 

En el verano de 2012, se descubrieron graves problemas de agrietamiento en las vasijas de los reactores Doel-3 (unas 8.000 grietas, posteriormente ampliadas a 13.000) y Tihange-2 (unas 2.000). La oportunidad de proceder a un cierre inmediato por motivos de seguridad era evidente. Sin embargo, la autoridad reguladora (la FANC, el equivalente al Consejo de Seguridad Nuclear –CSN– en España) ordenó a los propietarios una inspección a fondo y un programa de comprobación del estado de los reactores (los famosos “test”). En mayo de 2013, la FANC autorizó su puesta en marcha, y el 9 y el 11 de junio, respectivamente, pese a que existían dudas sobre la seguridad de las vasijas, se conectaron a la red.

La licencia de Doel-1 caducó en febrero de 2015, pero en junio de ese mismo año el Parlamento votó prolongarla 10 años más, con lo que volvió a ponerse en marcha el 30 de diciembre. Doel-2 y Tihange-1 también obtuvieron prolongaciones hasta 2025; se trataba de aquellos tres reactores más antiguos que debían haber cerrado en 2015 (se conectaron por primera vez en 1974 y 1975).

De momento, el calendario de cierre de nucleares en Bélgica se desarrollará entre el 1 de octubre de 2022 (Doel 3), el 1 de febrero de 2023 (Tihange-2) y el año 2025 (los cinco restantes). Cuando el cierre se produzca habrán funcionado entre 40 y 51 años. Paralelamente, un estudio sobre la FANC publicado en abril de 2016 ponía en cuestión la credibilidad del organismo, en un curioso paralelismo con lo que está sucediendo con el CSN desde 2015 [2].

Lo acontecido en Bélgica, bien documentado en los informes de “The World Nuclear Industry Status Report”, muestra similitudes con lo que ha pasado en Suiza.

Suiza

Desde que el 8 de junio de 2011 el Parlamento suizo votó el fin de la energía nuclear, hasta la aprobación de la “Ley de Energía”, el forcejeo político no ha cesado.

Suiza tiene 5 reactores nucleares de los más antiguos del mundo: Beznau I (1969), Beznau II (1971), Mühleberg (1972), Gösgen (1979) y Leibstadt (1984), actualmente producen un 34% de la energía eléctrica que consume el país. Todos los reactores excepto Mühleberg, que debe renovar el permiso cada 10 años, tienen licencias de funcionamiento ilimitado, aunque sujetas a las revisiones de seguridad de la agencia reguladora (ENSI).

La importancia de la decisión tomada el 8 de junio de 2011 debe valorarse en el contexto del momento; las empresas suizas, siguiendo la pauta del “renacimiento nuclear” iniciado en 2001, se hallaban embarcadas en un ambicioso plan de construcción de siete nuevos reactores de gran potencia cuyos proyectos se fueron anunciando entre 2006 y 2010; se trataba de sustituir a los que se iban a ir cerrando.

El recurso al referéndum permite comprobar los altibajos en política nuclear. En 1990, y debido a la influencia de la catástrofe de Chernóbil, se aprobó una moratoria de 10 años en la construcción de nuevas plantas que consolidó el abandono de dos nuevos proyectos en 1988 y 1989 (con indemnización a los inversores incluida); pero en 2003, ya bajo la influencia del “renacimiento”, se rechazaron en referéndum dos propuestas de poner fecha final a la energía nuclear, promovidas por partidos y organizaciones ecologistas.

La central de Mühleberg, ubicada en Berna, es la que mejor representa la política de vaivén nuclear generada por la conmoción de Fukushima. En 2009 había obtenido un permiso de funcionamiento de la ENSI para 10 años, pero tras el 2011 se decidió que en 2019 se cerraría; no obstante, en 2012, una decisión judicial dictaminó el cierre anticipado de la central en 2013, con el argumento de que la seguridad nuclear era demasiado importante para dejarla sólo en manos de la agencia reguladora. Finalmente, en 2014, un referéndum del cantón de Berna rechazó el cierre anticipado y mantuvo la fecha de cierre del 2019; entre ambos sucesos, una decisión de la Corte Suprema en 2013 que revocaba la sentencia judicial de 2012 para evitar sentar jurisprudencia.

Fue en 2014 cuando comenzó a elaborarse la Estrategia Energética 2050, que sería la base de la “Ley de Energía” votada en mayo de este año. Alrededor de dicha Estrategia se ha desarrollado la etapa final del conflicto nuclear en Suiza [3].

Sobre el año 2050 como “fecha mágica” que permite hacer invisible el alargamiento de las nucleares ya se ha tratado en otras ocasiones [4]. En septiembre de 2015, el Consejo de los Estados (cantones suizos) decidió que no se pondrían límites legales al tiempo de funcionamiento de los reactores, y se opuso a que pasasen revisiones periódicas cada 10 años a partir de los 40 de funcionamiento, así como al concepto revisión periódica vinculada a la operación a largo plazo, pese a que la propuesta venía avalada por la ENSI.

La estrategia dilatoria era evidente, y no pasó inadvertida a los grupos sociales y políticos opuestos a la energía nuclear; por eso, el 27 de noviembre de 2016 se realizó un referéndum, promovido esta vez por el Partido Verde y otros partidos de izquierda, para fijar en 45 años el límite de funcionamiento de todos los reactores nucleares, algo que afectaba de manera inmediata a los tres más antiguos [5]. Y el referéndum se perdió, lo que indicaba un voto de confianza a la estrategia 2050, confianza que se ha reafirmado con la derrota de los partidarios de la energía nuclear en el referéndum de mayo de 2017.

