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Antonio Turiel

Temporal y permanente

Queridos lectores:

Eso que ven en la imagen de arriba es una escultura denominada David y Goliat, que se encuentra en la plaza de los Voluntarios de los Juegos Olímpicos, muy cerca del lugar donde yo trabajo. Antes presentaba un aspecto muy diferente, como se ve en la siguiente foto: la cara se levantaba unos cuantos metros respecto al suelo.

Sin embargo, estos días España (y sobre todo su costa mediterránea) se ha visto azotada por un fuerte temporal, lo suficientemente fuerte como para merecer un nombre y todo: Gloria. Esta tormenta ha traído lluvias torrenciales (en forma de nieve en las zonas de montaña e interior) y fuertes vientos, y la estatua en cuestión no ha podido resistir estos últimos.

No es la única cosa que no ha podido resistir la inclemencia del tiempo. La vía del tren que recorre la comarca del Maresme ha sido destruida en un buen tramo y se tardarán meses en reestablecer el servicio ferroviario en esa zona. Numerosos ríos se han desbordado, algunas poblaciones han quedado aisladas o casi aisladas, hay decenas de evacuados, locales y viviendas inundados, carreteras cortadas… Yo mismo he tenido problemas para viajar desde mi localidad de residencia, Figueres, hasta mi lugar de trabajo, en Barcelona (y eso que afortunadamente Figueres ha sido poco castigada por este temporal). Una zona que ha llamado poderosamente la atención de la opinión pública es el Delta del Ebro, frágil ecosistema formado en la desembocadura del río Ebro que es un centro de importante actividad económica por sus arrozales y mejilloneras. Debido a la regulación del río Ebro, que le sustrae sedimentos al Delta, hace años que éste se encuentra en retroceso y en una situación muy precaria, a pesar de los esfuerzos de los responsables de la zona por preservarlo. Pero una sola tormenta como Gloria puede deshacer en cuestión de horas el trabajo de años: en estos momentos la mayoría del Delta se encuentra sumergido, y cuando las aguas se retiren podremos valorar cuál es el grado de erosión que ha sufrido la zona y cuánto es recuperable.

Es relativamente normal sufrir borrascas de cierta intensidad cada cierto tiempo, pero se tiene que reconocer que Gloria no es una borrasca normal. No lo es por la magnitud de las pérdidas que ha causado (empezando por la vida de 10 personas), pero aún menos por su génesis. Como borrasca, Gloria es una depresión (baja presión atmosférica) bastante mediocre, pero lo que ha intensificado sus vientos y su actividad es la presencia de un anticiclón, éste sí completamente anómalo y de gran intensidad, centrado en las Islas Británicas; ese mismo anticiclón que estuvo semanas cocinándose sobre la Península Ibérica y que trajo nieblas persistentes y temperaturas inusualmente altas para el momento del año. Mientas el anticiclón siga allí, y con una temperatura del mar tan anómala como la que tenemos en el Mediterráneo Occidental, cualquier pequeña borrasca que se nos acerque se puede convertir en otra tempestad de primera magnitud. Un escenario que sería mucho peor si lo que se acercase fuera una verdadera borrasca, por ejemplo de origen atlántico.

Éste es uno de los factores que los servicios de emergencia y protección civil aún no contemplan seriamente de caras al futuro que se nos viene: qué pasará el día en que se concatenen dos episodios de esta magnitud. Ya de entrada hay la tendencia a considerar episodios como el de Gloria como «eventos que pasan una vez cada 35 o 50 años», aún cuando hay la fundada sospecha de que este tipo de fenómenos se están intensificando y se están haciendo más frecuentes por culpa del Cambio Climático. Es muy difícil de saber si Gloria es un efecto directo del Cambio Climático o es algo completamente fortuito que sucede con la periodicidad previsible o bien si es un evento normal pero intensificado por el Cambio Climático. Para aseverar que hay una tendencia climática se suele considerar que se necesitan al menos 30 años de registros que avalen esta tendencia, y si es un cambio de tendencia se necesitan al menos 60 años. La intensificación de los extremos climáticos es un efecto previsible del Cambio Climático, pero solo podría haber tenido un peso relevante durante los últimos 15 o 20 años: aún poco tiempo para poder asegurar que, efectivamente, este tipo de eventos se está haciendo más frecuente y/o más fuerte. En mi experiencia personal, desde que yo llegué a Cataluña en 2002, he vivido numerosos temporales de Levante más o menos «normales» porque este tipo de temporal es habitual a finales de verano y principios de otoño, aunque a decir verdad están ocurriendo cada vez más tarde y siempre acompañados de un Mediterráneo cada vez más cálido (lo cual incrementa las lluvias, por la evaporación del agua del mar). Aparte de Gloria, he vivido dos episodios bastante extremos: un temporal de nieve que tapizó toda Cataluña un 10 de marzo de 2010:

