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Ascensión Cambrón

¿Ernesto Guevara fue un “caudillo”?

Acabo de leer la nota editorial de El País (10/10/07) ”Caudillo Guevara” y la perplejidad producida me ha movido a volver a la página primera para verificar que no me había confundido de periódico, pues lo que acababa de leer supera con mucho lo previsible en este órgano de prensa. Para el redactor de la nota el Che fue no sólo un siniestro personaje dispuesto a arrebatarle la vida a quien no compartiera sus ideas tenebrosas. Además, estos rasgos lo identifican con “una saga siniestra de héroes trágicos, que van desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir”. Añade el autor que las ideas del Che se nutrían de las fuentes de uno de los grandes totalitarismos y por esto no han servido más que para embaucar a miles de jóvenes que se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros el “hombre nuevo”. Pero, por si esto fuera poco, añade que también su aportación contribuyó a ofrecer coartadas a “las tendencias autoritarias” que germinaban en el continente latinoamericano y que “felizmente” sólo fueron contrariadas en Cuba. Las perlas del escrito no acaban con las aquí reseñadas y aunque no quiero crearle mal cuerpo a nadie que no lo haya leído, únicamente quiero destacar que el editorialista manifiesta su ignorancia y grosería hacia una personalidad, sus ideales y su contexto, poniendo en cuestión además el esfuerzo milenario realizado por muchos sujetos bien nacidos a favor de los desfavorecidos y por la dignidad y la justicia en la tierra. A pesar de todo esto, quizás no conviene dramatizar porque, en cualquier caso, los objetivos que movieron las actividades y la vida del Che no dependen de este tipo de comentarios y además si en este periódico se siguen prodigando estas perlas siempre podemos sustituir su lectura por otras menos ofensivas y neocons.

11 /

2007

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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