
Número 157 de mayo de 2017
Notas del mes
La cuestión europea y nosotros
Por Juan-Ramón Capella
Por Antonio Giménez Merino
La gestión de la participación ciudadana
Por Antonio Madrid
Los Papeles de Panamá, un año después
Por Miguel Ángel Mayo
Maniobras nucleares en las «altas esferas». Crónica de abril
Por Miguel Muñiz
Por Antonio Antón
Por José Ángel Lozoya Gómez
Por José Luis Gordillo
Ensayo
De la política clásica al activismo en red
Luis Felip López-Espinosa
Reconversión industrial, algunas cuestiones
Edgardo Logiudice
El extremista discreto
Pasos (perdidos) de semana santa
El Lobo Feroz
De otras fuentes
Josep Fontana
Los primeros 75 días de Trump en la Casa Blanca y mucho más
Amy Goodman y Juan González —Democracy Now!
Macron: la engañosa victoria que tranquiliza
Rafael Poch
Paula Lugones
Hermana Guadalupe
Cap a la tercera guerra mundial?
Josep Fontana
Entrevista a Carrie Sallgren (FairHotel, EE.UU.)
Ernest Cañada
La Biblioteca de Babel
El antigolpe. Manual para la respuesta noviolenta a un golpe de Estado
Gonzalo Arias
Yuval Noah Harari
Que sean fuego las estrellas. Barcelona (1917-1923)
Paco Ignacio Taibo II
En la pantalla
La mano invisible. La película
David Macián
Foro de webs
Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa
...Y la lírica
Alfonso Costafreda
La cuestión europea y nosotros
Juan-Ramón Capella
El Estado español ha cedido parte de su soberanía a las instituciones europeas. Parte de la soberanía popular ha quedado en manos de la UE, y la que queda no puede oponerse legalmente a las decisiones de la UE. Con ello la economía española se ha adherido a un mercado privilegiado, pero ha transferido a instituciones no españolas la capacidad de decisión sobre cuestiones fundamentales: las económicas, y no solamente éstas.
En las instituciones europeas se ha consagrado la intangibilidad de la economía de mercado ultraliberal. Este es el principio fundamental de la verdadera "constitución" de la Unión Europea. Las decisiones de ésta, sus normas, vuelven intangible la economía de mercado pura y dura. Y la Unión Europea puede castigar económicamente, mediante multas, cualquier política o institución de los estados miembros que no sea consistente con ello.
El Estado español carece de mecanismos para señalar una política económica propia. No tiene moneda propia. No puede suscitar o frenar la inflación, o, lo que es lo mismo, carece de instrumentos de estímulo de la actividad económica. No puede crear industrias con dinero público, ni salvar empresas en peligro aunque esas empresas sean necesarias a la larga. Tiene limitado el déficit presupuestario. Y además ha de practicar políticas exigidas por la UE en materias tan sensibles como las pensiones, los servicios sociales y bastantes cosas más.
La cuestión europea plantea pues diversas alternativas: ¿Debe el Estado recuperar nuestra soberanía saliéndose de la Unión Europea? ¿Puede hacerlo parcialmente y volver a una asociación como la existente antes del Tratado de Maastricht? ¿Es preferible continuar en la Unión Europea y tratar de modificar sus reglas desde dentro?
He aquí un dilema que requiere dos cosas: estudio, y debate poblacional. Estudio para examinar las ventajas e inconvenientes de las diferentes opciones. Debate poblacional, entre la gente corriente, de esas opciones informadas.
Salir de la Unión Europea tendría grandes costes sociales iniciales. Es posible que esta línea de actuación implicara momentáneamente empobrecimiento y sufrimiento de la población por encarecimiento del coste de la vida y acaso por incremento del paro (en un primer momento). ¿Es posible tener una imagen clara de estas consecuencias para evitar engañar a las gentes con una propuesta de salida? ¿Y una imagen clara de los beneficios del abandono de la Unión, esto es: salirse para hacer qué? (poder fomentar industrias, auxiliarlas, frenar las deslocalizaciones, tener una política agrícola propia, abordar cambios importantes en el modelo energético, introducir una fiscalidad menos injusta, recortar el abanico de las rentas). Todo a sabiendas de que una decisión de recuperación de soberanía tendría necesariamente sus buenos costes, y provocaría el rechazo de algunos estados europeos. Por otra parte el margen de maniobra no sería muy amplio por la enormidad de la deuda pública acumulada por los gobiernos neoliberales españoles (o sea, por todos, pero especialmente por el PP). En esta discusión, por lo demás, hay que descartar por completo un futuro de autarquía: eso es sencillamente imposible en el mundo actual, salvo catástrofes inimaginables hoy.
Además es preciso saber que una discusión sosegada de las consecuencias de una decisión no digamos ya de salida de la UE, sino de pertenencia con limitaciones (pre-Maastricht, por decir algo) no sería fácil. No sólo por nuestras ignorancias y limitaciones, sino sobre todo porque los partidarios del neoliberalismo, todos los que se han están beneficiando de sus políticas, así como sus intelectuales de guardia y sus cancerberos en los medios de masas, se movilizarán activamente contra una propuesta así. La mentira, la tergiversación, etc., se han puesto en movimiento en España por asuntos mucho menores; no digamos lo que pasaría ante una discusión de gran calado.
¿Es preferible seguir en la Unión Europea? Eso también tiene costes altísimos para la población, que puede ver prácticamente liquidado en pocos años el llamado estado del bienestar (o más bien sus restos); que no tiene nada que ofrecer, especialmente a las generaciones jóvenes ¿Es posible modificar las políticas ultraliberales de la UE desde dentro? No lo parece, a la vista del elevado número de estados con gobiernos de derechas ultraconservadores que hay en la Unión, y las perspectivas futuras no van en otro sentido.
¿Sería posible una asociación limitada a la UE, una asociación pre-Maastricht? Esta posibilidad está por explorar, aunque Maastricht fue pensado para que no hubiera vuelta atrás. ¿Tratar de renegociar todos los tratados? ¿Con qué aliados?
En cualquier caso la aclaración respecto de la política hacia la UE es un paso necesario para la elaboración de cualquier perspectiva estratégica de la política de los de abajo, y ha de verse en relación con los demás puntos centrales de esta perspectiva.
1/4/2017
Huelga general en Brasil
Antonio Giménez Merino
Si la finalidad de los golpes es torcer la voluntad de un pueblo, suprimir derechos y libertades, recibir órdenes del exterior y asumir los postulados de organismos internacionales, bancos, troikas, transnacionales y del complejo industrial-militar, sin rechistar, el golpe constitucional triunfa sin disparar un solo tiro
Marcos Roitman Rosenmann
El 28 de abril, cien años después de la huelga general de 1917, Brasil ha registrado probablemente la mayor de su historia. Treinta y cinco millones de brasileños dejaron de trabajar secundando la convocatoria de los frentes Povo Sem Medo y Brasil Popular y de la Central Unica de los Trabajadores (CUT) contra las reformas que, a machamartillo, ha emprendido el gobierno ilegítimo y corrupto de Temer (con ocho ministros investigados por el Supremo y con el propio Temer sirviéndose de argucias para esquivar a la justicia). Las dos más recientes son una amplia desregulación del derecho laboral (aprobada en el congreso el 26 de abril) y el estrangulamiento de las pensiones (propuesta de reforma constitucional en curso).
La reforma laboral autoriza la prevalencia de los acuerdos colectivos negociados entre trabajadores y empresa sobre las garantías establecidas por la normativa general —que se remonta justamente a 1917, durante la presidencia de Getulio Vargas—, lo que hará posible negociar jornadas laborales de hasta 12 horas diarias y hasta 48 horas semanales, fraccionar los periodos de vacaciones hasta en tres veces, o vincular el salario a la productividad. Asimismo, se pone fin a la contribución sindical obligatoria, fundamental para la financiación de las actividades sindicales y del seguro de desempleo. De esta manera el gobierno Temer incorpora sin tapujos los intereses de la patronal y de las instituciones económicas internacionales [1], pasando por alto la voz de los vigorosos sindicatos brasileños.
En cuanto a la acometida contra las pensiones, la preocupación actual del gobierno brasileño, como sucede en Europa, es crear las condiciones para forzar a la población trabajadora a contratar planes privados, con el argumento de la insostenibilidad del sistema público en consideración de los cálculos sobre la evolución demográfica de la población. Como sucede en Europa, no se consideran aspectos como los empleos que dejarán vacantes los futuros pensionistas, el ejército de cuidadores que precisarán y el mercado de trabajo que esto abre, la opción de sostener las pensiones con el conjunto de rentas del país, o la posibilidad de recuperar el valor de las cotizaciones mediante un aumento de los salarios.
Estas dos reformas se unen a un paquete neoliberal más global que incluye nada menos que la constitucionalización de la congelación del gasto público en salud y educación durante los próximos veinte años (la Enmienda Constitucional conocida como PEC 55), la terciarización completa del trabajo sancionada en marzo (L. 13.424/2017) y la criminalización de la protesta introducida por la ley antiterrorista PL 2016/15, limitadora de las libertades de reunión y asociación y de la libertad de expresión.
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En pleno contexto de guerra financiera global, durante la administración Obama EE.UU. no dejó de intervenir en los países de América Latina que dieron un giro a la izquierda. Empezando por Honduras, donde el gobierno de Zelaya fue derribado en 2009 por un golpe militar apoyado desde la secretaría de estado estadounidense, y pasando por la caída de Lugo en Paraguay en 2013, la derrota de Kirschner en Argentina en 2015, y por el referéndum boliviano convocado por Evo Morales en 2016 para un cuarto mandato presidencial [2]. Brasil ha sido el último de los países americanos desposeído de un gobierno que practicó una cierta política redistributiva en favor de las clases populares, ahora en manos del vicepresidente ultraconservador que el PT hubo de aceptar para formar su último gobierno y que, tras romper la coalición sin dimitir de su cargo, impulsó el impeachment —un anómalo procedimiento para desposeer de su cargo al jefe del gobierno— contra la presidenta legítima Roussef.
Michel Choussudovsky, director del Centre for Research on Globalization de Montreal, explica en el artículo «Wall Street Behind Brazil Coup d’Etat. The Impeachment of Dilma Rousseff» [3] el papel clave de Wall Street y la Reserva Federal estadounidense, a través de Henrique de Campos Meirelles (primero al frente del Banco Central de Brasil y ahora desde el ministerio de finanzas), en ese golpe de estado institucional contra el gobierno Roussef. En opinión de Choussudovsky, el plan para Brasil consistiría en dolarizar todas las operaciones internas con deuda, análogamente a lo sucedido en la Argentina de Medem. Para entender el alcance de esto hay pensar en el efecto que sobre el pago de la deuda ha tenido la pérdida de valor de las monedas de los países emergentes como Brasil: como explicaba recientemente en estas páginas M. A. Lorente, «para devolver cada millón de dólares bastaban 2,36 millones de reales brasileños; ahora [Brasil] debe pagar 3,20 millones de reales, más de un tercio más» [4].
No es extraño, pues, que un artículo reciente de Le Monde Diplomatique definiera como «golpes de estado blandos» las estrategias de desestabilización política por medios jurídicos (utilización de jueces afines a la oposición, procedimientos constitucionales extraordinarios) y extrajurídicos (presión continua de los medios de opinión en manos de la oposición) con objeto de derrocar gobiernos disfuncionales a la agenda neoliberal sin necesidad de recurrir a la violencia [5].
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Igual que en Europa, en Brasil se ha utilizado a fondo la estrategia del miedo a la quiebra del estado por la insostenibilidad de la deuda pública. Si el desequilibrio de las cuentas públicas proviene, en el primer caso, de la decisión política de recapitalizar los bancos privados en quiebra en 2008, en el caso de Brasil se debe a los intereses leoninos que este país paga a los prestamistas internacionales por su deuda: 150 billones de euros en 2015, garantizados mediante activos del estado [6]; 1,2 trillones entre 1998 y 2015 [7]. Cuando se produjo el impeachment de Rousseff, la deuda pública llegaba al 70,1% del PIB —lejos del 229,2 % japonés, del 132,7% italiano, del 101% estadounidense, o el 90,7% de la zona euro—, pero el tipo de interés era del 14,25%, lo que significó que Brasil pagara a la aristocracia financiera, en los 13 años que corrieron del 2002 al 2005, el 10,11% del PIB, más del doble de todo el aumento del gasto social del periodo (4,7%) [8]. El problema, como vemos, no era la deuda, sino los intereses de la misma y la distinta presión que los mercados financieros ejercen sobre cada estado para satisfacerlos.
Los gobiernos socialdemócratas del PT consiguieron una disminución significativa de la pobreza en Brasil, pero sobre la base de un modelo expoliador de sus recursos naturales y muy dependiente de factores externos como la inversión internacional o el precio de los hidrocarburos. La retracción de éstos en los dos últimos años ha dado paso a un rápido contraavance de las políticas de suspensión indeterminada de derechos y garantías constitucionales, sin que sea suficiente para detenerlas el descrédito que supone su carácter antipopular. Como quedó representado en la reciente visita a Brasil de Rajoy —el único mandatario europeo que ha extendido la mano a Temer, aconsejándole perseverar en sus reformas e ignorar las protestas en la calle—, el sistema político global ha hecho suyo el argumento de la orientación de las políticas hacia la creación de empleo (barato y precario), la atracción de inversiones internacionales, la contención de la inflación (con la que se ha justificado en Brasil sus altísimos tipos de interés), o a la generación de «confianza» en la economía nacional, cumpliendo estrictamente con las condiciones de ajuste impuestas por los mercados financieros e instituciones como el FMI. Las cifras sobre la desigualdad aportadas por organismos independientes señalan, en cambio, que el efecto es el contrario y que la desigualdad no deja de crecer [9].
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Lo acontecido en Brasil en el último año, igual que lo sucedido antes en los países europeos sacudidos por la crisis de la deuda, muestra la voluntad político-privada de imponer unas medidas de austeridad con elementos destinados a persistir, fundamentalmente el ataque contra las instituciones del trabajo y el desmantelamiento de los sectores públicos que quedan en pie (sanidad pública, educación, pensiones). Si en Europa el riesgo de quiebra de los estados fuertemente endeudados ha sido esgrimido para imponer, a través del «Pacto Fiscal Europeo», reformas constitucionales que incorporan el «presupuesto equilibrado», el reciente caso brasileño pone de manifiesto que esta ofensiva tiene un carácter más global.
Hay por todas partes señales de la consolidación de un orden político regido por las necesidades cortoplacistas del poder financiero y empresarial, como la priorización del pago de intereses de la deuda pública al mantenimiento de servicios e inversiones públicos, o como la reducción de los salarios a favor del aumento de los márgenes de beneficio de las empresas, sin obligación recíproca alguna (lo que en el caso de Brasil, con una inflación acumulada del 81% en el último decenio, condena a la depauperación a masas de familias trabajadoras). La contención que esto supone de la demanda agregada y de la recaudación por impuestos directos e indirectos, además de la consiguiente generación de endeudamiento nuevo, dibuja un círculo vicioso suicida sustentado por el miedo permanente a la recesión. Por caminos diversos, se han puesto las condiciones para que los estados sean rehenes de los mercados financieros.
Estos aspectos hablan por sí solos de la fragilidad actual de la democracia constitucional, instrumentalizada para aprobar recortes sostenidos de todos los derechos ajenos a la propiedad y la acumulación. Sea muy bienvenida la huelga general.
Notas:
[1] Un estudio de The Intercept Brasil muestra que, de las enmiendas presentadas al proyecto, 292 (34,3%) provienen directamente de la Confederação Nacional do Transporte (CNT), la Confederação Nacional das Instituições Financeiras (CNF), la Confederação Nacional da Indústria (CNI) y la Associação Nacional do Transporte de Cargas e Logística (NTC&Logística).
[2] V. FONTANA, Josep, El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914, Barcelona: Crítica, 2017, pp. 572-574; y ROITMAN ROSENMANN, Marcos, «Reinterpretando los golpes de estado», Le monde diplomatique, nº 257 (marzo), 2017, p. 3.
[3] CHOUSSUDOVSKY, Michel, «Neoliberalism and the New World Order. IMF-World Bank Reforms, The Role of Wall Street», Entrevista de Bonnie Faulkner, Global Research, 8.02.2017.
[4] LORENTE, Miguel Ángel, «La desregulación financiera de Trump y las guerras de la globalización», mientrastanto.e, nº 155, marzo 2017.
[5] ROITMAN ROSENMANN, Marcos, «Reinterpretando los golpes de estado», Le monde diplomatique, nº 257 (marzo), 2017, p. 3.
[6] ANFIP — Associacão Nacional dos Auditores-Fiscais da Receita Federal do Brasil / DIEESE — Departamento Intersindical de Estatística e Estudos Socioeconômicos, Previdência: reformar para excluir? Contribuição técnica ao debate sobre a reforma da previdência social brasileira. Brasília, 2017, p. 20.
[7] MARTINS, Antonio, «Convite à desconstrução da PEC-241». Outras Palavras, 10.10.2016.
[8] KLIASS, Paulo, «Os juros, a dívida e o caos». Carta Maior, 1.11.2016, p. 4.
[9] V. CREDIT SUISSE RESEARCH INSTITUTE, Global wealth report 2016. OXFAM, Una economía al servicio del 1%, 2016. OIT, World employment social outlook. Trends 2016.
29/4/2017
La gestión de la participación ciudadana
Antonio Madrid
198.613,88 euros: este es el valor estimado del Contrato de servicios para la dinamización de procesos participativos de la ciudadanía de Madrid (BOE de 2 de enero de 2017). La subdirección general de participación ciudadana del Ayuntamiento de Madrid ha abierto esta licitación con el objetivo de contratar a una empresa para que dinamice procesos de debate y de audiencia pública sobre cuestiones que el Ayuntamiento de Madrid va a someter a la decisión de la población.
La contratación de empresas para la gestión de la participación ciudadana se ha convertido en una práctica habitual. Basta con consultar los diarios oficiales y las webs de los ayuntamientos para encontrar ejemplos. El ayuntamiento de Mollerusa, una población leridana de unos 14.000 habitantes, ha destinado 5.176,38 € a la contratación de la empresa Ekratos Democracia Electrónica, S.L. El objeto de esta contratación es la gestión de un proceso participativo en el que los ciudadanos podrán expresar sus ideas sobre tres anteproyectos de reforma de unas calles de esta ciudad. A estos gastos de contratación se añaden otros de difusión y de personal (D.O.G.C. 7291, de 20 de enero de 2017).
Cada vez más, a nivel local, la canalización de idea de participación ciudadana pasa por la puesta en marcha de ‘procesos participativos’ que dinamizan y gestionan empresas o profesionales contratados a tal efecto. Hay procesos participativos que vienen exigidos por ley. Es el caso de la elaboración de los planes de ordenación urbanística municipal. Es el caso del ayuntamiento de Esteribar (Navarra), de 2.500 habitantes aproximadamente. Este ayuntamiento ha licitado recientemente una contratación por valor de 15.000 € para la contratación de un Plan de participación y gestión del proceso participativo relativo a la revisión del plan general municipal de urbanismo (https://hacienda.navarra.es/sicpportal/mtoAnunciosModalidad.aspx?Cod=1703031410541ED8DCA5).