Hasta aquí lo sucedido, pero ¿cuándo cierran las nucleares en Suiza?

Cómo se ha votado y qué se ha votado en realidad

Como no podía ser de otra manera, el debate nuclear desde 2011 no ha abordado ni cuestiones de salud vinculadas a la radiación, ni una transición energética profunda, ni implicaciones ambientales o éticas; los temas centrales han sido el dinero y la “seguridad” del suministro; se han sucedido amenazas sobre la subida de precios de la electricidad y la dependencia exterior (Suiza mantiene convenios continuados de suministro eléctrico con EDF, Francia) que provocaría el cierre de las centrales. Desde 2013 han proliferado encuestas que remarcaban la importancia de la energía nuclear, la percepción de seguridad de que gozaba, y la primacía de las necesidades de suministro. Nada que ver con un debate objetivo, ni motivado por imperativos ambientales.

Después de mayo de 2017, el único reactor nuclear suizo que tiene fecha de cierre es Mühleberg, y no por la “Ley de Energía” ni por la Estrategia 2050, sino por el resultado del referéndum del cantón de Berna de 2014; cerrará (si no se da un cambio inesperado) en 2019. Los otros cuatro reactores siguen teniendo un licencia indefinida y, mientras la ENSI no los declare inoperantes, pueden seguir [6].

Por eso se habla de períodos de 20 a 30 años para el cierre de las centrales nucleares, y se menciona el 2050 como el del final definitivo. La cuestión es que con semejantes fechas los reactores o habrán superado los 60 años o estarán ya cerca de superarlos. Y entonces surge la pregunta: ¿Era ese el sentido del acuerdo de cierre tomado en 2011 y que levantó tantos titulares?

La manipulación del lenguaje admite muchos matices; así como una ley que reprime y multa puede ostentar el nombre de “Ley de defensa de las libertades”, las palabras “cierre nuclear” o “fin de la energía nuclear” pueden significar, en realidad, “alargamiento del funcionamiento nuclear hasta que los propietarios de las centrales decidan cerrarlas”. Al final, y pese a tanto debate y tanto referéndum, el final de la energía nuclear en Suiza será el resultado de la voluntad de las empresas, y una burla a quienes han denunciado la destrucción que implican.

Apunte final

El 9 de abril de 2017, casi en vísperas de las elecciones presidenciales francesas, el gobierno comunicó el cierre de la central nuclear de Fessenheim, la más antigua de Francia. El anuncio suponía el cumplimiento de una promesa realizada por Hollande (Partido Socialista) en las anteriores elecciones. Incluso la ministra de Ecología, Ségolène Royal, alardeó del cumplimiento en las redes sociales.

La pega estaba en que la central oficialmente cerrada no tenía fecha real de parada. Se informó  que cerraría cuando el absurdo proyecto nuclear de Flamanville 3 entrase en funcionamiento; se trata del EPR, el reactor que debía ser la estrella del “renacimiento nuclear” europeo, un proyecto que acumula más de 5 años de retrasos, lo que, vista la interminable cadena de dificultades a que se enfrenta, puede demorarse y demorarse…, aunque se cree que en 2020 estará en condiciones de funcionar [7].

La burla en este caso es doble: se “cierra” un reactor, pero sigue funcionando; y se propone sustituirlo por otro más potente; si el vaticinio optimista sobre Flamanville se cumple, Fessemheim habrá funcionado durante 43 años como mínimo.

Parece ser que la distancia entre política y realidad no es algo exclusivo de España.

Notas

[1] https://www.swissinfo.ch/spa/economia/adi%C3%B3s-centrales-nucleares_los-suizos-dicen-s%C3%AD-a-la-energ%C3%ADa-con-fuentes-renovables/43198362

[2] Los datos mencionados provienen de los informes “The World Nuclear Industry Status Report”  correspondientes a los años 2012 a 2016.

[3] http://www.world-nuclear.org/information-library/country-profiles/countries-o-s/switzerland.aspx

[4] Ver mientrastanto.e, nº 158. Junio 2017. “Estrategias nucleares en las altas esferas”.
http://www.mientrastanto.org/boletin-157/notas/maniobras-nucleares-en-las-altas-esferas-cronica-de-abril

[5] https://noticias.terra.com/mundo/europa/suiza-realiza-referendo-sobre-uso-de-energia-nuclear,657ace4c9fb8344b8d61a1890115a72cakhvo5h5.html y http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/mundo/9/suiza-referendo-retrasa-el-abandono-de-la-energia-nuclear

[6] Diversas informaciones. Ver http://www.lavanguardia.com/natural/20170522/422812157609/suiza-vota-referendum-cierre-progresivo-centrales-nucleares.html , y especialmente https://www.swissinfo.ch/spa/pasito-a-pasito_la-muerte-anunciada-de-la-energ%C3%ADa-nuclear-en-suiza/43200488 , https://www.swissinfo.ch/spa/economia/adi%C3%B3s-centrales-nucleares_los-suizos-dicen-s%C3%AD-a-la-energ%C3%ADa-con-fuentes-renovables/43198362

[7]
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/09/actualidad/1491736188_585980.html , http://www.eldiario.es/economia/Gobierno-frances-cierre-central-nuclear_0_631336929.html

[ Miguel Muñiz es miembro de Tanquem les Nuclears – 100% EER, y del GRUPO IMPULSOR ILP 2020 LIBRE DE NUCLEARES. Mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/ ]

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2017

La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existan las finas y espirituales. A pesar de ello, estas últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.

Walter Benjamin
Tesis sobre la filosofía de la historia (1940)

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