Y un temporal de levante muy fuerte el 30 de noviembre de 2014 que afectó especialmente a la comarca donde vivo y que entre otros efectos notables dejó un gran agujero en la Rambla de Figueres.

En ambos casos, como también ha pasado con Gloria, quedamos incomunicados un par de días. Juzgando por los destrozos que han causado estos tres episodios que comento, muchos de ellos inéditos en la comarca, y que se han concentrado en solo 17 años uno podría pensar que, efectivamente, hay algo que se está acelerando y que se está volviendo más extremo. Y eso que me estoy centrando en solo tres episodios que afectaron a una zona muy pequeña: si uno toma una perspectiva espacial más amplia (y más apropiada en términos climáticos) y se centra en Cataluña, el número de episodios crece dramáticamente, hasta el punto de que actualmente es raro el año en el que no se produce un evento extremo en alguna parte de Cataluña (sin ir más lejos, el pasado otoño la zona de Tarragona sufrió la peor parte de otro temporal de levante que dejó grandes destrozos, por ejemplo en la zona del Francolí).

Hoy los servicios de emergencia empiezan a suspirar de alivio porque el actual episodio ya está acabando. Sin embargo, ¿qué pasará cuando concatenemos dos episodios completamente seguidos? Estoy convencido de que los responsables de emergencias se han dado cuenta ya de que estos eventos ya no son de uno cada 35 años, sino de uno cada 5 años como mucho, y presionan a sus responsables políticos para que les doten de recursos adecuados para hacer correctamente su fundamental labor. Sin embargo, dudo mucho que contemplen seriamente la posibilidad de que se concatenen dos, no digamos ya tres, de estos eventos. Y sin embargo, cada día que pasa nos acercamos más a esa eventualidad. Será en ese momento, quizá, cuando comprendamos que necesitamos otro tipo de respuesta a lo que se nos viene encima.

Justamente en el día de ayer, el Congreso de los Diputados de España aprobó la declaración de Emergencia Climática. El propio Gobierno ha anunciado que una parte importante de las medidas que va a tomar durante los cien primeros días van a tener que ver con la Emergencia Climática y con la Transición Ecológica; de hecho, para demostrar que se toman el asunto en serio han nombrado a la ministra del ramo Vicepresidenta, aunque sea Cuarta. Sin duda una buena declaración de intenciones, pero, ¿comprende el Gobierno el alcance real del reto, o las medidas que tome serán más bien cosméticas y de corto alcance?

Una idea que va surgiendo con fuerza, en vistas de lo colosal del reto del Cambio Climático, es la de la Adaptación Profunda. Se acepta ya que no podemos parar el cambio climático, y también que ni siquiera podemos mitigarlo de manera significativa. Solo nos queda, pues, adaptarnos. La Adaptación Profunda lleva esta idea más lejos y propone abandonar a su suerte aquello que no será posible (o no sale a cuenta) salvar y centrarse en lo más importante. Es una idea que está consiguiendo bastante adhesión por parte de los partidos de la derecha española, e incluso el líder del PP, Pablo Casado, se refirió a ella en una ocasión. La Adaptación Profunda consiste en aceptar que hemos perdido la partida y que por tanto se va a intentar minimizar los daños, concentrando los cada vez más escasos recursos en aquello que sea salvable.