Sin embargo, la contratación de empresas para que gestionen procesos participativos se extiende cada vez más a otros procesos en los que los ayuntamientos optan por consultar a los vecinos antes de tomar decisiones o bien dejan en sus manos la toma directa de decisiones, como puede ser el caso de la elaboración de presupuestos municipales participativos. Sea como fuere, se extiende la convicción según la cual la gestión de la participación hay que dejarla en manos de profesionales y estructuras empresariales que la gestionan y dinamizan. En ocasiones, los consejos comarcales, las diputaciones, o los propios ayuntamientos disponen de técnicos de participación. Cuando esto no sucede, o cuando los procesos son amplios, se suele contratar a empresas.
La contratación de profesionales y/o empresas para diseñar, dinamizar y gestionar procesos participativos se justifica desde puntos de partida como los siguientes: se necesita conocimiento especializado ya que los procesos participativos han de ser adaptados a cada situación; la participación no se improvisa; la participación requiere prolongación en el tiempo, por lo que se necesita una estructura que la sostenga; hay que garantizar la calidad del proceso participativo.
La gestión de la participación ha estado ligada en las últimas décadas a la noción de la gobernanza. De hecho, la participación ciudadana es una de las piezas de la idea de la gobernanza. Lo que preocupa, en este contexto, es cómo se enfoca la participación ciudadana, qué ‘normalizaciones’ se están asumiendo en relación a la dinamización y gestión de la participación.
Hace unas semanas, durante una charla sobre el difícil acceso de los jóvenes vulnerabilizados a la Universidad, el periodista Javier Alegría (Diario El Raval, Barcelona) utilizó una expresión que tiene su gracia y una gran fuerza descriptiva. Dijo que los jóvenes del Raval (antiguo barrio chino de Barcelona) están hartos de que les pastoreen. Este uso de la expresión ‘pastorear’ contiene una crítica a la actuación de ongs y administraciones varias que, en muchas ocasiones, bajo la intención de ayudar a la gente a salir adelante lo que hace es pastorearlos, como si de un rebaño al que cuidar se tratara.
Pues bien, cuando se analizan procesos participativos municipales surge la preocupación acerca del pastoreo. Si lo deseable en una democracia es que las personas y sus organizaciones sean los protagonistas responsables en la orientación de lo público, de lo común, el peligro surge cuando se diseñan y llevan a cabo procesos participativos que son en parte un escaparate que justifica ejecutar las políticas municipales que previamente ya habían sido acordadas sin participación de la población.
Este es uno de los peligros: el pastoreo de la gente bajo la apariencia de fomentar su participación. Hace unos días, unos vecinos se quejaban justamente de esto al referirse a un proceso participativo en el que habían participado hace unos años: ‘nos tomaron el pelo’, ‘nos utilizaron’. Este es uno de los peligros a evitar.
El segundo peligro consiste en que la contratación de empresas permite mostrar a los consistorios que han sido democráticos. Es decir, que al poner en marcha procesos participativos han fomentado la toma democrática de decisiones. Y quien avala esta democratización es la misma empresa que gestiona el proceso participativo. Peligro: que la propia empresa establezca el estándar de democracia. Y es un peligro porque la empresa contratada suele ir de la mano del poder político que la contrata. Por tanto, la cuestión a evitar es que los procesos participativos se conviertan en campañas de márketing.
El tercer peligro es la tecnificación de la gestión de la participación ciudadana. Una cosa es poner el conocimiento al servicio de la gente y otra, que es donde radica el problema, es dejar en manos de ‘especialistas’ la decisión de cuándo se hace bien o mal una participación, cuáles han de ser los objetivos de la participación o qué modalidades de acción son consideradas ‘participativas’ y cuáles no.
Ante estos peligros no cabe duda de que la participación democrática es necesaria y deseable. Muchas experiencias municipales muestran que la participación ciudadana es difícil de conseguir, sobre todo cuando se pretende que se mantenga en el tiempo. Por ello, convendría aprovechar y extender las experiencias y el conocimiento que sobre participación social tienen las organizaciones y los movimientos sociales en la organización y en la lucha social. Un conocimiento práctico que implique a las personas en el cuidado de lo público, un conocimiento puesto al servicio de las personas con la idea democrática según la cual participar implica comprometerse y asumir, no delegar, ciertas responsabilidades. Un conocimiento que permita la crítica y la acción transformadora coherente con la crítica, no una queja paralizante o derrotista. Un conocimiento y una práctica que no pastoree.
30/4/2017
Los Papeles de Panamá, un año después
Miguel Ángel Mayo
Parece que fue ayer cuando los ficheros provenientes del bufete panameño Mossack Fonseca nos ofrecieron una auténtica, y sin precedentes, avalancha de información sobre el circuito financiero offshore. Exactamente, fue a las 8 de la tarde del 3 de abril de 2016 cuando “los papeles de Panamá” dieron a conocer a 212.000 empresas ficticias registradas en paraísos fiscales opacos por una firma de abogados panameños entonces completamente desconocida; empresas en cuyos organigramas aparecían los nombres de políticos de alto nivel, artistas, deportistas y hasta protagonistas de redes criminales.
Y es que los 11,5 millones de documentos contenidos en los “Panama Papers” arrojaron luz sobre la cruda realidad de los circuitos de opacidad financiera mundial, y, más concretamente, sobre el dinero de la corrupción, la malversación de dinero público, la evasión y el fraude fiscal, etc. Sin duda, esa información dio un auténtico repaso a los bajos fondos de las finanzas internacionales. Y, cómo no, a los cerca de 14.000 intermediarios (bancos y empresas de consultoría de todo el mundo) que han utilizado sus servicios para crear empresas fantasmas con el objetivo de disfrazar las finanzas de sus clientes. En definitiva, pocas dudas pueden caber acerca de que se obtuvo una fabulosa fuente de información sobre estas prácticas ilegales. Con todo, la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿cuánto hemos avanzado un año después?
Los efectos de la filtración
Tanto sea un particular, una empresa o un mafioso, el candidato a la oscuridad financiera persigue simultáneamente tres objetivos: hacer desaparecer el dinero, multiplicarlo y, por supuesto, no ser atrapado. Para llegar a conseguirlo, debe movilizar múltiples mecanismos contables, fiscales, jurídicos y financieros. ¿Tan difícil es prohibir estos mecanismos o que, peor todavía, mantengan visos de legalidad?
Cierto es que en los días que siguieron al escándalo, la agenda mundial −y especialmente la europea− fijó entre sus prioridades la lucha contra la evasión fiscal, el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo; temas todos ellos que ya tenía, de hecho, en su agenda. Es por ello por lo que, casi de forma inmediata, el G-20 decidió abrir las puertas a la posibilidad de sancionar a los paraísos fiscales, así como reestablecer la lista mundial de paraísos fiscales, suprimida en 2011 y que previsiblemente verá la luz en septiembre de 2017. De igual manera es relevante la prioridad que, tras la publicación de los papeles, asume en la agenda política la famosa pregunta acerca del “beneficiario real de las empresas ficticias”; encontrar las vías para llegar a él es una de las medidas necesarias para romper esas cajas oscuras que suponen las empresas offshore, incluyendo la obligación de que todos los países mantengan registros debidamente informados de estos beneficiarios. El tema, como no podría ser de otra manera, es actualmente objeto de debate político tanto a nivel europeo como en el G-20, en un intento para fortalecer el papel de las unidades nacionales de inteligencia financiera y la cooperación internacional.
Por su parte, en junio de 2016, el Parlamento Europeo decidió crear una comisión de investigación sobre las revelaciones de “papeles de Panamá”. Así, en el plazo de un año presentarán un informe sobre las posibles violaciones legislativas de la UE en materia de lavado de dinero y evasión de impuestos.
En general, pues, parece que hay voluntad para avanzar en la solución de este problema. Pero todo va a un ritmo tan lento que a veces se tiene la impresión de que, transcurrido un año de la filtración de tan valiosa información, la posibilidad real de combatir ese parásito distorsionador financiero es prácticamente nula. Un ritmo que, de seguir a esa velocidad absurda, o bien permitirá a los evasores encontrar otras vías para realitzar sus operaciones ilegales o bien dejará en el recuerdo la datos obtenidos por los papeles de Panamá.
Las personas de la lista
Si hacemos un breve repaso por las personas aparecidas en la lista, veremos que de los seis jefes de gobierno que aparecieron en las mismas, sólo uno fue obligado a renunciar a su cargo. Nos referimos al primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson. Los otros no solo no dimitieron, sino que tuvieron pocos o ningún coste electoral.
En el ámbito del deporte, muchos fueron los salpicados por el escándalo en el mundo del fútbol, pero pocos los damnificados; quizás únicamente el abogado uruguayo Juan Pedro Damiani, que tuvo que dimitir del Comité de Ética de la FIFA, cuando muchos y más influyentes nombres de este deporte estuvieron involucrados en este asunto.
Mención aparte tienen los fundadores del bufete Mossack Fonseca, es decir, Jürgen Mossack y Ramón Fonseca, quienes permanecen en prisión provisional desde el 9 de febrero de 2017 en Panamá, aunque no por el escándalo de los papeles de Panamá sino por la operación “Lava Jato” concerniente el blanqueo de capitales en el país vecino de Brasil, donde su bufete fue calificado por las autoridades brasileñas de “organización criminal dedicada al alzamiento de activos y dinero de origen dudoso”. Este bufet está actualmente clausurado después de tener incluso que hacer frente a una multa record de 440.000 dólares impuesta por las autoridades de las Islas Vírgenes Británicas.
Por su parte, el gobierno de Panamá, para lavar la imagen del país tras el escándalo, apostó por un comité de expertos liderado por el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Esta decisión, sin embargo, terminó siendo contraproducente, ya que el economista estadounidense y su compañero suizo Mark Pieth renunciaron meses después alegando falta de transparencia del lado oficial y poca voluntad para acometer los cambios que fueran necesarios. Aun así, entre 2015 y 2016 el número de sociedades anónimas registradas en Panamá cayó en más del 30%. Sin duda, un duro golpe para el mercado el mercado de intermediación financiera de este país.
La conclusión
Ciertamente, el trabajo periodístico desarrollado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en inglés) sacó los colores a todos los países desarrollados al poner sobre la mesa la escandalosa existencia de paraísos fiscales que actúan como enormes agujeros negros de fraude fiscal en cuya opacidad se refugian políticos, millonarios, famosos y deportistas, además de traficantes de armas y drogas. La información obtenida de los papeles de Panamá fue, en un primer momento, una sólida confirmación de lo que muchos analistas ya venían denunciando en sus estudios e informes. En efecto, con los datos de los papeles panameños desaparecía de repente la dificultad de explicar lo que estaba ocurriendo en esa economía paralela y oculta a la economía real, y de medir su amplitud y grado de ilegalidad. Bastaba con imaginar cuantos bufetes más podrían existir y cuantos países más albergaban mecanismos similares para evaluar el enorme coste financiero (y social) de la existencia de paraísos fiscales.
El problema es que, lejos de haberse tomado medidas efectivas para suprimir esas “puertas de atrás” al tráfico financiero real, la filtración ha servido para evidenciar una realidad económica a la que pocos pueden acceder (y además con total impunidad) y que se aleja totalmente de la economía real y regulada de la que el resto de la población forma parte. Se ha puesto así en evidencia que en la economía hay reglas de juego diferentes en función de la cantidad de dinero que se posea, y que la gran mayoría de los ciudadanos debemos conformarnos con ser meros espectadores críticos de su existencia.
Los papeles de Panamá desenmascaran el lado oscuro del sistema financiero global en el que bancos, abogados y profesionales de las finanzas utilizan empresas opacas para hacer operaciones monetarias ilícitas y corruptas. Y si bien el trabajo periodístico que descubrió la realidad panameña ha sido galardonado con el prestigioso Premio Pulitzer, no deja de ser preocupante y penoso que aún no se hayan eliminado estas prácticas criminales. En suma, queda mucho y muy arduo camino por recorrer, ya que debemos asumir que −si queremos llevar adelante una lucha real contra las desigualdades económicas, sociales y normativas− ha llegado el momento de erradicar de una vez por todas los paraísos fiscales y las prácticas que les respaldan.
[Miguel Ángel Mayo es colaborador de mientrastanto.e y responsable en Cataluña del Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha)]
28/4/2017
Maniobras nucleares en las «altas esferas». Crónica de abril
Miguel Muñiz
En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la avaricia de algunos.
Mahatma Gandhi
Abril, Chernóbil. Un pareado triste y siniestro. El 31 de octubre de 2016 finalizó la operación de cerrar la “cúpula”, de cubrir con un semicilindro gigante de metal el sarcófago de hormigón del que sobresalía la chimenea, la imagen de la catástrofe durante 31 años; se dice que pronto comenzará el trabajo para desguazar el sarcófago, se dice que la cúpula frenará la dispersión de radiación de los trabajos de demolición; de las víctimas actuales sigue sin decirse nada.
Poco recuerdo y menos presencia de Chernóbil este año; breves apuntes, algunos en tono frívolo, y el homenaje habitual a los “liquidadores”. La neutralidad de la nueva imagen es un paso más hacia el olvido.
El 24 de septiembre de 2016, un mes antes de cerrar la cúpula, murió Bela Belbéoch, la compañera de Roger Belbéoch, el autor de “Chernoblues”, el libro que mejor ha analizado las implicaciones sociales y científicas de la catástrofe. El trabajo de Bela, una científica especialista en física, supone la mayor denuncia de lo mucho que los expertos aprendieron de la catástrofe; el rigor y la vigencia de su estudio invita a la lectura hoy, y muestra cómo Chernóbil se proyecta hacia el futuro.
Movilización social y resistencia
El tema central obliga a abreviar la crónica de la resistencia en la Península Ibérica. En el caso del Almacén Temporal Centralizado (ATC) la imposición irracional, sentencia polémica por medio, fue analizado y denunciado con detalle en una serie de cuatro artículos publicados entre el 28 de marzo y el 13 de abril por la persona que más profundamente lo conoce, Carlos Villeta, portavoz de la Coordinadora contra el ATC; leerlos es la mejor manera de acercarse al núcleo del conflicto y a los intereses en juego.
En otro frente, la política de hechos consumados de la empresa Berkeley Resources para iniciar el trabajo de minería de uranio en Retortillo (Salamanca) y la retórica de la Confederación Nacional de Empresarios de la Minería y Metalurgia (Confedem), toparon con una combinación de movilización ciudadana, intervención de Portugal y acción judicial entre el 4 y el 19 de abril, que les obligó a parar el ritmo. Aunque al cierre de este artículo llegan noticias de que maniobras de los abogados de la empresa han conseguido que se levante la paralización cautelar, por lo que puede que las obras se reanuden en breve.
Que para imponer los sesenta años de funcionamiento nuclear no se va a reparar en medios es algo que se palpa. El 12 de abril el gobierno del PP vetó la Proposición de Ley presentada por Unidos Podemos que pedía el cierre de las centrales nucleares a medida que fuesen caducando sus permisos de funcionamiento. Motivo, el impacto presupuestario en la recaudación fiscal que supondría el cierre nuclear. Otra muestra de que el discurso de manipulación económica impuesto por la industria nuclear tiene un largo recorrido. Por suerte, esta maniobra para hacer desaparecer la cuestión nuclear de la agenda política ha sido compensada socialmente por el anuncio de una Manifestación antinuclear en Madrid para el próximo 10 de junio organizada desde el Movimiento Ibérico Antinuclear, tema al que podremos dedicar más espacio en futuras crónicas.
En Portugal, la política de apaciguamiento dictada por la Unión Europea da un nuevo fruto: el grupo de trabajo técnico creado por el Gobierno para analizar la construcción del Almacén Temporal Individualizado (ATI) de combustible gastado en Almaraz consideró, el 27 de abril, que el proyecto era "seguro y adecuado", aunque con algunos matices. El dictamen provocó enfrentamientos políticos y protestas de algunas entidades portuguesas de defensa del medio ambiente.
En Cataluña, la operación política de ocultar el alargamiento hasta los sesenta años tras un escenario 100% renovables para 2050, sigue cosechando éxitos. Una prueba es el artículo publicado el 9 de abril sobre la situación de Garoña, un refrito de tópicos económicos en la línea de la más pura ortodoxia nuclear combinados con una referencia a su influencia en las “otras centrales”; 76 líneas de texto con un silencio clamoroso sobre el hecho de que tres de los reactores a los que Garoña influye están en Cataluña. Una muestra más de la baja calidad democrática del pensamiento dominante, en que la constante invocación a la “democracia” para justificar llamamientos patrióticos diversos es una prueba de la veracidad del refrán castellano: “dime de qué presumes, y te diré de qué escaseas”; y es que las muestras de respeto hacia los intereses de los que mandan nunca son bastantes cuando se quiere transmitir inestabilidad.
Lo han conseguido todo, por tanto piden más. Maniobras a alto nivel
Si febrero fue el mes en que la industria nuclear puso las cartas boca arriba ante la sociedad, abril ha sido el mes en que las ha puesto ante el gobierno amigo del PP. Para situar estos acontecimientos hay una breve quía en la hemeroteca.
Imposible imaginar un mejor panorama para la industria nuclear a inicios de abril: renovación garantizada sin cortapisas técnicas, y futuro blindado hasta los sesenta años; cualquier intento de impugnar un permiso de funcionamiento se toparía con una demanda millonaria por «lucro cesante», lo que convertiría cualquier política mínimamente ecologista en una reedición al alza del negocio de «la moratoria» pactada en los años ochenta del siglo pasado.
Pero la codicia de industria nuclear no conoce límites, y es imposible satisfacerla. La Ponencia Parlamentaria encargada de las Relaciones con el CSN (Ponencia), se ha reunido en dos ocasiones sin tratar nada que tenga ver con el CSN. La Ponencia es el organismo institucional secreto por excelencia; el 23 de marzo comparecieron los directores de energía nuclear de Enel-Endesa e Iberdrola y el director de Garoña, e informaron a diputados y diputadas de su seguridad de alargamiento de las centrales «hasta “al menos” los sesenta años», más tarde se supo que el director del área nuclear de Endesa defendió una “reducción de la presión fiscal” en el curso de su comparecencia; el 5 de abril compareció el director de Almaraz, que se negó a contestar la simple pregunta de si pediría alargar su funcionamiento más allá de 2020. Es el mismo señor que, el mismo día que el CSN concedía sesenta años a Garoña, declaró que pediría un alargamiento igual.
Conviene recordar que la Ponencia es un órgano opaco y casi sin regulación; no aparece mencionada en el Reglamento de Funcionamiento del Congreso, pese a que la web del CSN la cita como referente institucional donde “el CSN da cuentas de su gestión”; hay rumores de que las actas de reuniones no pueden ser consultadas por nadie que no sean diputados miembros, y de que no se pueden hacer públicos los detalles de las comparecencias, pero nada de esto aparece reglamentado en documentos públicos; la información sobre la Ponencia en la web del Congreso es mínima; un ejemplo, el día 20 dicha web informaba de una reunión de la Ponencia para el lunes 24 de abril, pero donde debería figurar el orden del día aparecía un enlace a la Comisión de rango superior. En resumen, la Ponencia es el órgano ideal para que la industria nuclear transmita sus decisiones y criterios a los representantes políticos sin interferencias.
