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El Lobito

¿Te acuerdas?

Supe que mi padre iba a visitar a mi tío, Feroz, y comprendí que era mi ocasión. Me adelanté a ver a mi tío llevándole una botella de jerez dulce y un queso semiseco —para ablandar el corazón de un lobo no hay nada como esta combinación— y cuando me preguntó a santo de qué venía aquello le pedí permiso para grabar su conversación con mi padre. Me miró raro, pero el que yo fuera claramente y por derecho —sabía que no me costaba nada ponerle disimuladamente una grabadora, como un ministro del interior cualquiera—, consiguió que me dijera que sí.

—No sé qué ganarás con eso —dijo.

—Tengo que hacer un ejercicio de «historia oral» para la Universidad

—respondí—. Parece que eso les mola.

—¿Estás seguro de que tus profes no son de la CIA? —pero no se lo creía ni él; era su modo de expresar desconfianza en la enseñanza universitaria.

—Un poco neoliberales sí que son.

 

La cuestión es que él mismo puso en marcha el aparatito cuando vio que mi padre se acercaba a su cueva. Con la edad han empezado a llevarse bien. Pero no sé si le avisó de que le estaba grabando. Los hermanos, con sus historias.

Ahorraré el principio de la charla. La cosa empezó a ponerse chula cuando llevaban la botella de jerez dulce más que mediada.

—¿Te acuerdas de cuando dijeron que Oswald había matado a Kennedy?

—Este queso está muy bueno —decía mi papi—. ¿Te acuerdas del «Otan, de entrada no»?

—¿Y de cuando González prometió que no estaríamos en la estructura militar de la Otan?

—¡Amenazó con dimitir! Pero ganó su referéndum, el muy farolero.

—¿Te acuerdas de la ley de objeción? Feliponcio proponía que la Administración juzgara la moral de los objetores.

— Con permiso del Tribunal Constitucional. Pero el tiro les salió por la culata.

—¿Y de los Gal? De las cloacas de González.

 

Habían liquidado el jerez pero no el queso. Mi tío sacó un Remelluri reserva de  su coleto.

—C… ¡Bienvenido! —dijo mi papi.

—¿Te acuerdas de cómo le gustaba a Aznar poner los pies encima de la mesa como Bush?

—¿Eso fue antes o después del 11 de septiembre de 2001?

—¿Te acuerdas de la gente que se tiraba para no morir quemada? ¿Y de la misteriosa desintegración en 6 segundos del Edificio 7 del WTC?

—Claro que me acuerdo.

—No han juzgado a nadie por aquello.

—¿Qué quieres decir?

—Los americanos juzgaron a Tojo y compañía y los colgaron. Juzgaron a los nazis en Nüremberg y los colgaron. Pero por el 11 de septiembre no han juzgado a nadie en un juicio con garantías.

—No. Apresaron a Bin Laden, lo mataron y ni siquiera nos enseñaron una foto de su cadáver. En cambio la foto del cadáver del Che la difundieron por todo el mundo. Sólo nos mostraron una foto de Obama, la Clinton y compañía mirando algo que a nosotros tampoco nos han enseñado nunca. Pero habían montado Guantánamo.

—Tortura ultramoderna y tradicional. Rock a toda leche y tortura del agua.

¿Eso venía de la Inquisición?

Waterboarding, la llaman. Tortura legalizada. Bush declaró una guerra universal al terrorismo y acabó con el Derecho de Guerra internacional.

Se quedaron en silencio unos momentos y aprovecharon para liquidar el Remelluri.

—Y vino la guerra de Afganistán —dijo mi padre—. Contra los mismos a los que habían armado contra los rusos.

—¿Te acuerdas del trío de las Azores?

—Y la guerra contra Iraq. ¿Te acuerdas de Colin Powell en el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿De las armas de destrucción masiva y de la imaginaria alianza entre Saddam y Al Qaeda? Saddam ni tenía ya las armas químicas que los americanos, que las fabrican, le habían regalado para su guerra contra Irán.

—¿Te acuerdas de Abú Ghraid?

—Y Aznar envió soldados españoles a Afganistán y a Iraq.

—¿Te acuerdas del Yak 42?

—¿Del exquisito respeto de Trillo con los restos de los militares?

—Eso ¿fue antes o después de los hilillos de plastilina de Rajoy?

—Antes de los atentados de los trenes en Madrid, que fue el 2004.

—Y que Aznar se empeñó en decir que eran de Eta para no perder las elecciones… que perdió.

—Zapatero no duró mucho y los peperos volvieron a ganar. Con Marianito el Impertérrito. ¿Te acuerdas del Ave a La Meca

—Me acuerdo de Navantia. España vendiendo armamento a los saudís o saudíes…

—¿Te acuerdas —¡hip!— de Corina y el elefante?

 

Estaban ya con los botes de Heineken que mi tío había sacado después del Remelluri. Sin unas míseras patatas fritas.

—¿Sabes que te digo

—¿Que a todo cerdo le llega su san Martín

—Ojalá. Que lo de Afganistán no ha servido para nada.

—..put………… da.

—Mezclar es lo que tiene.

—Pero in vino veritas, hermano (aquí se abrazaron).

—Lo aguantaron todos: Zapatero, Rajoy, y éste, hasta que los yanquis mandaron parar…

—¿Siguen nuestras fuerzas armadasen Iraq —mi padre, con retintín—, en su base Gran Capitán?.

—¿Será por las cuentas? Porque todo eso sale caro. No lo sé.

—¿Dónde más se despliegan?

—¿En Turquía? Ya ni me acuerdo… Oye, vuelve cuando quieras, que yo… —Y mi tío Feroz empezó a roncar suavemente—Unos mandaos, dijo entre sueños.

Sería por mezclar, que el Remelluri no hace daño.

24 /

9 /

2021

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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