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El joven Karl Marx

Francia,

Josep Torrell

 

A mí, me gustó El joven Marx, del mismo modo que amo Presidente Mitterrand (2005), de Robert Guediguian, o Pasolini (2015), de Abel Ferrara. Son todas ellas películas tradicionales pero, al mismo tiempo, son también películas serias. Presidente Mitterrand es la primera (y la última) película que acepta pactar el programa común con el partido comunista francés (y en la que hay poderosas imágenes de Mitterrand hablando a una clase en trance de desaparecer de la historia). El asesinato de Pasolini es algo más complicado que lo que cuenta Ferrara, como queda de manifiesto con el hecho de que participaron en la muerte ciertas personas que no formaban parte de las calientes noches romanas (pero sí de la historia contemporánea italiana). Una película siempre necesitará alguien que la cuente, alguien que la explicite, aunque sólo sea por el tiempo transcurrido.

En El joven Marx hay un plano extraordinario y contradictorio de Marx y Engels comiéndose un opíparo bogavante. Pero la extrañeza desaparece cuando uno piensa que estos viejos crustáceos se pescaban en el mar Atlántico por los pescadores occidentales, pero se vendían solo como morralla: como comida de «domingo» para familias de pocos medios (como los Marx).

El joven Marx es un relato de aprendizaje de Marx y de Engels de que los científicos siempre han tratado de explicar el mundo, pero ahora se trata de transformarlo (actitud no precisamente compartida por Proudhon, por ejemplo).

La película empieza con la pesadilla del robo de leña (1843) y termina con la edición de El  Manifiesto Comunista (1848): comprende, pues, cinco años, los años en que Marx y Engels se conocen y se hacen amigos. No faltan apuntes lúcidos sobre quiénes eran y que querían estos jóvenes revolucionarios, y hay una buena escena en la que queda patente (aunque no dicho) que la pasión amorosa de Engels es en realidad la nueva relación amorosa.

Es evidente que la historia de Marx y Engels no termina con la publicación de El Manifiesto Comunista, sino que más bien empieza con ella. Ambos lucharon en las trifulcas de la asociación internacional de trabajadores y Marx publicó El Capital (1867). El problema es que esa historia no cabe en dos horas de película.

Lo que hay que ver hoy, hay que verlo con los ojos del mañana. Cualquier profesor que se plantee explicar El Manifiesto comunista tendrá en sus manos esta bella y arrebatada película (y lo agradecerá). Además el joven Marx es también una historia bien contada y magníficamente fotografiada.

31 /

1 /

2018

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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