El 30 de marzo, el gobierno amigo del PP declara su voluntad de autorizar la apertura de Garoña en seis meses, pero el 31 de marzo el presidente de Iberdrola declara que quiere cerrar la central, y que «los impuestos» son los culpables de que las centrales nucleares tengan «pérdidas». Al mismo tiempo anuncia un aumento de beneficios de Iberdrola de un 12%, y un nivel de inversiones de 25.000 millones de euros hacia el 2020.
Vuelve a la carga el 3 de abril, en la Junta de Accionistas declara que Garoña tiene «pérdidas elevadas», y que está en conversaciones con Enel-Endesa para no pedir la renovación del permiso de funcionamiento; luego eleva el tiro, manifiesta que la culpa de las pérdidas de todo el negocio nuclear la tienen los elevados «impuestos». Se manifiesta, justamente, el día antes de que el director de Almaraz, donde Iberdrola tiene la mayoría de la propiedad (53%), se niegue a contestar la pregunta de la Ponencia sobre el alargamiento más allá de 2020.
Las apuestas parecen subir, el 10 de abril Nuclenor (la Agrupación de Interés Económico, AIE, que gestiona Garoña, 50% de Enel-Endesa e Iberdrola, respectivamente), anuncia que el día 26 se reunirá para tomar la decisión sobre la renovación del permiso. El mismo día, el presidente de Iberdrola va más allá: declara que todas las centrales nucleares con participación de su empresa deben negarse a presentar la documentación para la renovación del permiso si el gobierno del PP no «baja la fiscalidad» para evitar «pérdidas»; pide, además, una reunión de ANAV, la AIE que gestiona Ascó y Vandellós, el 19 de abril para tratar ese asunto; también pide dos años de retraso en el calendario de renovación de permisos de todas las centrales para tener tiempo de negociar con el gobierno esa reducción fiscal. No consta información de que la ANAV se reuniese el día 19, pero el 18 de abril el presidente del CSN, Fernando Martí Scharfhausen, visitó Ascó y se entrevistó con el director general y el presidente de la Junta de Administradores de ANAV, José Antonio Gago y Juan María Moreno.
Para entonces, el ruido de la prensa pro-nuclear es considerable. El 20 de abril, Gas Natural-Fenosa se alinea con Iberdrola y el consejero delegado Rafael Villaseca entona el “si no se reduce la carga fiscal sobre las centrales no es rentable hacer las obras de mejora en estas instalaciones para que funcionen más allá de las cuatro décadas”. A medida que se acerca el día 26 se escenifica la tensión con titulares sensacionalistas; el mismo día 26 se filtra que Iberdrola fue quien la exigió mediante un burofax, invocando el reglamento de Nuclenor.
Pasa la reunión, se habla de distanciamiento, pero queda claro que las propuestas más contundentes del señor Galán han sido moderadas, él mismo suaviza su discurso y las tres eléctricas se alinean sin estridencias en la reivindicación de rebaja fiscal mientras el gobierno amigo del PP, fortalecido por la posición de Enel-Endesa, declara el día 27 que descarta avanzar el calendario sobre su decisión en Garoña, y que no está de acuerdo en realizar “rebajas fiscales” a las nucleares, e invoca la Unión Europea como argumento.
Hasta aquí los hechos, intentemos interpretar su significado analizando algunos de sus aspectos.
Centrar el debate nuclear en el discurso económico es la mayor victoria de la industria nuclear; al margen de que victimismo y queja continua son rasgos compartidos por los privilegiados de todo tipo, es muy difícil realizar un análisis objetivo de la situación económica del sector energético por la ausencia de mecanismos de control externos, como acertadamente denunció en su día el economista Juan Torres. Incluso un análisis crítico, como el realizado el 24 de abril por Cristóbal J. Gallego, del Observatorio Crítico de la Energía, sobre los beneficios económicos que el alargamiento tiene para las eléctricas, debe reconocer las variables de manipulación que la industria nuclear puede conjurar.
Podemos asumir que los beneficios económicos que los sesenta años de funcionamiento proporcionarán a la industria nuclear serán de escándalo y, a partir de aquí, analizar la escenificación orquestada con el gobierno amigo del PP, que tiene el efecto colateral de apoyar la mentira de que cerrar las nucleares aumentará el precio de la electricidad. ¿Existen dos “conflictos”, el que se da entre Enel-Endesa, de una parte, e Iberdrola y Gas-Natural-Fenosa, de otra; y el de las tres eléctricas con el gobierno amigo del PP?, los datos indican diferencias, pero sin los tintes dramáticos aireados por medios afines. Las tres eléctricas coinciden en el “menos impuestos” (como todo el mundo empresarial, de hecho) pero, al margen de calentamientos verbales, saben muy bien qué equilibrios deben respetar, saben que el negocio es muy suculento tal y como está hoy, y saben que no tiene sentido el recurso extremo al “apagón nuclear” que esgrimen los pro-nucleares, recurso, además, harto discutible (aunque abordar ahora esto alargaría demasiado el texto). En cuanto a la relación con el gobierno amigo del PP, chismorreos personales entre directivos y políticos al margen, también tiene reglas precisas. Sucede que mantener en vigor los dogmas neoliberales exige regularidad en una gimnasia discursiva, en la que entra el ejercicio de escenificar como un conflicto lo que es una simple diferencia de criterios que se solventa en una negociación con beneficios para todas las partes.
Desde la resistencia nuclear lo más importante es la reivindicación de Iberdrola y Gas Natural-Fenosa, de retrasar dos años la solicitud de renovación de permisos, por sus implicaciones para las dos estrategias de resistencia al alargamiento a sesenta años que se están desarrollando.
Hay que apuntar que ese mínimo de tres años de antelación para pedir la renovación del permiso de explotación que impugna Iberdrola no responde a una pauta legal establecida. La revisión de los anteriores permisos, todos otorgados por gobiernos del PP, muestra que el mínimo anterior fue de un año, con la excepción de Almaraz, a la que se le pidieron dos. Los tres años supusieron una innovación de los gobiernos PSOE de 2004 a 2011, con la excepción de Trillo, renovado en 2014 bajo un gobierno del PP que, sin embargo, mantuvo el criterio de los tres años de antelación introducido por los socialistas.
Que el gobierno amigo del PP opte por una renovación exprés es comprensible por la estabilidad, si se extrapola los seis meses que han hecho público con Garoña, y se mantienen los plazos establecidos, Almaraz tendría su renovación para sesenta años en diciembre de 2017, y Vandellós 2 en enero de 2018; se conjura un escenario de inestabilidad política y se reduce el margen de maniobra para la resistencia. Que una parte de la industria nuclear desprecie el escenario de inestabilidad política y pida dilatar el período de renovación es una muestra de lo segura que se siente, sea cuál sea la situación política que se dé; que otra parte (Enel-Endesa) pida ceñirse a lo reglamentado entra en la exigencia de normalidad y discreción de la industria desde 2011, también a la satisfacción con lo conseguido, y a la certeza de que hay mecanismos informales de negociación a los que se puede recurrir. Revisar los acontecimientos Garoña entre 2006 y 2017 aporta abundantes pruebas.
Sería una ingenuidad interpretar estas diferencias de criterios como conflictos, y adjudicar preferencias en función de eso. La única respuesta, dada la prepotencia del sector nuclear y sus aliados, es partir de la peor hipótesis posible: una renovación exprés, y organizar la estrategia con la vista puesta en ese escenario. Si, como fruto de un exceso de seguridad en si mismos de la industria nuclear y su gobierno amigo del PP, se llega a un retraso en el plazo de renovación de permisos, siempre se puede maniobrar con el viento del tiempo a favor; pero si los escasos dos meses que quedan se comete un error de estrategia, las posibilidades de corrección posterior serán mínimas. La industria nuclear podrá imponer los sesenta años sin oposición real.
NOTA: Más información en la HEMEROTECA DE ABRIL.
[Miguel Muñiz Gutiérrez es miembro del Moviment Ibèric Antinuclear a Catalunya, de Tanquem Les Nuclears-100% RENOVABLES y mantiene la página de divulgación energética http://sirenovablesnuclearno.org/, contacto sirenovablesnuclearno@pangea.org]
30/4/2017
¿Hacia dónde camina Francia?
Antonio Antón
Los resultados de la primera vuelta de las elecciones en Francia para la presidencia de la República indican que algo está cambiando. Es evidente la mutación del sistema de partidos políticos, de la representatividad de las distintas élites políticas, con dos hechos paralelos: agotamiento de la legitimidad del bipartidismo gobernante, la derecha liberal-conservadora de Los Republicanos (20,01%) y, particularmente, el Partido Socialista (6,36%); refuerzo de tres fuerzas ascendentes de la oposición, el centro neoliberal ¡En Marcha! de Macron (24,01%), el ultraderechista Frente Nacional de Le Pen (21,3%) y la izquierda de Francia Insumisa de Mèlenchon (19,58%), con posiciones antagónicas entre sí.
Con estos datos empezamos a darnos una primera idea de las grandes transformaciones electorales. La derecha y la izquierda gobernantes han perdido representatividad política y no son capaces de encauzar el conflicto social. La contraposición derecha frente a izquierda (oficial) ha dejado de ser el eje de encauzamiento de las preferencias ciudadanas. Esas referencias pierden capacidad explicativa y normativa.
Es necesaria la comprensión concreta de la realidad política y socio-histórica. Hay que considerar el papel, el discurso y el proyecto político-cultural y socioeconómico de cada una de las fuerzas ascendentes (y descendentes) y su interacción entre ellas y con la experiencia popular para profundizar en la interpretación de las tendencias principales, su sentido político y las perspectivas que se abren, contando con la hipótesis sobre los equilibrios probables tras las legislativas de junio.
Antes, señalo algunas características y los principales desplazamientos de voto, teniendo en cuenta que la participación (36 millones y 77,77%) ha sido alta y que la abstención ha aumentado ligeramente (1,7 puntos, 0,6 millones) del 20,52% al 22,23%.
Fracaso del bipartidismo gobernante
La primera característica es el fracaso de los dos partidos gobernantes de la V República, que se han alternado en la gobernanza institucional en las últimas décadas y, particularmente, que han gestionado la crisis socioeconómica desde la óptica neoliberal, regresiva y autoritaria, aun con algunos matices: la derecha de Sarkozy-Fillon (2007-2012) y la izquierda socialista de Hollande (desde 2012). El presidente francés y la dirección del PSF, salvando un primer momento con ciertas expectativas respecto de su autonomía en relación con el proyecto capitaneado por Merkel, enseguida adoptó un giro centrista hacia la estrategia liberal-conservadora y antisocial, precisamente de la mano del tándem Valls-Macron, frente a su ala de izquierda expulsada del Gobierno, que finalmente ha representado Hamon.
Entre ambos partidos gobernantes, que llegaron a sumar el 80%, desde la primera vuelta de las elecciones presidenciales del año 2012, han descendido treinta puntos (cerca de 23 puntos el PSF y más de 7 puntos la derecha): desde el 56% (28,6% Hollande y 27,2% Sarkozy) hasta el 26,4% (6,4% Hamon y 20% Fillon).
Los Republicanos de Fillon, además, han sido penalizados por su corrupción, quedándose en 7,2 millones. Respecto de los resultados de Sarkozy en 2012 (9,6 millones), habrían perdido 0,8 millones hacia Le Pen y 1,6 millones (el doble) hacia Macron.
El Partido Socialista ha sido castigado por la frustración de su base electoral con su gestión liberal, el incumplimiento de sus promesas sociales y su división interna. De los 10,3 millones de votos conseguidos por Hollande en 2012, más de un tercio, 3,6 millones, han ido a parar a Macron, capitaneados por el aparato institucional socialista de Valls-Hollande que, lejos de la lealtad debida al Partido Socialista, han preferido debilitarlo con tal de impedir un giro hacia la izquierda y un posible acuerdo con Francia Insumisa. A Mèlenchon se han dirigido unos 3 millones de los anteriores electores socialistas que sumados a los 4 millones que recibió su Frente de Izquierdas en 2012 dan los siete millones actuales. El actual representante del PSF, Hamon, del ala izquierda que ganó las primarias internas frente a Valls, solo ha retenido a 2,3 millones, menos de la cuarta parte de su electorado anterior (el mayor incremento de la abstención vendría de sus filas).
Por tanto, es evidente el castigo electoral al bipartidismo gobernante (mucho más al Partido Socialista, como en España) que ha representado al poder establecido y ha gestionado las políticas de austeridad del consenso liberal-conservador europeo (y francés). El malestar social o dolor ciudadano (la maladie) es general, hay una amplia desafección hacia la clase gobernante por su gestión de la crisis, por su incapacidad para garantizar el bienestar y la integración social y cultural de la sociedad francesa. Hay un bloqueo en la definición de un proyecto de país que aborde la encrucijada de sus diversas dicotomías: nacionalismo/europeísmo; autoritarismo/democratización; proteccionismo/globalización; neoliberalismo regresivo (más mercado, reducción gasto social)/derechos sociales y laborales (Estado de bienestar, regulación pública); segmentación popular y segregación étnica-cultural/igualdad social, integración solidaria y convivencia intercultural; seguridad/incertidumbre. Algunas oposiciones, sin embargo, no recogen la orientación más adecuada de progreso, intermedia o compleja, en la que hay que avanzar. Por ejemplo, un soberanismo europeísta, una globalización regulada o una seguridad con mejores derechos y libertades.
Ascenso de tendencias contrapuestas
Las tres principales fuerzas ascendentes representan tres dinámicas y proyectos antagónicos entre sí: el continuismo neoliberal regresivo (Macron); la involución autoritaria y segregadora (Le Pen); el cambio de progreso e integrador (Mèlenchon). No son formaciones totalmente nuevas, pero han utilizado un discurso de renovación frente a las dos viejas fuerzas descendentes que han dirigido el país. Veamos, primero, de dónde han incrementado sus apoyos electorales.
La plataforma ¡En Marcha! de Macron, aparte de su infraestructura organizativa y territorial, ha recibido más de un tercio (38%) de su electorado (3,3 millones, 9,13%) desde el Movimiento Demócrata del viejo centrista Bayrou (cuyo apoyo, junto con el de Mèlenchon, resultó decisivo para la victoria de Hollande en la segunda vuelta de 2012 frente a Sarkozy); el 42% (3,6 millones) proceden del PSF, y el 20% (1,6 millones) restante de Los Republicanos.
El Frente Nacional de Le Pen, en 2012, ya recibió 6,3 millones de votos (17,9%). El crecimiento es limitado, de 1,4 millones, procedente de Los Republicanos.
Y Francia Insumisa, continuador del Frente de Izquierdas que obtuvo 4 millones (11,1%), ha incrementado su voto en 3 millones, procedentes del Partido Socialista.
Por otro lado, hay que citar la poca relevancia representativa y de influencia política de dos grupos de izquierda radical, partidarios de la salida del euro: el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), con el 1,1%, y el trotskista Lucha Obrera, el 0,7%; ambos con un peso similar al de 2012.
Esas tres formaciones políticas principales tienen en su discurso algunos puntos comunes: el cuestionamiento de la actual clase política gobernante, con un lenguaje crítico contra esas élites tradicionales, y su apelación al ‘pueblo’ para incrementar su representatividad. Es decir, tienen connotaciones llamadas populistas frente al establishment político, pero su grado de oposición y la amplitud del adversario son muy distintos. Van desde un pequeño recambio de la élite política, negociando e integrando a la vieja élite (Macron), a una sustitución más amplia de la clase política gobernante, siendo cuidadosa con el auténtico poder económico e institucional (Le Pen) y hasta un reequilibrio más profundo del poder establecido (político y económico), ensanchando la participación popular (Mèlenchon). Por tanto, la oposición élites (oligárquicas) / pueblo tiene tres lecturas diferentes, con grandes y contrarias consecuencias sustantivas, imposibles de encajar en una misma ‘nominación’ (populismo).
Una interpretación realista
En Francia algo está cambiando, pero no poseemos marcos interpretativos adecuados. Empiezo por algunos problemas de enfoque para explicar luego la estrategia y el discurso de Macron y los dilemas y perspectivas de los cambios en Francia.
Ya hace cuatro décadas, E. Laclau hablaba de un populismo de clases dominantes y otro populismo de clases dominadas. Ch. Mouffe avanza y distingue entre un populismo de derechas (o reaccionario) y otro de izquierdas (o democrático-progresista). En todo caso, el significante ‘populismo’ (al igual que ‘izquierda’) es polisémico y equívoco, especialmente en Europa con un potente populismo derechista, xenófobo y reaccionario. Es difícil ‘resignificar’ ese significante; además, se manipula mediáticamente para adjudicar a fuerzas alternativas características antidemocráticas, ultranacionalistas o extremistas que sirvan para aislarlas de la mayoría de la sociedad. Confunde más que aclara la interpretación y la posición normativa de las distintas tendencias políticas. No es muy conveniente su uso para identificar dinámicas de progreso. Hay que explicar e interrelacionar los hechos, su interpretación y su nominación, que debe precisar su significado. No vale el determinismo economicista ni el idealismo discursivo. Veamos la experiencia francesa.
El más claro ejemplo de populismo como antagonismo nosotros/ellos es el del ultraderechista Frente Nacional, no solo a desechar desde una óptica democrática e igualitaria, junto con otros fenómenos similares en otros países del norte europeo, sino a combatir abiertamente.
Por otro lado, Mèlenchon, de tradición republicana-socialista y de izquierdas, ha ampliado su discurso ecologista y un elemento ‘nacional-popular’, más bien gramsciano y algo bolivariano. Pero es difícil catalogarlo como populista de izquierda; en todo caso, de izquierda (insumisa) con componentes populistas.
Sobre todo, no tiene sentido nombrar a ambas corrientes políticas, una de derecha extrema y autoritaria y otra democrática y de progreso (como Podemos, Syriza o Bloco portugués), es decir antagónicas en lo sustantivo, con la misma palabra de populismo.
Lo secundario para el análisis es si hay un ‘momento’ populista, sumando hechos de dos sentidos contrarios, aunque tengan (al igual que con otras formaciones) alguna característica parcial común. Lo fundamental a dilucidar es si en la actual crisis política, aparte de su profundidad e intensificación, la tendencia dominante es reaccionaria-regresiva-autoritaria (a contrarrestar) o igualitaria-progresiva-democrática (a promover). La diferenciación y la pugna entre ambas son decisivas y hay que nombrarlas de forma distinta. La descripción y las palabras compuestas son inevitables hasta conseguir un consenso social sobre su significado.
Macron, que no es un simple tecnócrata financiero sino que también ha sido discípulo aventajado del filósofo (interpretativo y discursivo) P. Ricoeur, ha renovado su lenguaje con grandes palabras vacías (pueblo, reformas, modernización…) que ocultan más que desvelan su proyecto político real. Su discurso está incrustado con las estructuras reales de poder fáctico y cumple una función de enmascaramiento. Así, se ha definido como ni de izquierdas ni de derechas o recogiendo lo ‘mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda’. Ha utilizado una transversalidad político-ideológica de ‘extremo centro’, continuadora de la Tercera Vía o el Nuevo Centro del laborismo y la socialdemocracia de los años noventa. Pero también hay que precisar el significado de transversal según qué contexto para ser útil a un cambio de progreso. Tampoco es un ejemplo a imitar su populismo centrista.