Dejando al margen algunas interpretaciones odiosas e interesadas, el concepto de Adaptación Profunda es correcto; nótese, por cierto, que la Adaptación Profunda no excluye el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (se tiene que intentar no hacer el problema aún más grave de lo que ya lo es). La Adaptación Profunda implica mirar al problema del Cambio Climático de manera adulta, aceptando que los sacrificios son inevitables, y que una parte importante de estos sacrificios es el abandono a su suerte de ciertas infraestructuras, e inclusive de algunos núcleos de población. No es el de la Adaptación Profunda un discurso amable y edulcorado, para todos los públicos, con final feliz; pero es lo que hay. Quien pretenda hacer creer que podemos hacer otra cosa está engañando a los demás o engañándose a sí mismo.

No todas las infraestructuras podrán salvarse, es igual cuántos recursos destinemos a ello. Es poco probable que se pueda salvar el Delta del Ebro. Es probablemente imposible mantener el trazado de la vía del Maresme catalán, tan cerca del mar. Hay algunos pueblos de la costa o demasiado cerca de barrancos y torrentes que ya están condenados, total o parcialmente. Hay carreteras que van a desaparecer, al ceder el terreno donde se asientan. Hay edificios que no serán capaces de resistir muchos más temporales como éste, ya solamente por la fuerza del viento. Hay una gran parte del mobiliario urbano que no está preparado para una repetición frecuente de estos episodios… Delante de estas duras realidades, no será difícil encontrar tal o cual estudio de ingeniería o un arquitecto que alegará que todo eso son paparruchas, que técnicamente se puede ejecutar tal o cual intervención, por medio de la cual se puede evitar la destrucción o la inutilización de una infraestructura en concreto. Ésa no es la cuestión, sin embargo. La cuestión real es si merece la pena hacer esa intervención, si merecerá la pena repetir esa misma intervención (porque, no lo duden, ninguna intervención es definitiva, y menos sobre aquellas infraestructuras en riesgo), usando cada vez más recursos a medida que se repitan e intensifiquen los episodios. Y también, si no sería más honesto centrarse en aquellas infraestructuras que también están en riesgo pero que son mucho más fundamentales. Mientras no se haga una discusión honesta sobre lo que podemos y no podemos hacer, mientras que no se integre de manera real y efectiva lo que significa el Cambio Climático más allá de la palabrería política hueca, mientras no se comprenda la naturaleza real del reto que tenemos por delante, no solo malgastaremos recursos presentes, sino que pondremos en peligro los recursos futuros y, muy probablemente, distribuiremos la carga que se nos viene encima de una manera injusta e insolidaria.

Señores y señoras que se dedican a la política: la Emergencia Climática era esto. Es tomar decisiones desagradables y con una efectividad no garantizada, porque el mundo tras el Cambio Climático no es un lugar de certidumbres, sino uno de inquietud y de zozobra. No podremos estar seguros de estar haciéndolo bien, ni siquiera sabremos si lo que funciona solo lo hará por un tiempo. No podemos estar seguros de acertar, pero al menos podemos intentar ser lo más justos y honestos posible a la hora de gestionar lo que queda.

Señora alcaldesa de Barcelona: No vuelva a erigir el monumento de la Plaza de los Voluntarios de los Juegos Olímpicos. Seguro que algún machito herido en su orgullo insistirá en volver a ponerlo en pie, con más hormigón y más acero y más reforzado, queriendo de alguno modo desquitarse por el correctivo que nos ha dado la Naturaleza. No caiga en ese error. Aceptemos humildemente el coscorrón, y comprendamos que los próximos años traerán desafíos mucho más importantes para esta ciudad que intentar mantener de pie una monumental vela enfrentada al viento. Quizá, mejor que desmantelarlo, lo mejor sería dejarlo así, Goliat caído que creía que podía desafiar al viento, para recordarnos lo que nos creíamos y lo que realmente somos.

P. Data: Mis sufridos lectores se habrán dado cuenta de que llevaba tres semanas sin escribir en el blog, y seguramente especulaban sobre mis motivos. La razón es que estas semanas estaba acabando de escribir mi primer libro de ensayo sobre energía. Hace unos días se lo entregué por fin al editor (con cierto retraso sobre la fecha prevista) y, si todo va bien, será publicado dentro de unos meses.

 

[Fuente: The Oil Crash]

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1 /

2020

La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existan las finas y espirituales. A pesar de ello, estas últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.

Walter Benjamin
Tesis sobre la filosofía de la historia (1940)

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