Estrategia y discurso de Macron
Pero ¿cuál es la estrategia política o el modelo social y económico de Macron? Si en el tema de la inmigración es algo ambiguo, su proyecto socioeconómico está claro, el continuismo neoliberal regresivo, ya ejercido como Ministro de Economía: disminuir el gasto social por habitante, menores derechos sociales y laborales, privatizaciones, privilegios fiscales para las grandes empresas… Su plan modernizador, a consensuar con los conservadores y el ala derecha socialista y embellecido como europeísta, se basa en la estrategia liberal-conservadora dominante. Su intento es fortalecer las ventajas comparativas de su alto grupo financiero y productivo, estabilizar el poder político hegemónico y renegociar con Merkel un estatus más equilibrado, haciendo valer (todavía más tras el Brexit) su potencia militar y nuclear. Su objetivo es recomponer una nueva élite institucional (compartida y negociada con las dos fuerzas afines a derecha e izquierda) que frene el desgaste de legitimidad que ha sufrido el poder establecido (económico y político) en este periodo. Las oposiciones a ese ambicioso proyecto son dobles y aspiran a representar las dos dinámicas contrapuestas, por un lado la derecha extrema autoritaria-reaccionaria-etnicista y, por otro lado, la izquierda insumisa, democrática y popular-solidaria.
Por tanto, el antielitismo o el antiestablishment de su discurso son leves, así como es retórico su llamamiento al pueblo. Su posición se reduce, prácticamente, a modificar la situación preponderante, ya desgastada, de algunos altos representantes de las dos élites políticas tradicionales. Es una operación de ‘recambio’ representativo para consensuar y fortalecer la hegemonía de fondo del mismo poder establecido y reforzar similar estrategia de austeridad y dominación a las clases subalternas. Su discurso renovador (transversal en lo político-ideológico pero dependiente del poder establecido y parcialmente populista) está al servicio de la consolidación del grupo de poder oligárquico, asegurando la subordinación popular. Ha sido eficaz para desplazar y absorber al aparato institucional socialista con su desgastado discurso y su torpe gestión. Pero no ofrece un cambio sustancial de políticas —quizá a peor— y tampoco de gestores y representantes intermedios, que necesita recuperar.
Significa que, a pesar de la fuerte deslegitimación cívica de las dos fuerzas tradicionales y el amplio malestar social frente a la austeridad, todavía la mayoría de la población no ha llegado a un cuestionamiento profundo del bloque de poder liberal-conservador ni de la permanencia en el euro (la apoyan el 68%) o la UE. No hay crisis, en su sentido fuerte, del Régimen, del Estado o del capitalismo; no hay una perspectiva ‘revolucionaria’ inmediata. Falta todavía más erosión de la legitimidad social y la credibilidad ciudadana de la clase dominante y, sobre todo, mayor articulación cívica y apoyo popular a una opción de progreso. Otra dinámica se produciría en el caso de ganar Le Pen, cosa improbable (aunque no totalmente descartable).
Con los datos actuales, prolongados para las legislativas de junio y al margen de los efectos del sistema mayoritario a dos vueltas (que puede variar mucho el acceso a la Asamblea Nacional), se configuran tres grandes tendencias: La más homogénea, la reaccionaria y xenófoba de la ultraderecha, con entre el 25% y el 30% del electorado; la más fragmentada y pendiente de recomponer sus pesos relativos y el grado de acuerdo, la continuista liberal-centrista (¡En Marcha! con participación y dura negociación con la derecha y parte del Partido Socialista para construir el ‘extremo centro’), entre el 45% y el 50%; y la izquierda crítica (pendiente de la división socialista y la convergencia de Hamon y Mèlenchon), entre el 25% y el 30%.
Eso significa que dadas las peculiaridades del sistema electoral francés, si funciona el renovado pacto liberal-republicano, en forma de gran coalición tripartita y asimétrica, Macron contaría con una mayoría parlamentaria y una gran estabilidad gubernamental para emprender, de momento, su ambicioso proyecto reformador… regresivo. Se frenaría, de momento, la inestabilidad política y se avanzaría hacia la salida liberal-conservadora de la crisis, deseada por el poder establecido: hegemonía de los poderosos, subordinación popular con marginación de lo social, neutralización de las izquierdas, fuerzas alternativas y movimientos populares, democracia débil y mínima cohesión social, nacional y europea. Ése es el objetivo de la Troika, de Berlín, Bruselas y los ‘mercados’. Claro, que no es descartable la lucha cainita de las tres fracciones, con Los Republicanos parcialmente recompuestos y un Partido Socialista luchando por su supervivencia; llevaría a cierta ingobernabilidad y un escenario impredecible.
El cambio más relevante de esta recomposición de la élite política dominante es la práctica irrelevancia del Partido Socialista, cuyo aparato institucional, mayoritariamente, quizá se encuentre cómodo bajo el manto y el poder del centrismo neoliberal de Macron. Una parte de su electorado les puede seguir, como ha ocurrido ahora. Y otra parte de su base social y sus representantes inmediatos tiene la posibilidad de reenganche en la Francia insumisa de Mélenchon, que debería ser abierto, flexible y acordado. En todo caso, se encaminan hacia una desarticulación de su proyecto autónomo socioliberal, ya en decadencia y abandono.
No obstante, la gravedad de los problemas de fondo, los efectos limitados de la renovación discursiva y el pequeño y cosmético recambio dirigente, así como la ausencia de cambios socioeconómicos y políticos sustantivos que respondan a las demandas populares de progreso, prolongará la deslegitimación de la nueva élite política (atravesada por lo viejo). Además, según la evolución del conflicto social, se puede ampliar el descontento cívico frente al entramado económico-institucional liberal-conservador y europeo. Aun así, la pugna seguirá con la bifurcación entre las presiones (oligárquicas) autoritarias, segregadoras y ultranacionalistas y las dinámicas (populares) democráticas, igualitarias y solidarias. Esta última es la tarea para las fuerzas alternativas. Persiste la oportunidad para ensanchar sus apoyos sociales y defender los intereses y demandas de la mayoría popular.
Dilemas y perspectivas
Existe un dilema de fondo entre cambio democrático y de progreso y continuismo neoliberal autoritario: quién y cómo reconstruye un nuevo contrato social, favorable para las mayorías sociales, democrático-igualitario desde una cultura nacional popular integradora y una actitud solidaria en el marco europeo; o bien, cómo el poder dominante francés (sus principales fracciones) articula su hegemonía interna y su inserción en la conformación de la clase dominante europea (y mundial), al decir de la colega de sociología Marina Subirats; y si es capaz de evitar una posición real y simbólica (más o menos) subordinada al bloque de poder liberal-conservador centroeuropeo representado por Merkel.
Es decir, cómo queda Francia (sus élites dominantes y/o sus capas populares) en una UE entre dos campos fragmentados que se prefiguran: la hegemonía alemana con sus aliados centroeuropeos de Holanda y Austria —acreedores y con superávit comercial—, y la subordinación del Sur europeo —deudores y con déficit diversos—. O sea, existe una relación entre hegemonía del bloque de poder liberal-conservador (con la subordinación de las capas populares europeas, especialmente del Sur y el Este) y jerarquización u ordenación ‘nacional-estatal’ de la clase dominante (francesa y europea) que controla los recursos financieros, productivos e institucionales, así como los valores simbólicos. Y las recetas son distintas entre las tres opciones fundamentales.
Para la segunda vuelta las encuestas dan ganador a Macron, por el 60%, y perdedora a Le Pen, con el 40%, es decir, con veinte puntos de diferencia. Al primero se le sumaría gran parte del voto conservador, el voto socialista y la mayoría del ‘insumiso’. En el caso del electorado que ha apoyado a Mèlenchon, y según un sondeo, la gran mayoría del 62% votaría a Macron, el 29% se abstendría y el 9% votaría a Le Pen (es un porcentaje pequeño, pero indica la desorientación de algunos sectores populares); todo ello antes de los resultados de la consulta popular que están realizando y que va a definir la posición oficial de esa formación que pasa por evitar la victoria de Le Pen sin conciliar con el proyecto de Macron. Al Frente Nacional se le añadiría el voto recibido por el ultraderechista Dupont de Francia Levántate (4,7% y 1,7 millones), y a ese 26% se sumaría una parte (hasta la mitad) del voto conservador a Fillon; es decir, según esos sondeos, sin el cerco republicano total de 2002 a Le Pen (padre), podría arrancar todavía, adicionalmente, más de diez puntos.
Por tanto, aparte del apoyo electoral de la élite gobernante anterior (Fillon y Valls-Hollande) a Macron en la segunda vuelta, la cuestión es en qué medida debe negociar con esas dos fuerzas su proyecto ‘europeísta’. Es decir, como implementa su continuismo estratégico con la orientación liberal-conservadora dominante en Bruselas y Berlín (incluido el SPD), que ya han mostrado su alta satisfacción. Lo que se ventila en las elecciones legislativas es la estabilidad, cohabitación o el equilibrio relativo de la presidencia y el grupo parlamentario de ¡En Marcha!, necesitado de la colaboración de los otros dos viejos grupos gobernantes de la derecha y (parte de) los socialistas.
Ahí, es cuando se conforman (como en España) dos dinámicas paralelas: la consolidación del giro centrista y neoliberal del núcleo Hollande-Valls, con el apoyo (incluso participación) al Gobierno Macron, bajo amenaza de escisión del PSF; así como la neutralización de la posibilidad de acercamiento de Hamon a la Francia Insumisa de Mèlenchon, con el refuerzo de opciones alternativas y de izquierda. Esa apuesta del núcleo dominante en el aparato institucional del PSF no solo impide una deseable unidad popular sino que, dada la particularidad del sistema electoral mayoritario y a dos vueltas, prefigura la tensión entre las dos opciones socialistas y la minoración de la representación de ambas izquierdas.
Por otro lado, Le Pen representa una opción de fracciones oligárquicas (al igual que Trump aunque él sí contó con el conjunto de la derecha, el Partido Republicano) que, instrumentalizando el malestar popular para aumentar su legitimidad, pretende asegurar por la vía del nacionalismo excluyente su objetivo de incrementar su dominio interno mediante el autoritarismo, el ultraconservadurismo y la división popular con la segregación o exclusión de personas de origen inmigrante. Ante su proceso de declive económico relativo, su diversidad social y cultural y su subordinación al núcleo de poder centroeuropeo esperan recuperar la grandeur representada por una élite dominante reaccionaria, xenófoba y competidora con otros pueblos que margina a las capas populares más vulnerables.
En Francia siempre ha habido dos almas, dos identidades nacionales con amplias bases populares. Por un lado, la reaccionaria: conservadora, nacional-católica o etnicista (colaboracionista con los nazis), imperialista o militarista agresiva (Primera Guerra Mundial), colonialista (Argelia). Por otro lado, la progresista: democrático-republicana, ilustrada, laica, resistente, social e integradora de la diversidad étnica y cultural. Siempre ha tenido un bloque de poder fuerte, económico-empresarial e institucional, una clase dominante representada por la derecha con tendencias autoritarias, fuerte control social y subordinación de las clases subalternas; y también ha habido una importante oposición sociocultural y resistencia popular con fuerte identidad democrática y de izquierdas, desde la gran Revolución, con muchas fases defensivas y fragmentadas, pero con una cultura solidaria.
En ese marco impacta la crisis socioeconómica y las políticas de austeridad, sus graves consecuencias y las nuevas dicotomías que agudizan la división social. Las tendencias de fondo son contradictorias y es difícil interpretar la profundidad y, sobre todo, el sentido del cambio o, más bien, la ambivalencia de los distintos cambios. A la dificultad por la existencia de hechos contrapuestos, con fracasos y éxitos relativos, se añade el sesgo interpretativo condicionado por los intereses y la perspectiva de cada actor político y su reflejo en España. Habrá que esperar a su evolución. Pero la interpretación adecuada de la compleja realidad actual todavía es más necesaria para facilitar una posición transformadora.
Hace falta profundizar en un proyecto de país democrático y socialmente avanzado que resuelva su modernización económica y productiva y su inserción en una Unión Europea más justa y solidaria; que sea capaz de regular los embates más negativos de la financiarización globalizada y expresar un horizonte de salida de los distintos bloqueos económicos, institucionales y nacionales. Pero no existe un consenso social amplio. Existe una fuerte pugna en el propio diagnóstico de las prioridades y el desarrollo de las propuestas o estrategias de solución. Y, sobre todo, ante la legitimación de los discursos y la recomposición de las nuevas élites dirigentes o bien el reforzamiento de la participación y articulación popular. La alternativa, convenientemente renovada, sigue siendo, como en los dos últimos siglos, desde la gran Revolución francesa, entre las opciones liberal-conservadoras, más o menos autoritarias, regresivas y segregadoras (lo cual no es indiferente), y las dinámicas de progreso, democráticas, igualitarias y solidarias.
En definitiva, el carácter y el ritmo de los reajustes económicos, la continuidad de la eurozona, la reforma institucional de la UE y la misma convivencia ciudadana e intercultural, dependen de la evolución de la pugna por una dinámica u otra. O hacia una Europa más justa o hacia mayor disgregación social y nacional. El camino que escoja Francia va acondicionar fuertemente al conjunto europeo, particularmente al Sur.
[Antonio Antón es Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid]
28/4/2016
Desmasculinizar
José Ángel Lozoya Gómez
Si admitimos que el machismo es violencia y expresión relacional de la masculinidad, si aceptamos que la masculinidad se está convirtiendo en referente universal de la igualdad entre los sexos, si convenimos en que hombres y mujeres coinciden en el rechazo a la Feminidad… tendremos que reconocer que los llamamientos a “feminizar” no incluyen la necesidad de “desmasculinizar” la cultura, la política, las conductas de hombres y mujeres, la socialización de los niños y las niñas…
A principios de siglo hablaba en una entrevista de la necesidad de “feminizar” el referente universal con el que educar a las generaciones futuras, porque la igualdad entre los sexos se estaba dando en torno a los modelos masculinos tradicionales. Las mujeres se estaban masculinizando para sobrevivir en un mundo hecho a la medida de los hombres; se incorporaban al espacio público sin que nosotros llenáramos los huecos que ellas dejaban en el espacio privado, huecos que seguimos sin llenar. Se trató de cubrir estos huecos con políticas de igualdad, con apoyo a la dependencia y con la contratación de mujeres inmigrantes y ahora, con los recortes, se habla mucho más de feminizar la política que de feminizar a los hombres o hacer políticas feministas, como si fuera creíble que los políticos puedan feminizar nada sin antes desmasculinizarse.
“Género” es una de esas palabras que se están desgastado de tanto adulterarlas. Aunque el concepto partía de una diferenciación binaria cada vez más cuestionada, el “género” nos permitió hablar de las expectativas y los mandatos sociales a los que se sometía a niños y niñas en función de sus genitales para naturalizar y reproducir relaciones de poder asimétricas entre hombres y mujeres. Durante un tiempo se usó “género” como sinónimo de mujer, hasta que se admitió que la masculinidad es otra forma de género que ayuda a comprender lo que la sociedad espera de los hombres. Pero esa confusión entre lo biológico y lo cultural (social) perduró y oíamos hablar indistintamente de hombres/mujeres o de género masculino/femenino. Esta confusión propició que se reivindicara la “igualdad de género”, olvidándonos de que la razón de ser de los géneros son unas relaciones de poder que dictan una forma particular de tener que ser en función de los genitales, de que no hay igualdad posible sin la desaparición de los géneros, y de que la alternativa pasa por erradicarlos y consensuar unos valores universales que permitan a cada persona la libertad de intentar inventarse a sí misma en la singularidad.
La confusión está tan naturalizada que hay quien dice estar a favor de la igualdad entre los sexos sin que los hombres dejen de ser masculinos y las mujeres femeninas, como si fuera posible separar los géneros de sus consecuencias. Hay incluso quien sostiene que esas diferencias son necesarias para que surja el deseo sexual, aunque sospecho que sobre todo hablan del deseo heterosexual. Pero justificar los géneros, una socialización masculina y femenina diferenciada, requiere aclarar qué sentimientos o conductas se consideran positivas en los hombres y negativas en las mujeres y viceversa, sin privilegios, desigualdades o violencias que atenten contra la diversidad sexual y de género.
Creía que había acuerdo en el movimiento de hombres por la igualdad en torno a la necesidad de deconstruir la masculinidad y de erradicarla. Desde ese compromiso he combatido los discursos sobre “nuevas masculinidades” o “masculinidades alternativas”. El post-machismo y el neo-machismo demuestran que lo nuevo no siempre es mejor: son dos ejemplos de la capacidad de adaptación del Patriarcado para que parezca que todo cambia aunque no lo haga; pero aunque solo sean los mismos perros con distinto collar, son las únicas “masculinidades alternativas” que pugnan por la hegemonía. Por eso, cuando oigo a algunos miembros del movimiento de hombres por la igualdad, a los que respeto, hablar de “deconstruirnos para reconstruir nuestras masculinidades”, o de promover “masculinidades contrahegemónicas”, la necesidad de desmasculinizar me parece más necesaria que nunca. No sé de donde les sale esa necesidad de buscar una masculinidad alternativa, qué partes de la tradicional quieren conservar, qué les ata a la palabra masculinidad, ni si cuando hablan de deconstruirla lo que quieren es demolerla o reformarla.
Quienes hemos hecho una parte del camino de la deconstrucción de la masculinidad tenemos la responsabilidad de explicar cómo nos oprime la socialización de los hombres en el Patriarcado, el precio que pagamos por ir de machos por la vida o lo que nos cuestan los privilegios. Tenemos que convencer a otros hombres de la necesidad del cambio y mostrar a las mujeres que no les conviene confundir “empoderamiento” con la interiorización del modelo masculino, sin darse cuenta de que su relación con la masculinidad va más allá de sufrir los privilegios de los hombres: Indira Gandhi, Golda Meir, Margaret Thatcher, Condoleezza Rice o Angela Merkel nos muestran que ser mujeres no las vacunó contra el Patriarcado o el machismo.
“Feminizar” y “desmasculinizar” son dos caras de la misma moneda. La primera nos habla de lo que debemos incorporar: cuidados, empatía…; la segunda de lo que tenemos que abandonar: privilegios, agresividad, competitividad…
Sevilla, abril de 2017
[José Ángel Lozoya Gómez es miembro del Foro y de la Red de hombres por la igualdad]
5/2017
Gràcies, Lluís Llach!
José Luis Gordillo
A Lluís Llach hay que agradecerle muchas cosas. Desde su juventud, ha defendido una multitud de causas nobles y justas. Y siempre con un compromiso personal en todo aquello que ha considerado merecedor de ser defendido. Como todos sabemos, en los últimos años se ha significado como adalid de la independencia de Catalunya y, en coherencia con su toma de posición política, se presentó y salió elegido diputado por la coalición Junts pel Sí. Hay que suponer que los independentistas le estarán muy agradecidos por este último compromiso suyo. En cualquier caso, con su acta de diputado dejó de ser un cantautor jubilado y se convirtió en una autoridad con poder para legislar sobre la vida de los catalanes.
También los no independentistas debemos agradecerle ahora sus clarificadoras palabras (una obviedad, por lo demás) acerca de lo que les puede suceder a los funcionarios que no cumplan y no hagan cumplir la Ley de Transitoriedad Jurídica que, según dicen sus promotores, se aprobará en breve en el Parlament. Quienes son funcionarios en Catalunya le deben estar más agradecidos todavía porque, de golpe, les ha permitido atisbar el futuro que les aguarda, pues Llach, en realidad, les ha augurado que todos ellos van a ser sancionados.
En efecto, la aprobación de la Ley de Transitoriedad Jurídica va a plantear un dilema diabólico a los trabajadores públicos catalanes: si no la obedecen serán sancionados por la Generalitat, pero si lo hacen serán sancionados por la Administración central del Estado español. Así pues, hagan lo que hagan, sean cuales sean sus convicciones, todos serán sancionados. Lo único que pueden hacer es elegir la autoridad que les va a sancionar.
Ahora bien, detrás de los funcionarios va el resto de la población catalana. Como muy bien ha recordado el mismo Llach, a partir del momento en que se apruebe la citada ley los ciudadanos catalanes deberán pagar sus impuestos a la hacienda catalana y deberán dejar de hacerlo a la hacienda española. Con lo cual, el dilema al que se enfrentarán los funcionarios será el mismo al que se enfrentará todo el mundo: o pagan a la hacienda catalana y son sancionados por el gobierno español, o pagan a la hacienda española y entonces serán sancionados por la Generalitat (sí, vale, también pueden pagar a las dos haciendas, pero entonces la broma les va a salir por un pico).
Las palabras de Lluís Llach, como con anterioridad las del ex-senador Santiago Vidal sobre la recopilación de los datos fiscales de los ciudadanos catalanes (otra obviedad), anuncian el final de la fase revolució dels somriures y el inicio de la fase la independència no és fer un foc de camp del interminable procés.
El contenido de la Ley de Transitoriedad Jurídica es secreto, pero sus promotores lo asocian a la convocatoria del referéndum de autodeterminación. Los independentistas han venido explicando con medias verdades y mucho marear la perdiz para que sus comodonas bases no se asustaran, que el Estado español no va a permitir la convocatoria del citado referéndum y, por consiguiente, para poder celebrarlo se necesita una declaración simultánea de independencia. Las dos cosas van juntas y lo uno no se puede hacer sin lo otro. Pero ¿qué clase de mandato democrático tienen para poder hacerlo?, ¿una mayoría parlamentaria obtenida con una ley electoral que distorsiona el peso de los votos en función de la provincia en la que se emiten?, ¿una mayoría parlamentaria que es contradictoria con la mayoría electoral que, en las elecciones del 27 de septiembre de 2015, dio sus votos a formaciones políticas no independentistas y que para más inri fueron presentadas por quienes las convocaron como plebiscitarias? Ningún demócrata puede apoyar una decisión de esas características. Ni expresa la voluntad mayoritaria de los ciudadanos catalanes, ni tampoco se le puede llamar a eso "revolución" (de las sonrisas o del llanto y crujir de dientes). Jurídicamente se llama sedición (artículo 544 del CP, castigado con penas de prisión de entre ocho a quince años) y políticamente putsch o golpe de Estado.
Tras el congreso fundacional de Un País en Comú la dirección de "los comunes" ya sabe a ciencia cierta que su militancia no es independentista, pues sólo 148 personas votaron a favor de la secesión de un total de 1.200. Lo cual es otra obviedad, porque si hubieran sido independentistas se habrían apuntado a la CUP y ahora estarían digeriendo el apoyo a los presupuestos de Puigdemont y el rechazo a hacer lo mismo con los presupuestos de Barcelona en Comú en el Ayuntamiento de Barcelona. Sin embargo, dicha dirección ha aceptado, antes y después del citado congreso, participar en el Pacte pel dret a decidir y secundar los llamamientos a favor de un referéndum. No está claro que fueran conscientes de la encerrona que supone la Ley de Transitoriedad Jurídica. En el momento de su votación, también ellos deberán tomar partido y las dos opciones posibles que pueden elegir (votar a favor o en contra) van a tener un coste político elevado. Pero si votan a favor de la Ley el precio que deberán pagar no será solamente político sino también penal.
Hay muchas causas por las que vale la pena arriesgar la libertad. Por ejemplo, por casi todas las causas por las que ha luchado Llach antes de su conversión en autoridad que aprueba leyes sancionadoras. Pero por la "Catalunya, nuevo Estado de Europa" no merece la pena arriesgar la libertad de nadie. Y menos la de los de abajo. La izquierda social catalana no tiene nada que ganar con esa aventura tragicómica y sí mucho que perder. Optar porque te sancionen los corruptos de la Gürtel en lugar de los patriotas del 3 % no tiene nada de emancipador. De lo que se trata es de unir fuerzas en toda España, como hicieron los luchadores antifranquistas, para acabar con la estaca de la miseria y la corrupción.
28/4/2017
Ensayo
Luis Felip López-Espinosa
De la política clásica al activismo en red
El ciclo político de movilizaciones iniciado con el 15-M, y continuado por las Mareas y por las Marchas de la Dignidad, se basa en la larga crisis económica y en el desigual reparto del coste de dicha crisis, gestionada en beneficio de la oligarquía española. Aunque este ciclo político ha quedado aparentemente en segundo plano tras un intenso ciclo electoral, las causas que lo impulsaron persisten. Es por eso que ante la fase actual debemos reivindicar la vigencia de la movilización, de la presencia en el conflicto y de la organización de una respuesta coordinada en las calles y en las instituciones que haga frente a las condiciones de precariedad y de desigualdad que atraviesan la vida cotidiana.
1. Caballeros de la virtud
Todo cambio social implica una noción de qué es la ideología (de cómo funciona ese marco imaginario que estructura nuestras creencias y expectativas acerca de la realidad social donde habitamos). Ningún cambio social se realiza únicamente desde lo programático, pues los sujetos que llevan a cabo ese programa lo hacen condicionados por dichas creencias y expectativas. Y para entender ese marco ideológico que subyace a toda visión del cambio político vamos a dar un rodeo a través de la filosofía.
Hegel dedica un pasaje de la Fenomenología del Espíritu (capítulo V, B) al proceso de superación de la conciencia burguesa en la época moderna, una conciencia que está marcada por el individualismo. El individuo moderno, según Hegel, se rebela contra la sociedad, las leyes y las costumbres. Esta conciencia burguesa pasa por tres formas o figuras que la conciencia racional considera válidas en tanto aisladas:
- El placer y la necesidad. El individuo burgués se retrae en su Yo como única realidad cierta, buscando su reconocimiento por medio del goce en una suerte de estadio estético (al modo de Fausto o de Don Juan). En este estadio, sin embargo, se estrella, desamparado, contra la necesidad del mundo real.
- La ley del corazón y el delirio del engreimiento. El individuo reconoce entonces que no puede realizar su felicidad a través de los placeres mundanos, y pasa a buscarla en su ley moral interior, una ley enfrentada al mundo. Pero esta ley es contradictoria, pues al ejecutarse pierde su carácter de ley moral enfrentada al mundo. De ahí el refugio en utopías irrealizables, pues la realización de la utopía constituye la renuncia a la utopía misma.
- La virtud y el curso del mundo. El caballero de la virtud opta pues por un proyecto más amplio, renunciando a la individualidad para alienarse y sacrificarse en un programa transformador. Pero esta virtud choca siempre con el curso del mundo; mientras el caballero de la virtud puede sacrificarlo todo menos su propia posición subjetiva, el curso del mundo carece de centro y de principios, y puede permitirse arriesgar toda particularidad.
El «caballero de la virtud» es inflexible y, por ese motivo, su adversario parte con una ventaja decisiva y abrumadora. El caballero de la virtud se halla en lo sólido que no puede ceder en sus posiciones maximalistas [1], mientras que el curso del mundo abarca y comprende ese momento y todos los demás. En otros términos, la virtud tiene una esencia, se halla fijada en un momento y en realidades concretas, pero el curso del mundo, el orden establecido, es global. En él «nada es subsistente y absolutamente sagrado, sino que puede arriesgarse a la pérdida de todo y de todos» [2]. Por ese motivo afirma Hegel que la virtud sin más no puede vencer: tiene más razón, pero tiene menos realidad. Tiene su centro en una esencia, y su base en realidades históricas concretas donde la virtud se realiza (el movimiento, el partido, el socialismo realmente existente...); en cambio, el mundo burgués no tiene centro y por ese motivo puede sacrificarlo todo.
Y ¿cuál es, para Hegel, el resultado de este fracaso de la lucha entre la virtud y el mundo? Hegel contesta que la siguiente etapa superadora es la praxis moderna. En la praxis, la conciencia se desprende de la representación del bien, y reconoce que «el curso del mundo no es tan malo como parecía» [3]. ¿Está Hegel, pues, girando a la derecha para decirnos que hay que renunciar al propósito de transformar la sociedad? ¿Debemos renunciar a la racionalización de la realidad existente, y conformarnos con esa razón instrumental que caracteriza al mundo burgués?
Las cosas son bien distintas. Según Hegel, la individualidad que, instrumentalizando la razón para sus fines particulares, es la protagonista en el curso del mundo,
puede muy bien creerse que actúa sólo para sí o egoístamente, en beneficio propio; es mejor que lo que ella se cree, su actividad es, a la vez, algo que es en sí, actividad universal. Cuando actúa egoístamente, entonces no sabe lo que hace, y cuando asevera que todos los hombres actúan egoístamente, tan sólo afirma que ningún hombre tiene conciencia de lo que es la actividad [4].
De este modo, el hacer individual tiene un valor. Pero, cuando afirma servir a un fin individual o cortoplacista, no sabe realmente lo que hace. Y aquí encontramos, en la praxis moderna, la plasmación de la ideología según la había caracterizado Marx en el apartado sobre el fetichismo de la mercancía: los individuos no saben lo que hacen, pero lo hacen [5].
2. Otra forma organizativa para otro cambio social
«El curso del mundo no es tan malo como parecía» es otra de esas frases paradójicas en Hegel. No significa una retirada conservadora, sino un reconocer que estamos en el mundo, un decidirse a tejer redes entre el pueblo que existe realmente y del cual formamos parte. Conlleva muchas cosas que a veces olvidamos los activistas: que no sólo hay que formar parte del mundo, sino incluso amar el mundo, sentir y padecer junto a los nuestros, tener aprecio por las cosas mundanas a la vez que impugnamos el sistema y demandamos un orden más racional. Amar el barrio, comprender a nuestros vecinos más allá de su credo, disfrutar de la cultura, de la música, de la fiesta, participar de asociaciones y clubes más allá de tu partido o tu sindicato... Son todas las recetas para inspirar una teoría consecuente de la hegemonía para este siglo XXI donde el cambio no se articula desde islas autónomas de pureza moral, sino por medio de redes conectadas entre sí y con la totalidad social.
Esto significa que la transformación social no es algo que lleven a cabo los caballeros virtuosos de la organización, del partido o del sindicato. La organiza la gente, los jóvenes, las mujeres y los precarios, aquellas personas que conocen los problemas reales de primera mano y que no "bajan" a los conflictos, sino que los sufren, los padecen y los disputan formando parte de los mismos. Pero la organiza incluso la sociedad en su conjunto, marcándose fines que no pueden realizarse sin una conmoción de sus propios cimientos. Estos auténticos activistas son ciudadanos corrientes, empoderados, conectados permanentemente entre sí, en una forma de red confluyente, plural y dinámica, que desborda a los ingenieros de la revolución.
Ni Podemos, ni IU, ni las confluencias, ni ninguna otra organización esencialmente política pueden pretender autoerigirse por sí mismas como tal movimiento aglutinador de la calle y de las instituciones. El concepto de partido-movimiento es intrínsecamente problemático y contradictorio, máxime en estos tiempos donde las clases populares se hallan en un estado de fragmentación social y laboral. Y desde luego, esa conectividad de partido y movimiento no se crea o decreta, sino que se autoorganiza manteniendo y superando la inmediatez dada. Ante los movimientos sociales, las organizaciones políticas tienden a pensar que es su deber erigirse como espacios en sí mismos de unidad popular o como movimientos político-sociales, cuando el gesto debiera ser también el inverso: su trabajo debe consistir en dejarse desbordar por el movimiento real, y en propiciar la aparición de un poder popular real cuya praxis sea en sí misma referenciadora y hegemónica: como lo han sido en este país el 15M, las Mareas o las Marchas por la Dignidad.
Esta construcción de poder popular real y de un movimiento social y político impulsado desde abajo supone aprender a sumar, a confluir con amabilidad, sin anteponer intereses sectarios o personales, y aglutinar intereses y perspectivas diversas para construir un bloque de ruptura. Lo prioritario no es únicamente alcanzar compromisos políticos entre partidos, sino un pacto social que sume a aquellos sectores que pueden implicarse en la construcción real de poder popular.
Notas
[1] «...es, a sus ojos, una esencia que no se puede abandonar» (G.W.F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, Madrid, Abada, 2010, p. 469.)
[2] Ibíd., p. 467.
[3] Ibíd., p. 471.
[4] Ibíd., p. 473.
[5] K. Marx, El capital, Volumen 1, Madrid: Siglo XXI, 1975, p. 90.
10/4/2017
Edgardo Logiudice
Reconversión industrial, algunas cuestiones
Innovaciones, emprendedores, robots, ideologías
Ya no es fecunda para todo la teoría del valor de Marx,
por haberse cumplido exacerbadamente algunas lúcidas
previsiones suyas.
Juan-Ramón Capella, "Marx, más allá de la teoría del valor",
mt-e, n.° 152, diciembre 2016 (http://www.mientrastanto.org/boletin-152)
Emprendedores ideológicos
Emprendedores ideológicos nos vienen sacudiendo con algunas innovaciones discursivas. Se suman con nuevos estilos a algunos ya veteranos, como Jorge Castro de Clarín. Este último conocedor de la jerga marxista que ya bregó por la revolución productiva siendo funcionario de Saúl Menem.
El centro de la cuestión gira alrededor del empleo, mejor dicho el desempleo que genera una probable reconversión industrial en escala, con la que vienen amenazando.
Por ahora el asunto funciona como amenaza para unos (los que se podrían quedar sin trabajo y algunos pequeños industriales) y como esperanza para otros (los que confían en salir de pobres con las innovaciones). Para los primeros el asunto se presenta como competitividad, para los segundos como crecimiento, con la “consecuente prosperidad”.
Para los primeros significa tendencia a la baja de los salarios o liso y llano cierre, para los segundos la más clara azarosa inseguridad social legitimada con el título de emprendedor. Para los primeros con pérdida de derechos gremiales y sociales y para los segundos la muy posible trampita de los microcréditos y la segura bancarización que vino a vender nuestra reina Máxima de Holanda por cuenta y orden de la Agenda 2030 del Programa de Desarrollo se las Naciones Unidas orientado por las reuniones de Davos y Davositos. Es decir las reuniones públicas y privadas donde se cocinan las estrategias de los más grandes capitalistas del orbe.
Y el chantaje mayor es que sólo el cumplimiento de estos “objetivos” es la condición de las inversiones que conducirán al crecimiento que, dentro de veinte años acabará con el hambre y la pobreza.
Por acá —por la República Argentina— todavía no aparecieron, porque nuestros CEOs no son de los más lúcidos, ciertos rasgos de lucidez que tienen algunos grandes capitalistas que ven el peligro de la ingobernabilidad, como algún Bill Gates con su impuesto al robot, al menos como probable forma de contención.
Pero lo cierto es que el problema existe y esa es una de las lúcidas previsiones a las que se refiere Capella.
La exacerbación de Marx
En el trabajo citado arriba el filósofo catalán nos recuerda algunos fragmentos de los Borradores de 1857/58. Se trata de textos del Capítulo VII que en la jerga, sobre todo de aquéllos que abordaron la cuestión del capitalismo cognitivo (en particular Carlo Vercellone), se conocen como el general intellect. Indagaciones similares aparecen en el Cuaderno XX escrito entre marzo y mayo de 1863 [1].
La cuestión ha dado lugar a diversas interpretaciones en relación a su pretendida propiedad como al desempleo de un sector de la fuerza de trabajo.
Lo cierto es que Marx entrevió allí el problema vinculándolo a la teoría del valor y a las innovaciones, cuando el desarrollo de las ciencias era aún incipiente.
Si bien la cuestión de la propiedad fue abordada por algunos autores en relación a la apropiación privada de un producto eminentemente social, no lo fue tanto en relación a las nuevas modalidades de la propiedad en la época del capitalismo con hegemonía financiera. Por los apólogos de la tecnocracia, es directa y deliberadamente ignorada.
Respecto a la cuestión de la propiedad, es decir a la apropiación de los productos del intelecto general quienes se han ocupado del tema hablan de “cercamiento”.
En síntesis la observación-previsión de Marx en esos textos significa:
a) La generación de la riqueza, es decir los resultados de la producción, con la incorporación de la ciencia (el elemento intelectual del trabajo humano, único creador de valores de uso —entre ellos los medios de subsistencia—) depende fundamentalmente y de modo creciente de los agentes que son puestos en movimiento en esa producción más que del tiempo de trabajo inmediato de los productores.
b) El trabajo excedente apropiado sobre el que descansaba el industrialismo de su tiempo pasa a ser una base miserable en relación a la creación de la riqueza y el desarrollo de la ciencia va dejando de ser el trabajo de unos pocos para convertirse en un producto social.
c) El conocimiento se ha convertido en una fuerza productiva inmediata. Ese conocimiento es un producto del intelecto general social a través la invenciones que se convierten en una especie de artesanado, como factor autónomo (C. XX, 163).
d) Se produce la separación de la ciencia, como ciencia aplicada, del trabajo directo. (C. XX, 163). La ciencia aplicada se encarna, se materializa en la maquinaria y el proceso de la producción en general.
e) El constante perfeccionamiento de la máquina disminuye el número de obreros ocupados (C. XX, 156). Hace superflua la fuerza de trabajo viva y, en consecuencia, la devalúa.
f) El intelecto general no puede ser medido por el tiempo de trabajo. Vale decir no puede ser considerado una mercancía.
Este último punto es el que aparece así en el texto de Marx: “El capital […] se propone medir con el tiempo de trabajo esas gigantescas fuerzas sociales creadas de tal suerte y reducirlas a los límites requeridos para que el valor ya creado se conserve como valor”.
Es lo que sucede con las patentes, los royalties, las franquicias, etc. que, a través de su consideración como propiedad privada objeto de compraventa queda cercado para el conjunto social que los produce. Se trata en realidad de bienes intangibles que en virtud, por ejemplo, de su capitalización contable, adquiere un valor que queda al arbitrio azaroso del posible mercado futuro, pero que se transforma en dinero a través, por ejemplo de la cotización de las acciones.
Esto es lo que sucede con las innovaciones que, además, juegan otros papeles económicos, ideológicos, políticos y sociales. Éstas han dejado hace tiempo de ser un artesanado para ser ya una verdadera industria y muchas veces más que gratuitas para las corporaciones con nuevas tecnologías que aprovecha de ella.
Pero por ahora vayamos a la cuestión del desempleo.
Ahorrar trabajo vivo
La producción digitalizada, los nuevos materiales, la producción 3D, la interconectividad, la llamada economía colaborativa, tienen como objetivo explícito ahorrar trabajo vivo. Algo que no solamente en sí mismo no es criticable sino que, además, parece un proceso irreversible. Lo que no quiere decir que no tenga límites o, que violándolos no aparezcan riesgos, por ejemplo los ecológicos que todos conocemos y los humanitarios que, para los sectores dominantes se denominan gobernabilidad.
Tanto la estrechez de miras de los propios capitalistas acuciados por tener siempre en movimiento sus capitales —porque capital que no se invierte no es capital—, como sus apologistas deliberados ignoran o pretenden ignorar el desempleo masivo que provocan los nuevos procesos productivos.
Entonces el ahorro de trabajo sólo significa competitividad para el crecimiento. Esto es, desocupación y bajos salarios.
Jorge Castro, aparentemente marxista en otros tiempos, hace años viene insistiendo en el intelecto general, y ha pasado de ser entusiasta suyo en los Estados Unidos a serlo en China, sin olvidar por supuesto Alemania.
En un reciente artículo plantea “La economía norteamericana se expande en todo su potencial (2,6% anual) en los tres primeros meses del año, con una tasa de inflación anual de 1,9% […]. También dispone de un nivel de desocupación (4,8% en enero de 2017) que equivale a un virtual pleno empleo […].” El resultado es que la economía de EE.UU. —la primera del mundo— podría crecer 3,5-4% por año en 2018, muy por encima de la tasa de crecimiento potencial de largo plazo (2,6% anual). […] La clave es lo que sucede con la fuerza de trabajo. Los hombres jóvenes (25-35 años) en condiciones de trabajar que dejaron de buscar empleo o abandonaron el mercado de trabajo hoy ascienden a 1,85 millones. Esto hace que el nivel de participación laboral sea el más bajo de los últimos 70 años (69,4% en 2002, 62,3% en 2016)”.
En suma: la primera economía del mundo, en expansión, con una tasa de crecimiento alta, con una tasa de desocupación considerada hoy pleno empleo, tiene una participación laboral en la que casi el 40% (dos quintas partes) ya no tienen nada que ver con el trabajo.
Parece que el crecimiento no crea empleo: ahorra trabajo vivo, “baja el nivel de participación laboral”. Y con él la desigualdad y la pobreza. El FMI cifró, para el 2016, en 46,7 millones de estadounidenses, un 15% de la población, los que viven en niveles de pobreza.
Las nuevas tecnologías
SAP SE es una empresa multinacional alemana dedicada al diseño de productos informáticos de gestión empresarial, tanto para empresas como para organizaciones y organismos públicos. Steve Hunt es el Vicepresidente de Investigación en Gestión de Capital Humano.
Contra lo que el sentido común indica —que la incorporación de tecnología en las empresas destruye puestos de trabajo— sostiene que la tecnología no elimina sino que crea trabajo “porque impulsa el crecimiento económico”. Lo dijo en una entrevista a Clarín.
“Hay un mercado de trabajo muy calificado, la gente que diseña y repara máquinas; y otro sin ninguna calificación, la gente que simplemente hace andar las máquinas […]
Solía haber un camino que conducía desde los trabajos no calificados hacia los calificados. Y la tecnología está eliminando ese paso y eso está creando esta separación entre dos diferentes mercados de trabajo. Esto es lo que vemos. Todavía no sabemos qué significa, pero es uno de los desafíos que enfrentamos […]”.
Sin contar ya los directamente eliminados que, algún día, tampoco sin saber cómo, el “crecimiento económico” absorberá, tenemos la separación de los sin calificación. Eso sí, no sabemos qué significa, pero es un desafío.
Accenture Limited es una empresa multinacional dedicada a la prestación de servicios de consultoría, servicios tecnológicos y de outsourcing. Fue constituida en Bermudas, aunque trasladó su domicilio social a Irlanda. La marca Accenture fue creada en 2001, tras abandonar el nombre Andersen Consulting debido al desprestigio por estar involucrada en el escándalo financiero de Enron.
Sergio Kaufman es su presidente para Argentina. Asegura: “si bien es información que todos tenemos, nuestro miedo al futuro nos impide procesar adecuadamente: con cada cambio tecnológico se crearon más y mejores puestos de trabajo […]”.
Pero “El proceso de transformación de los robots virtuales y la inteligencia artificial invade trabajos industriales y administrativos. Ahora, surgen las preguntas: ¿qué hacemos? ¿cómo prepararnos mejor para el trabajo del futuro? La respuesta es vital: con educación. […] Involucrarnos tempranamente y con urgencia en la formación de habilidades creativas, de interacción humana, artísticas, tecnológicas, científicas e ingenieriles funcionará no sólo como un amortiguador de los problemas de empleo, sino como un generador neto para aquellas sociedades que lo entiendan y dediquen esfuerzos conjuntos para reformular su sistema educativo […]”.
Habrá que esperar un tiempito para que la educación amortigüe los problemas de empleo (desocupación tecnológica) con la esperanza de que el cambio genere más y mejores puestos de trabajo.
¿Quién será el robot?
Patricio O'Gorman, vinculado también a Accenture, alumno también del Champagnat, del Collège du Lemán, Suiza y, naturalmente Harvard.
Creo que vale la pena atender a sus consideraciones, comenzando por su aspiración final en relación a la idea de un Ingreso Básico Universal: “Quizá podamos aspirar a una Argentina donde gracias a la tecnología no tengamos que tolerar piquetes, paros o cortes de ruta —algo que en estos días sería bienvenido por cualquier porteño—. Todos tendríamos un ingreso asegurado sin depender de una actividad específica, al menos hasta que los robots organicen su sindicato y nos corten Internet”.
Independientemente de tan loable deseo su artículo roza temas importantes.
“La automatización resultante del encuentro entre la inteligencia artificial (IA) y la tecnología es una amenaza real y tangible para muchos empleos actuales. […] Y la mayoría de las personas que se quedan desempleadas carecen de recursos para adaptarse y competir con máquinas y software que ni siquiera se toman feriados o vacaciones. Este año en un foro laboral en Davos se estimó que la robótica, la IA y la nanotecnología desecharán 5 millones de empleos para el 2020 en el mundo, aunque crearán otros 2,1 millones nuevos, alrededor de habilidades como matemáticas, arquitectura e ingeniería”.
“Un estudio de la firma 24/7 Wall Street que analizó proyecciones del Bureau of Labor Statistics en EE.UU. establece que entre las profesiones más afectadas están los operadores telefónicos, analistas estadísticos, agentes de viaje y operadores de plantas gráficas. Los operadores telefónicos tendrían la caída más grande, de aproximadamente 42% entre 2014 y 2024 en Estados Unidos.
Otro estudio de mediados del 2015 de NPR indica que telemarketers, cajeros y choferes tienen una probabilidad superior al 97% de desaparecer en los próximos diez años.”
Nada dice de los obreros empleados en la industria manufacturera. Es probable que, como Jorge Castro, los considere ya fuera de todo juego, ese casi 40% de la fuerza laboral. Al que el Presidente Trump le ha prometido la vuelta al trabajo, y con la que las empresas norteamericanas que siguen usufructuando la mano de obra barata asiática no quieren saber nada de volver a casa.
“Las disciplinas más valoradas en el futuro tienen mucho que ver con lo 'humano'.”
“Las fuerzas de seguridad también estarían a salvo de ser reemplazadas masivamente. Los empleos menos afectados se relacionan con las habilidades sociales y las tareas que requieren un enfoque basado en la empatía y cooperación, habilidades de muy difícil replicabilidad en las máquinas”. Tendremos una policía habilidosa, empática y cooperativa, seguramente porque no habrá piquetes ni Daríos Santillán.
Lo que probablemente haya sea otro tipo de robots.
“Sin darnos cuenta, ya hemos dejado entrar a los algoritmos a nuestras vidas laborales (LinkedIn), transporte diario (Waze [GPS]), entretenimiento (Netflix), compra (Amazon) e inclusive los llevamos a la cama (Tinder, Happn [hot y levante]).”
Cita luego a Yuval Noah Harari (historiador israelí).
“A tal punto llega la intromisión de la tecnología que Yuval Noah Hakari, en su más reciente obra “Homo Deus”, habla no sólo de la potencial pérdida del empleo sino de la pérdida de individualismo y libertad al ceder una parte representativa de nuestras elecciones a las máquinas.
Parece haber una sumisión a las tecnologías. En general no se contradicen las órdenes del GPS. Los algoritmos controlan los hábitos de compras, ofrecen ventajas por ellas, y el cliente empieza a esperar un retorno automático por parte de la empresa. No busca, espera los premios por su fidelidad a una “aplicación”.
“Este tipo de acciones es relativamente simple, pero muestra cómo pequeños esfuerzos tecnológicos pueden resultar en grandes ventajas bien valoradas por los clientes.
Los usuarios se transforman en clientes-consumidores robotizados.
“Es un principio de minimalismo muchas veces presente en sitios web; que no requieren intervención humana a menos que ésta sea realmente indispensable. Las implicancias de estas tendencias son muchas, profundas y no siempre agradables”.
De este modo las tecnologías orientadas hacia ciudadanos clientes, consumidores, constituyen pérdida de individualidad y libertad, en el contexto de un pretendido liberalismo.
“Resulta casi una obviedad a esta altura decir que el empleo se verá al menos afectado. En el mejor de los casos, las personas que resulten redundantes en un proceso de automatización podrán re-entrenarse en otras tareas; aunque vale aclarar que esto implica necesariamente un esfuerzo de capacitación y reubicación que no todas las empresas podrán brindar y no todos los empleados aceptarán […] muchos gobiernos reconocen que la tendencia hacia la automatización es prácticamente irreversible.”
La cuestión se plantea entonces como proceso irreversible donde el destino de buena parte de los humanos o se transforma en un robot o resulta redundante, sobrante. Librado a la caridad, sin esperanza de ser incorporado a ninguna reserva.
“En el caso extremo de un aumento masivo del desempleo estructural, Bill Gates, Stephen Hawking y Elon Musk mencionan diversas alternativas, tales como el impuesto al robot e instauración de un régimen de Ingreso Básico Universal sin una contraprestación laboral. Estas ideas son bastante disruptivas y están siendo estudiadas (e inclusive probadas) con minuciosidad […]”.
El Impuesto al robot, la gobernabilidad y la propiedad
Bill Gates y otros del mundo de la tecnología están preocupados por el temor de que muchos humanos podrían quedar obsoletos. Esto significa —dicen— mayor desigualdad, palabra que suele encubrir la pobreza, a la que están expuestos sectores de trabajadores que son clasificados —y se autocalifican— como clases medias.
El ingenioso artilugio de Bill Gates es el de que los robots deberían pagar impuestos.
Existen también otras propuestas. Sam Altman, joven empresario emprendedor y capitalista de riesgo, según la Agencia Blomberg, “está llevando a cabo un experimento con ingresos básicos: un pago en efectivo regular para todos los hogares. Dicha política no solo ha ganado popularidad en todo Silicon Valley, sino en el resto del país”.
Una idea, sugerida por el economista de Michigan, Miles Kimball, es un fondo de riqueza soberana. Esto redistribuiría esencialmente parte de los ingresos generados por los robots, entregando a cada ciudadano una participación en la nueva economía de la automatización.
En todos los casos se trata de medidas políticas. Porque el temor es político, no económico. Los desplazados, son contención, quedan “fuera” del sistema. Sistema que es a la vez de explotación y de dominación y, ésta es dominación política. Y quedan también fuera de la propiedad, que es la forma ideológica de integración orgánica al sistema donde explotación y dominación se confunden.
Más que por humanitarios por lúcidos en conservar sus posiciones los Bill Gates generan estas asombrosas figuras.
Pero la propuesta misma contiene sus límites. El robot es la materialización de sucesivas innovaciones y el capitalismo, como vimos, las requiere. Por ahora diré, repitiendo sus propios argumentos que si los robots son gravados se ralentizaría su producción, pues la ganancia por el reemplazo de trabajo vivo sería menor, se achicaría.
Comenta la Agencia Blomberg: “El argumento principal contra los impuestos a los robots es que podrían impedir la innovación. El crecimiento en los países ricos se ha desacelerado notablemente en la última década, lo que sugiere que cada vez es más difícil encontrar nuevas maneras de hacer las cosas. El estancamiento de la productividad, combinado con la caída de la inversión empresarial, sugiere que la adopción de nuevas tecnologías es actualmente demasiado lenta en vez de ser más rápida: el problema más grande en este momento no es que existan demasiados robots, sino que hay muy pocos. Imponer impuestos a las nuevas tecnologías, no importa cómo se haga, podría empeorar esa desaceleración”. Es decir frenar el “crecimiento”.
No es la única razón, ya veremos, otra es la de su papel financiero.
Y la cuestión reside en que las innovaciones son resultado de los conocimientos científicos que son sociales, y lo que debería ser usufructuado socialmente lo es por los productores del robot y los que les siguen en la cadena comercial y, sobre todo financiera. Cabe recordar la suerte de las punto.com como producto financiero basado en la especulación.
Innovaciones y emprendedores
Todos parecen andar a la caza de innovadores. Y de ellos se ha hecho una industria global y deslocalizada. Por nuestro país ya ha llegado de manos de una ley del Honorable Congreso. Constitución de sociedades relámpago, por Internet en 24 horas.
Cualquiera diría que se trata de una nueva forma más de eludir las leyes laborales y, de paso, cobrar algún monotributito para aliviar el déficit fiscal. No estaría errado.
Pero hay algo más: pueden recibir donaciones. Además de los microcréditos y la inmediata bancarización. Es atractivo. Al emprendedor se le aparece que sólo depende de sí mismo o de los dos o tres amigos que se reúnan en un taller o en un WhatsApp.
La cuestión es a dónde van a parar las innovaciones. Quien se queda en definitiva con las patentes y quien tiene la posibilidad de aplicar la innovación en un robot que no sea de juguete. Los “cazadores de talentos”, dice The Economist. Talentos cuya educación ya está pagada, pública o privadamente, pero cuyo origen es siempre intercambio social. Como cualquier capacidad laboral, sólo que no es apropiada por lo general a través del salario [2].
Probablemente luego allí aparezcan los donantes, el “capital semilla” y las “incubadoras”, propician, incuban innovadores. Algunos tendrán, tienen, algún nichito que durará hasta la próxima innovación.
Otros quedarán con la deuda del microcrédito. Pobres pero bancarizados. Mientras tanto el innovador se asume como libre de empleador, casi un empresario. Un próspero empresario. Que además trabaja en su casa cuando quiere. El problema es que ya son pocos los que pueden ser Bill Gates o similares.
En realidad muchos son, como vimos, uno de los tantos robots. Con cultura de pioneros, de inventores artesanales.
El sentido de las innovaciones es el ahorro de trabajo vivo, fundamentalmente energético, remplazado por el intelecto general, social y global.
Para los que viven de su trabajo, socialmente esto significa una amenaza cierta, tangible. Imprevisibilidad al menos sobre su futuro. Un cambio inesperado de las reglas de juego. Una vuelta atrás puede ser una esperanza. Políticamente aprovechable.
Pero, además, tiene otras consecuencias económicas. La tendencia a la baja de los salarios frente a esa amenaza significa menos capital variable (fondo para salarios) que va a parar a otros destinos: máquinas automatizadas o inversiones financieras. Y entonces resulta una “base miserable” en relación al conjunto del capital.
La innovación es un producto. Una mercancía, porque va a tener un dueño, que no es una mercancía. O, si se quiere, un producto del que no se puede calcular el costo ni el resultado económico final. La historia es bien sabida.
Para lo primero baste pensar en el comienzo de Bill Gates y su socio. ¿Cuál era el valor de su trabajo basado sobre todas las experiencias anteriores?
Para lo segundo todos los negocios que pueden acumularse detrás de una pequeña innovación. Y acá también se puede recordar al creador que, según muchos, ni siquiera lo fue. El trabajo de Bill Gates no fue el de un simple programador de genio precoz. Y sus “mercancías” alcanzaron millones de dólares, en una historia no del todo clara, como resultado de negocios que poco tenían que ver son sus innovaciones.
El resultado económico tuvo poco que ver con las experiencias que hizo originariamente en algunas semanas de trabajo con su primitivo socio en un garajito.
Pero el mito funciona como una ideología movilizadora para la generación de trabajo que se acerca a costo cero y que, apropiado, queda integrado al robot. Proceso material del desplazamiento de trabajo vivo, encubierto por el proceso ideal de las patentes, una de las formas predominantes actuales de la “propiedad” de los bienes intangibles.
Final
Es indudable que Marx no fue un gurú, pero es cierto que sus “exuberancias” todavía sirven para pensar algunos problemas.
A nosotros nos queda buscar las soluciones. Creo que no las encontraremos repitiendo fórmulas y palabras que cuyo significado corresponde a otra época, sino re-significándolas en el estudio de las lógicas específicas de los procesos concretos.
Frente a estas nuevas problemáticas si no queremos conformarnos con la apología acrítica del sistema quizá debamos preguntarnos qué significa hoy la emancipación del trabajo.
[1] Las citas de los Borradores de 1857/58 en base a la cual hago esta síntesis corresponden a las páginas 227, 228, 229 y 230 de MARX, Carlos, Elementos para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. Bs.As. 1972, Siglo XXI. Las del Cuaderno XX, cuya paginación figura en el texto a MARX, Carlos, Capital y Tecnología. Manuscritos inéditos (1861-1863). México, 1980.Terra Nova.
[2] El tema nos derivaría a otra importante cuestión como es la del papel actual de la mercancía. Como también al del alcance originario de la teoría del valor de Marx.
17/4/2017
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Pasos (perdidos) de semana santa
Mi amigo Tom —el pastor alemán manipulado que fue por la CIA— se ha aficionado a acudir a mi guarida desde que recogí sus opiniones en mientras tanto. Aunque no lo dice, está deseando volver a "salir". Lo malo es que no siempre es brillante u original. Intenté estimularle con un poco de maría, pero la rechazó irritadísimo: "¿Quieres que vuelva a ser un adicto, como hizo la CIA conmigo?". Nada más lejos de mi intención. Al final he pensado que, para estimularle, lo mejor sería emborracharnos juntos. Recurrí al orujo gallego y puse en marcha la grabadora del móvil. Tom me pidió inmediatamente coca-cola para hacer un galicialibre. Yo casi no bebo coca-cola, pero tengo una reserva para cuando se me pone mala la tripita: es mano de santo. Por algo decía Manuel Sacristán que la coca-cola era el mejor invento de los gringos. Y si lo decía Sacristán...
"... lo del bombardeo químico de El Assad no se aguanta por ningún lado. Desde luego, no es un angelito, pero ¿para qué emplear armas químicas cuando está ganando la guerra? Sabe que esa acusación le enajena apoyos. Quienes usan armas químicas en Siria son los rebeldes azuzados y financiados por los sauditas..."
"Pero hubo una explosión química", opongo yo. "Claro. Pero pudo deberse a que una bomba del gobierno cayera sobre armamento químico rebelde". (Cuando ve mi cara de incredulidad prosigue:) "No es tan raro. La famosa bomba del Coliseum, en la Barcelona de 1938, cayó sobre un convoy de municiones y mató a muchísima gente, entre ella a Julia Gay, la madre de los Goytisolo..."
—Muchas cosas sabes tú. En el 38 ni existíamos....
Pero Tom se pierde y empieza a hablar de los Goytisolo: que si el pequeño es un tostón, que si José Agustín es un poeta excelente —en eso estamos de acuerdo: algunos versos de los buenos poetas se quedan para siempre en la memoria, y eso da su verdadera medida—.
¿Por dónde íbamos?
"Que sois muy ingenuos. Nadie ha protestado por el bombardeo humanitario de Trump. No te puedes fiar de nada. La CIA está en todo. Promocionó el expresionismo abstracto..."
Tengo que soportar una parrafada imparable en que despotrica contra todo el arte contemporáneo: que si la crítica literaria, cinematográfica, musical o de pintura está amañada, al servicio de los mercaderes; que si da constantemente gato por liebre y corrompe el gusto de la gente. Que todo son happenings y manierismo...
"Eres un reaccionario —le digo—; un reaccionario de izquierda".
Se queda pensativo y silencioso. Finalmente: "¿Tú no?" Pero Tom vuelve con su monotema: "La Constitución de la República Federal Alemana, o sea, la Constitución de Alemania, la redactó un coronel del OSS, antepasada de la CIA. Cuando Habermas habla de patriotismo constitucional me entra la risa" —y se pega otro lingotazo de galicialibre, que va ya por la segunda botella—. "Además me callo muchas cosas. El 11 de septiembre...".
Trato de nuevo de cambiar de tema para no entrar en un bucle y comento las últimas disposiciones judiciales que recortan la libertad de expresión. "Hay mucho juez carca —le digo—; lo de Wyoming es caca pura, y lo del twitero..." Tom se encrespa: "De acuerdo en lo de los jueces, pero el twitero es tonto del culo. A Carrero no le mató ETA: en realidad le voló sobre todo la CIA, que puso a ETA sobre la pista de las misas, luego esperó a que los etarras hubieran hecho el túnel para la voladura, y la víspera del atentado sustituyó la goma 2 de ETA por un explosivo mucho más potente, el C4 del ejército yankee… Eso lo sabe hasta Pilar Urbano. ETA fue solo la mano de obra". "¿Y por qué querrían los yankees acabar con Carrero?" —pregunto yo. "Pues porque Carrero no quería entrar en la OTAN y ponía pegas a las bases americanas en España, no como estos de ahora. Le liquidaron por eso, pero la tontería nacionalista vasca no se quiere enterar... La CIA premia y soborna; está en todo...". "No me dirás que Azúa o Savater son de la CIA", le provoco; pero Tom no entra al trapo: lo que quiere ahora es hablar del búnker bajo la Cibeles pero se trabuca y pasa a Snowden. "Es un héroe" —empieza; le quito de las manos la botella de orujo y se calla, malhumorado. Yo tengo sueño y dolor de cabeza y él, por fin, se va haciendo eses.
Abril de 2017, Viernes de Dolores. Dedicado a J. L. Gordillo
14/4/2017
De otras fuentes
Josep Fontana
Los peces de este abril
Los franceses llaman "peces de abril" a las bromas que se le hace a la gente el primero de abril, que es su "día de los inocentes". Pues bien: preciso es reconocer que durante este abril, y no solo el primer día del mes sino durante todo él, ha sido abundante la cosecha de peces arrojados al mar desde Washington.
Empecemos, si os parece, el 4 de abril, con el supuesto ataque con gas sarin de las fuerzas de Assad a una población de la privincia de Idilib, con la habitual exhibición de imágenes de niños muertos y con una secuencia de acontecimientos que el New York Times describía como si fuera el guión de una película: "63 horas: Del ataque químico al golpe de Trump en Siria", donde explicaba la forma en que se había tomado la decisión de responder atacando una base del gobierno sirio con 59 missiles Tomahawk.
La lógica exigiría que después de eso siguieran planes de acción, preparativos de guerra, etc. Pero la consecuencia más sorprendente del ataque no tuvo nada que ver con Siria, sino que fue la repentina desaparición de las historias que alimentaban lo que se ha llamado el Rusiagate: la repetición durante cinco meses de las más extraordinarias historias sobre la influencia de Rusia en la política norteamericana, que llevaban a la sospecha de que Trump no era más que una marioneta de Putin (por ejemplo, el 23 de marzo, un artículo de Nicholas Kristof titulado "Hay en el aire un olor de traición").
Ante este hecho está claro que las documentadas alegaciones de Theodoro A. Postol, profesor emérito del MIT, que pretende demostrar que las informaciones de la Casa Blanca sobre el ataque con gas eran falsas, resultan de muy poca importancia, ya que todo eso no parece tener mucho que ver con lo que pasa en Siria.
Paralelamente se estaba montando otra comedia, la de la amenaza a Corea del Norte, precedida pocas semanas antes por las duras declaraciones del secretario de estado, Rex Tillerson, que anunciaba la posibilidad de un ataque preventivo. Trump declaró: "Enviamos una flota allí", y los medios mostraron un grupo de cuatro embarcaciones encabezado por el portaaviones Carl Vinson, que se dirigían supestamente a las costas de Corea. Pero mientras la opinión mundial se angustiaba ante la posibilidad de que esta medida provocara una respuesta de Corea del Norte, el Carl Vinson y los bajeles que lo acompañaban en realidad navegaban en dirección contraria, hacia Australia, para participar en unas maniobras conjuntas con la flota de este país. Y no cambiaron de rumbo.
El tercer "pez" ha sido el lanzamiento sobre Afganistán de "la madre de todas las bombas", un artefacto no usado nunca y que no está claro que sirva para mucho. Ignoramos cuáles han sido los efectos reales de la bomba, porque los militares norteamericanos no dejan acercarse a la zona no solo a los periodistas, sino tampoco a las autoridades afganas. Lo seguro es que este bombardeo no significa cambio alguno en una guerra en la que, pocas semanas antes, los talibanes habían ocupado el estratégico distrito de Sangin, y donde, según un periodista local, "Salir de Kabul es peligroso. Si viajáis hacia el sur, a cada milla de la carretera podéis tener un encuentro con los talibales, o que una rueda pise una bomba mortal".
¿Qué sentido tiene toda esta secuencia de engaños? No le encuentro más explicación lógica que el afán de entretener a los medios de comunicación y a la opinión pública con noticias que crean angustia sobre las posibilidades de un conflicto armado, mientras Trump prepara "para el próximo miércoles o poco después" —a punto de cumplirse, el 29 de abril, sus cien primeros días de gestión— la más importante de las medidas políticas de su programa: una reforma fiscal que comportará, de acuerdo con sus propias palabras, un recorte de impuestos "mayor que ninguna de las que se hayan hecho jamás".
Este recorte sí que podría convertirse, al menos para el pueblo norteamericano, en "la madre de todos los desastres".
[Fuente: La lamentable; publicado en catalán, trad. de J.-R.C.]
24/4/2017
Amy Goodman y Juan González —Democracy Now!
Los primeros 75 días de Trump en la Casa Blanca y mucho más
Entrevista con Noam Chomsky
Amy Goodman (AG): Esto es Democracy Now! democracy.org, The War and Peace Report. Soy Amy Goodman (*).
Juan González (JG): Soy Juan González. Damos la bienvenida a nuestros oyentes y espectadores en todo el país y en todo el mundo.
Hoy hace setenta y cinco días desde que Donald Trump juró su cargo como 45º presidente de los Estados Unidos. En el frente internacional, Trump ha ampliado las operaciones militares estadounidenses en Iraq, Siria, Yemen y Somalia, reanudando la venta de armas a Bahréin. El lunes recibió en la Casa Blanca al dirigente egipcio, el general Abdel Fatah al-Sisi, mientras miles de activistas egipcios siguen encarcelados en ese país. En las Naciones Unidas, la administración Trump ha encabezado un boicot a las conversaciones para prohibir las armas nucleares, mientras presiona para que EEUU amplíe su propio arsenal nuclear. También ha amenazado con emprender acciones unilaterales contra Corea del Norte. En el frente medioambiental, Trump ha designado a negadores del cambio climático para dirigir la Agencia de Protección Medioambiental y el Departamento de Energía, a la vez que reduce drásticamente los programas EPA para combatir el cambio climático. Está exigiendo un aumento del gasto militar por valor de 54.000 millones de dólares, mientras liquida docenas de programas medioambientales, diplomáticos, de vivienda y educativos. Trump está también solicitando un aumento de casi 3.000 millones de dólares en la financiación del Departamento de Seguridad Interior, destinados mayoritariamente a pagar la ampliación del muro fronterizo con México y a contratar a 1.500 agentes nuevos de la Patrulla Fronteriza y del ICE (siglas en inglés de Oficina de Inmigración y Aduanas).
AG: Sin embargo, la agenda de Trump ha tenido que enfrentar algunos reveses judiciales y legislativos. Los tribunales federales han bloqueado la entrada en vigor de dos prohibiciones de viaje que afectaban a seis naciones de mayoría musulmana. En el Congreso, Trump no ha conseguido derogar el Obamacare, que habría despojado a 24 millones de personas de un seguro sanitario mientras regalaba a los ricos un recorte fiscal masivo. Mientras tanto, su administración está teniendo que enfrentarse a las investigaciones del FBI por sus relaciones con Rusia antes de las elecciones. Todo esto está dando forma a un movimiento de resistencia que va creciendo por todo el país.
Para que nos ayude a entender dónde se halla el país 75 días después de la llegada de la administración Trump, se nos incorpora uno de los disidentes más famosos del mundo, el lingüista y activista Noam Chomsky, profesor emérito del Instituto de Tecnología de Massachusetts, donde ha ejercido la docencia durante más de 50 años. Es autor de más de un centenar de libros. El más reciente sale hoy publicado. Su título es Requiem for the American Dream: The 10 Principles de Concentration of Wealth & Power.
Noam Chomsky, bienvenido a Democracy Now! Es un placer tenerle entre nosotros.
Noam Chomsky (NCh): Encantado de estar de nuevo con Vds.
AG: ¿Por qué no empezamos, en este 75º día, por su valoración de lo que ha sucedido en estos primeros meses?
NCh: Bien, creo que aparece muy bien recogido en un editorial de Los Angeles Times, titulado sencillamente “Un desastre absoluto”. Es un titular muy consistente, muy sistemático. Trump trata de liquidar todo lo que pueda ayudar a la gente común, a la gente trabajadora, a la gente de la clase media, a la gente de la calle. Y, sin embargo, intenta impulsar y sacar adelante todo aquello que añada riqueza y poder a los más poderosos o incremente el uso de la fuerza.
Y es algo que se está haciendo conscientemente; supongo que está funcionando un cierto tipo de sistema a dos niveles, tan sistemático que resulta difícil de cuestionar. El equipo Bannon-Trump quiere asegurarse de que dominan los titulares. Por tanto, sea lo que sea lo que hagan, lo que la gente ve es una locura tras otra, suponiendo que hayan olvidado los viejos titulares cuando aparezcan los nuevos. Por tanto, nadie habla ya de los tres millones de inmigrantes ilegales que votaron por Clinton. Nos hemos olvidado de ese aspecto. Estamos en el punto siguiente y pasaremos al siguiente. Mientras esto continúa adelante, las operaciones presupuestarias y de planificación de la factoría Paul Ryan prosiguen también silenciosamente por la parte de atrás, destruyendo cualquier elemento de gobierno que pueda ayudar a la gente hoy o mañana. De eso se trata, de la destrucción del sistema medioambiental. No sólo de recortar la EPA. La mayor parte de los programas medioambientales estaban integrados en el Departamento de Energía. Sus programas de investigación y activismo han sido gravemente recortados.
JG: Uno de sus grandes fracasos ha sido su incapacidad para poner fin al Obamacare. ¿Podría decirnos, en relación con el sistema sanitario del país, dónde ve potencial y qué es lo que van intentar hacer?
NCh: Ha habido una encuesta muy interesante sobre esa cuestión que apareció hace un par de días, en la que se preguntaba a la gente por sus preferencias a este respecto. La propuesta republicana contaba con muy pocas posibilidades. Creo que alrededor del 15% de la población estaba dispuesta a aceptarla. Un porcentaje algo más alto aprobaba el sistema actual, el denominado Obamacare. Y hay que tener en cuenta que mucha gente no sabe que el Obamacare es la Ley de Atención Sanitaria Asequible. Pero, gracias a toda la propaganda contraria, encuentras actitudes negativas hacia el Obamacare, y más actitudes positivas hacia la Ley de Atención Sanitaria Asequible, debido a lo que la gente ve.
La opción más popular –alrededor del 50%- fue la denominada opción pública, un programa de salud garantizado por el gobierno, lo que resulta bastante sorprendente porque nadie lo defiende en público. Pero ha sido un resultado consistente durante décadas en las encuestas que cuando a la gente se le pregunta qué es lo que quieren, dicen que esa es su elección. Y, de hecho, es la única propuesta con sentido. El sistema sanitario de EEUU es un escándalo internacional. Su coste per capita es aproximadamente el doble de lo que cuesta en países de nivel comparable, aunque obtiene los peores resultados, principalmente porque está privatizado; es extremadamente ineficiente, burocratizado, con un montón de facturas, un montón de funcionarios, toneladas de dinero malgastado, con la sanidad en manos de instituciones que no buscan sino el lucro, que por supuesto no son instituciones sanitarias. Y durante décadas, la gente ha preferido lo que cualquier otro país de alguna manera tiene: una sanidad nacional directa o una sanidad regulada por el gobierno, como en el caso de Suiza. Algunas veces el apoyo es sorprendentemente alto. Por eso, en los últimos años de Reagan, por ejemplo, alrededor del 70% de la población pensaba que la sanidad garantizada debería ser una garantía constitucional porque resulta un desiderátum muy obvio. Y alrededor del 40% pensaba que ya estaba en la Constitución. La Constitución es sólo una colección sagrada de todo lo razonable, por eso debe estar en ella recogida.
Pero no importa lo que la gente pueda pensar. Cuando Obama introdujo su propio programa, creo que el apoyo a la opción pública era de casi las dos terceras partes, pero fue sencillamente desmantelada. De vez en cuando esto se discute en la prensa, en el New York Times y otros. Lo mencionan, dicen que es una posibilidad pero que es políticamente imposible, lo cual es correcto, significa que no puedes aprobarlo pasando por encima de las corporaciones farmacéuticas e instituciones financieras. Es políticamente posible en lo que llamamos democracia. En ocasiones alegan que “carece de apoyo político”, es decir, por parte de las instituciones que de verdad importan. Y que, además, es un tipo de gente a la que podemos desechar, yeah…
AG: ¿Cree que podría haber una especie de momento “Nixon en China” con Trump? En el pasado, ha manifestado su apoyo a un único pagador. Ahora está muy enojado con el Caucus de la Libertad. No acaba de decidir quiénes son los más villanos en esto, si el Caucus de la Libertad o los demócratas. Va y viene. ¿Cree que podría rechazarlo todo? ¿O va a hacer como estamos viendo estos últimos días, donde parece que fueran a recuperar lo que el Caucus de la Libertad quiere?
NCh: Creo que probablemente lo revisarán. Trump se muestra incoherente. No sabes bien lo que piensa. Dice casi todo lo que se le viene a la cabeza a las tres de la madrugada. Pero la gente que está realmente componiendo la política entre bambalinas –especialmente los ultraderechistas republicanos de Ryan- saben lo que están haciendo. Y quieren destruir cualquier aspecto del sistema sanitario que sea beneficioso para el público en general mediante políticas sistemáticas. Probablemente lo que se produzca es el tipo de compromiso que ya se está discutiendo, en el que los estados tendrán derecho a desvincularse del programa federal, algo que podría satisfacer al ultraderechista Caucus de la Libertad, empeorando la actual propuesta republicana.
JG: Querría volver a…
NCh: Por cierto, precisamente hoy, pienso que Kansas ha rechazado la expansión de Medicaid. Es decir, que hay que aniquilar todo lo que pueda servir de ayuda para la gente necesitada.
JG: Noam, me gustaría preguntarle algo que aparece frecuentemente en las noticias estos días. Algo de lo que, obviamente, hablan todos los canales por cable, de la supuesta intervención de Rusia en las elecciones estadounidenses. Para un país que ha intervenido en tantos gobiernos y en tantas elecciones por todo el mundo, es una cuestión extraña. Sé que se ha referido a esto tildándolo de broma. ¿Podría darnos su punto de vista sobre lo que está sucediendo y por qué se pone tanto énfasis en esta cuestión?
NCh: Es un hecho muy notable, y desde luego que es una broma. La mitad del mundo está partiéndose de risa. EEUU no sólo interfiere en las elecciones. Derroca a los gobiernos que no le gustan, instituye dictaduras militares… Sencillamente, sólo en el caso de Rusia –como mínimo- el gobierno de EEUU, bajo Clinton, intervino descarada y abiertamente, tratando después de ocultarlo, para conseguir por todos los medios que saliera elegido su hombre, Yeltsin. Por lo tanto, esto está convirtiendo a EEUU en el hazmerreír del mundo.
¿Por qué los demócratas se están centrando en esto? De hecho, ¿por qué están poniendo tanta atención en un elemento de los programas de Trump que es bastante razonable, el único rayo de luz entre tanta penumbra: intentar reducir tensiones con Rusia? Porque las tensiones en la frontera rusa son extremadamente graves. Podrían incrementarse hasta llegar a una importante guerra terminal. Los esfuerzos para reducirlos deberían ser bienvenidos. Hace sólo un par de días, el exembajador estadounidense en Rusia, Jack Matlock, apareció y dijo que no podía creer que se estuviera prestando tanta atención a los aparentes esfuerzos de la administración entrante para establecer conexiones con Rusia. Dijo: “Eso es precisamente lo que deberían estar haciendo”.
Y resulta que este es el único tema de preocupación y crítica cuando las políticas que están imponiéndose, paso a paso, son extremadamente destructivas y perjudiciales. Así pues, ya saben, sí, puede que los rusos trataran de interferir en las elecciones. Pero ese no es un tema importante. Quizá la gente de Trump, durante su campaña, estuvo hablando con los rusos. Bien, OK, no es algo importante, mucho menos de lo que se está diciendo constantemente. Creo que es una paradoja que la única cuestión que parece inflamar a la oposición demócrata sea lo único que tiene alguna justificación y algún aspecto razonable en ella.
AG: Claro, porque los demócratas sienten que esa es la razón, de alguna manera, de que perdieran las elecciones. Resulta de interés que James Comey dijera esta semana que está investigando la connivencia con Rusia de la campaña de Trump, cuando fue el mismo Comey quien pudo ser parcialmente responsable de la derrota de Hillary Clinton al decir que estaba investigándola, a la vez que a Donald Trump, aunque esto no llegó a decirlo nunca realmente.
NCh: Bien, puede entenderse que los dirigentes del Partido Demócrata traten de encontrar alguna culpa por el hecho de que manejaron muy mal las elecciones y se cargaron una oportunidad perfecta de ganar, regalándosela a la oposición. Pero eso apenas justifica que permitan que las políticas de Trump se impongan silenciosamente, porque muchas de ellas no sólo son perjudiciales para la población, sino enormemente destructivas, como las políticas sobre el cambio climático; y que no se centren en algo que podría significar un paso adelante si se ajustara y facilitara serios esfuerzos para reducir las crecientes y peligrosas tensiones que están dándose en la frontera rusa, donde podría producirse un estallido. Las maniobras de la OTAN están teniendo lugar a unos cientos de metros de la frontera rusa. Los aviones rusos están zumbando sobre los aviones estadounidenses. Esto es algo que podría escapar fácilmente de control. Mientras tanto, ambas partes incrementan sus fuerzas militares, añadiendo –como en el caso de EEUU- algo que a los rusos les preocupa mucho, que es la instalación de los misiles antibalísticos que EEUU está estableciendo cerca de su frontera, supuestamente para proteger a Europa de los inexistentes misiles iraníes. Nadie se cree eso de verdad. Y tal actitud se interpreta como una primera amenaza de ataque. Esos sí es un problema grave. Gente como William Perry, que tiene una destacada carrera y es un estratega nuclear que no suele ser alarmista en absoluto, está diciendo que estamos volviendo a uno de los peores momentos de la Guerra Fría, si no peor. Eso es muy serio. Y tendríamos que recibir de forma positiva los esfuerzos destinados a calmar ese ambiente. Y deberíamos tener en mente que se trata de la frontera rusa. No es la frontera mexicana. No hay maniobras del Pacto de Varsovia en México. Y esa es una frontera sobre la que los rusos son razonablemente sensibles. Durante el pasado siglo fueron prácticamente destruidos en varias ocasiones precisamente entrando por esa región.
JG: En línea con su preocupación por la creciente amenaza en términos de armamento nuclear, hay también maniobras frente a las costas de Corea, y las palabras que le hemos escuchado al presidente Trump en los últimos días de que si China no se ocupa de Corea del Norte, EEUU lo hará. ¿Puede hablarnos sobre esas políticas, sobre las políticas que está desarrollando hacia Corea y China?
NCh: Bien, deberíamos ver los antecedentes. Se afirma: “Bien, lo hemos intentado todo. Y nada funciona. Por tanto, tenemos que usar la fuerza”. ¿De verdad que no ha funcionado nada? Después de todo, existen unos antecedentes. Es interesante recordarlos:
En 1994, Clinton estableció el denominado Acuerdo Marco con Corea del Norte por el que este país pondría fin a sus esfuerzos para desarrollar armas nucleares. Y EEUU reduciría sus actos de hostilidad. Más o menos funcionó aunque ninguna de las partes estuvo totalmente a la altura totalmente, pero, en 2000, Corea del Norte no había reemprendido sus programas de armamento nuclear. Pero llegó George W. Bush y de inmediato lanzó un ataque contra Corea del Norte. Ya sabemos, el “eje del mal”, sanciones, etc. Corea del Norte volvió a producir armas nucleares. En 2005, hubo un acuerdo entre Corea del Norte y EEUU, un acuerdo muy razonable. Corea del Norte estaba dispuesta a poner fin a su desarrollo de armas nucleares. A cambio, pidió un pacto de no agresión. Por tanto, fin de las amenazas hostiles, suavización de sanciones y provisión de un sistema que proporcionara uranio poco empobrecido a Corea del Norte con fines médicos y no agresivos. George Bush lo hizo trizas al instante. En cuestión de días, EEUU estaba ya imponiéndose intentando interrumpir las transacciones financieras norcoreanas con otros países a través de Macau y otros lugares. Corea del Norte volvió lógicamente a las andadas empezando a construir de nuevo armas nucleares. Quizá puedas decir que es el peor régimen de la historia, lo que quieras, pero han estado siguiendo una política del ojo por ojo muy racional.
¿Y por qué se han puesto a desarrollar armas nucleares? Porque la economía va muy mal. Sin duda podrían utilizar esos recursos. Todo el mundo entiende que es un elemento de disuasión. En realidad tienen un propósito. Hay un objetivo sobre la mesa. China y Corea del Norte propusieron que esta última pusiera fin a su programa de desarrollo de armas nucleares a cambio de que EEUU deje de emprender maniobras militares amenazadoras junto a Corea del Sur justo ante sus fronteras. No es un objetivo irracional. Pero se desechó por las buenas. De hecho, Obama también lo descartó. Hay pasos posibles que podrían aliviar lo que podría convertirse en una crisis muy seria. Si EEUU decidiera utilizar la fuerza contra Corea del Norte, la reacción inmediata, según las fuentes militares de que disponemos, es que Seúl, la ciudad de Seúl, sería sencillamente barrida por la masiva artillería norcoreana. ¿Y quién sabe hasta dónde podríamos llegar a partir de ahí? La posibilidad de conseguir un acuerdo diplomático negociado no parece extravagante. Lo que quiero decir y lo que pienso es que merece la pena considerar seriamente esta propuesta chino-norcoreana.
Y conviene tener en cuenta que Corea del Norte tiene memoria. Fueron prácticamente destruidos por los bombardeos más intensos de la historia. Deberíamos leer la historia oficial de la Fuerza Aérea sobre el bombardeo de Corea del Norte. Fue devastador. Arrasaron el país. No se ahorraron ningún objetivo. Decidieron atacar hasta las presas, lo cual es un crimen de guerra, por supuesto. Y no hay palabras para describir el ataque a las presas. Odio parafrasearlo. Deberían leer realmente –se dedicaron sencillamente a exaltar, en las historias oficiales, en el Air Force Quarterly otros- lo magnífico que era ver las masivas inundaciones de agua corriendo por toda Corea del Norte aniquilando las cosechas. Para los asiáticos, la cosecha de arroz es su vida. Esto les destruyó. Los norcoreanos soportaron todo eso. Y tener B-52 con capacidad nuclear volando sobre sus fronteras no lo toman como una broma.
Pero lo más significativo es que hay un registro de éxitos parciales en iniciativas diplomáticas y de fracasos totales con las sanciones y medidas duras, y hay opciones sobre la mesa que podrían trabajarse. Ahora, en vez de preocuparnos sobre si alguien ha hablado con los rusos, este es el tipo de cosas que deberían hacerse, que deberían trabajarse muy seriamente. Por eso es por lo que deberían estar trabajando los demócratas o cualquier persona que confíe en alguna forma de paz y justicia.
AG: Lo que nos lleva a China. El presidente Trump dijo: “Si China no va a resolver la cuestión de Corea del Norte, lo haremos nosotros”. ¿Le preocupa que con Trump en el punto de popularidad más bajo alcanzado por un presidente, sufriendo derrota tras derrota, ataque y se centre en un enemigo exterior? Pero al mismo tiempo, China está viniendo a EEUU; Trump va a reunirse con el dirigente chino, Xi, en Mar-a-Lago, algo muy interesante, si consideramos que es un campo de golf, ¿verdad? Xi odia el golf y prohibió que los miembros del Partido Comunista jugaran al golf. ¿Tiene que ver con los sentimientos de Trump de que podrá suspender la cobertura de prensa o cualquier información sobre quién se está reuniendo con él al estar en su resort privado? Y lo que es más importante, ¿cuál es la agenda prevista ahí y cuál es nuestra relación con China?
NCh: Bien, como recuerdan, uno de los incidentes más interesantes fue una discusión pública sobre importantes cuestiones de seguridad en el resort con personas sentadas alrededor de unas tazas de café. Quizá dejen fuera a la prensa, pero no parece que vayan a dejar fuera a los huéspedes.
AG: No, si estás pagando 200.000 dólares al año y eres miembro de Mar-e-Lago.
NCh: Precisamente. Entonces pasas el filtro.
AG: Y después, puedes sacarte fotos y selfies con el hombre que tiene los códigos nucleares.
NCh: Es totalmente imprevisible. Pero las relaciones con China son una cuestión extremadamente seria. China no va a retroceder en sus principales demandas, por ejemplo, respecto a Taiwán. Y Trump piensa que gran parte de lo que China está exigiendo no es aceptable. Que no es internacionalmente aceptable. Pero reaccionar mediante el uso de la fuerza es extraordinariamente peligroso. Es decir, que no puedes jugar ese juego en cuestiones internacionales. Nos acercamos mucho a la posibilidad de destruirnos a nosotros mismos. Basta con echar un vistazo, en esta época nuclear, a las acciones irracionales que se llevan a cabo. Es casi milagroso que hayamos sobrevivido.
Y para poder tener una buena valoración de esto, del peligro, basta con echar una mirada al mejor monitor de la situación de la seguridad global con que contamos, es decir, el Reloj del Apocalipsis del Bulletin of Atomic Scientists. Es una valoración que establecen desde el principio de la época nuclear, en 1947, un grupo de especialistas serios, científicos, analistas políticos y otros, que tratan de medir el peligro a que se enfrenta la especie humana. Medianoche significa que estamos acabados. En 1947, el reloj se fijó en siete minutos para la media noche. En 1953, justo después de que EEUU y Rusia probaran bombas de hidrógeno, armas termonucleares, se fijó en dos minutos para la medianoche. Esa fue la vez en que estuvimos más cerca del desastre total. Justo ahora, tan pronto como llegó Trump, se movió a dos minutos y medio para la medianoche, porque se reconoció que la amenaza nuclear es seria y que la amenaza de catástrofe medioambiental, que no se consideró en años anteriores, está ya sobre nosotros.
Esas son ahora, abrumadoramente, las cuestiones más cruciales a que nos enfrentamos. Todo lo demás se desvanece en comparación con ellas. Son, literalmente, cuestiones de supervivencia. Y dos minutos y medio para la medianoche significa un peligro extraordinario. Deben ser el foco principal de atención. Y es escalofriante ver la forma en que se ignoran. Prácticamente no se hizo mención alguna de las mismas durante toda la campaña electoral. Ni un solo candidato republicano, ni uno solo reconoció lo que está sucediendo, ni tampoco los moderados, como Jeb Bush, Kasich, que dijeron: “Bien, quizá esté sucediendo, pero no importa. No es preciso hacer nada al respecto”.
AG: Bien, EEUU acaba de liderar el boicot en la ONU a la prohibición de armas nucleares.
NCh: Por desgracia, se ha unido a las otras potencias nucleares. También está la cuestión del Tratado para la Prohibición Total de Pruebas Nucleares. Ahora hay tres potencias nucleares que se han negado a ratificarlo: China, EEUU e Israel. Y si las pruebas se inician otra vez, hay un peligro extremadamente grave. Como he mencionado, fue la primera de las pruebas llevada a cabo la que hizo que el Reloj del Apocalipsis llegara hasta los dos minutos para la medianoche.
Tenemos también el problema del Nuevo Tratado START, un tratado que ha logrado una reducción inadecuada, aunque importante, de las armas nucleares desde el final de la Guerra Fría. Se suponía que el Nuevo Tratado Start iba a desarrollarla. Rusia y EEUU tienen la masa abrumadora de las armas nucleares. Debería reducirse su número y también el de las más amenazadoras. Trump ha indicado que eso sería, aunque nadie sabe lo que quiere decir, lo que él llama un mal acuerdo para EEUU, sugiriendo que quizá debamos abandonarlo, lo que sería desastroso. Son cuestiones muy importantes. Y el hecho de que apenas se discutan refleja de forma aplastante el nivel de la civilización contemporánea.
JG: Noam, quería preguntarle…, quienes se sitúan en la izquierda están acostumbrados a considerar que el gobierno estadounidense, los políticos, están básicamente al servicio de la clase capitalista. A veces tenías a un Rockefeller o a un miembro real de la clase capitalista entrando en el gobierno. Pero ahora, con esta administración de Trump, hay un número extraordinario de personas muy ricas que han entrado directamente en el gobierno. Y, sin embargo, estamos viendo la narrativa de que han captado el apoyo de la clase trabajadora blanca del país. ¿Podría hablarnos de esto, de los capitalistas apoderándose directamente de la gestión del gobierno?
NCh: Como bien dice, siempre ha sido así. Un aspecto sencillo, como la financiación de la campaña, es un indicador muy bueno no sólo de la victoria electoral sino incluso de las políticas. Ha sido así durante un siglo. Y si echa una mirada al análisis de la actitud pública, un tema muy importante en la ciencia política académica es la comparación de las actitudes populares con la política pública. Es bastante simple. Las políticas públicas se ven. Y de las actitudes populares sabemos mucho a través de sondeos amplios. Y los resultados son bastante sorprendentes. Resulta que alrededor del 70% de los votantes, que es quizá la mitad del electorado –el 70% de los votantes están prácticamente privados del voto, el 70% que tiene los ingresos más bajos- hace que sus propios representantes no presten atención a sus actitudes y preferencias. Si subes la escala de ingresos, consigues algo más de correlación, un poco más de influencia. Los que están en la cima, que son probablemente una fracción del 1%, si pudieran obtenerse los datos, ahí es donde se decide la política. Ahora bien, la administración Trump es una caricatura de eso. Pero ahí están, como si trataran de alardear deliberadamente de que este país está dirigido por Goldman Sachs y los multimillonarios y que nadie más cuenta.
JG: Wilbur Ross, Betsy De Vos.
NCh: Sí, todos ellos. Es casi una parodia traumatizante, como si intentaran decir: “Sí, eso que todos sabemos que es verdad es dramáticamente cierto y os lo vamos a demostrar”.
Lo interesante, la pregunta interesante que Vd. plantea es: ¿Cómo van a mantener el apoyo de la gente si les están pateando la cara? Ahí convergen una serie de factores. Uno, el primero de todos, muchos de los votantes de Trump, votantes de la clase trabajadora blanca, votaron por Obama en 2008. Si volvemos a la campaña de Obama, las palabras excitantes eran “esperanza” y “cambio”. No estoy habitualmente de acuerdo con Sarah Palin, pero cuando ella preguntaba, “¿Dónde está esa cosa del cambio y la esperanza?”, no estaba diciendo tonterías. Estuvo claro enseguida que no había esperanza, que no había cambio. Y la clase trabajadora se sintió muy desilusionada. Podías verlo en Massachusetts, donde cuando Kennedy murió, ya saben, el “león liberal”, se votó en 2010 para sustituirle y, sorprendentemente, ganó un republicano el escaño de Kennedy, en el democrático Massachusetts. Y los votantes del sindicato no votaron a los demócratas. Se sentían muy indignados por el hecho de que se sentían engañados por la campaña de promesas de Obama. Y se volvieron hacia su amargo enemigo de clase, quien al menos les habla en su idioma. Los republicanos han dominado la técnica de hablar como si fueras un tipo ordinario, la clase de tipo que te encuentras en un bar, ese tipo de cosas. Eso se remonta a Reagan y a sus gominolas de colores, y a Bush, que pronunciaba mal las palabras, y así sucesivamente. Es un juego que se juega. Y es una estafa. Pero en ausencia de oposición, eso funciona.
¿Y qué sucede cuando hay oposición? Es muy sorprendente. El hecho más asombroso de las últimas elecciones, los logros de Sanders, suponen una ruptura con un siglo de historia política estadounidense. Como he dicho, puedes predecir muy fin los resultados electorales teniendo sólo en cuenta la financiación de la campaña. Y hay otros factores que intensifican eso. Llega Sanders, alguien del que nadie ha oído hablar. No contaba con el apoyo de los ricos ni de las corporaciones. Los medios lo ignoraban o menospreciaban. Incluso utilizaba una palabra terrorífica “socialista”. Llegado de no se sabe dónde. Habría ganado la nominación por el Partido Demócrata si no hubiera sido por las travesuras de los dirigentes del partido de Obama-Clinton que le dejaron fuera. Podría haber sido presidente. Salido de la nada. Eso supone una ruptura increíble. Demuestra lo que puede suceder cuando se proponen políticas que satisfacen las preocupaciones generales y justas de gran parte de la población.
AG: ¿Piensa que podría ganar aún si se presentara de nuevo?
NCh: Hubo una encuesta de Fox News hace un par de semanas en la que se preguntaba a la gente quién era su figura política favorita. Sanders iba muy por delante de todos los demás y sin contar con el apoyo vocal ni articulado de las concentraciones de poder: los medios, las corporaciones. De hecho, si miras las preferencias políticas, ves algo similar. Ya hemos mencionado la cuestión de la sanidad. En esta cuestión y en las demás, gran parte de la gente está realmente votando por su amargo enemigo de clase.
AG: Hemos reunido, para plantearle, cientos de preguntas llegadas de todos los medios. Una de ella es de Ty Williams, que pregunta vía Twitter sobre la afición de Trump a explotar el miedo. Ty le pregunta: “¿Puede por favor ampliar los comentarios que hizo en AlterNet respecto a que la administración Trump podría poner en marcha un ataque? ¿Qué paralelo histórico se le viene a la cabeza?”
NCh: Sí, de hecho se silenciaron totalmente mis declaraciones. No erar tan fuertes como los titulares indicaron. Lo que señalaba –algo de lo que todo el mundo es consciente- es que más pronto que tarde este engaño no va a funcionar. La gente va a comprender que no les van a devolver sus puestos de trabajo. No va a poder recrearse la foto parcialmente ilusoria y parcialmente real de cómo era la vida en el pasado, con puestos de trabajo en la industria y una sociedad funcional, y que se puede salir adelante, etc. No va a crear nada de eso.
¿Qué sucede entonces? Hay que hacer algo para mantener el control. La técnica obvia es buscar un chivo expiatorio. Culpar a los inmigrantes, a los musulmanes, a quien sea. Pero eso no lleva muy lejos. El siguiente paso será, como he dicho, un supuesto ataque terrorista, algo que puede resultar muy fácil. Es, de hecho, algo casi normal, como los hongos nucleares de Condoleeza Rice. Esos supuestos ataques son fáciles de pergeñar. La otra posibilidad es un ataque escalonado de tipo menor. ¿Y cómo puede ser de duro? Tomen la técnica que el FBI está continuamente utilizando, la de crear situaciones-trampa. Bien, supongamos que en una de ellas se llega demasiado lejos y que no hay forma de pararla a tiempo. No sería fácil de resolver. No lo anticipo especialmente, pero cabe la posibilidad. Y este es un país muy aterrorizado. Probablemente ha sido durante años el país más aterrorizado del mundo. Es también el país más seguro del mundo. Es muy fácil aterrorizar a la gente.
JG: Querría plantearle otra pregunta que nos llega de Melbourne, Australia, de Aaron Bryla, que nos dice: “El secretario de Defensa, James Mattis, describió esta semana a Irán como la mayor amenaza para EEUU. Mi pregunta es: ¿Por qué insiste EEUU en establecer bases potenciales para una guerra con Irán?”.
NCh: Lleva años siendo así. Precisamente en los años de Obama fue cuando se consideró a Irán como la mayor amenaza para la paz mundial. Y eso se ha estado repitiendo una y otra vez. “Todas las opciones están abiertas”, era la frase de Obama, lo que implicaba que si queríamos utilizar armas nucleares, podíamos hacerlo, debido a ese terrible peligro para la paz.
Hay varios comentarios de interés que podríamos hacer a este respecto. Uno es que hay algo que se denomina opinión mundial. ¿Cuál piensa el mundo que es la mayor amenaza para la paz mundial? Bien, sabemos por las encuestas hechas en EEUU, en las encuestas Gallup sale, que es EEUU. Nadie se le aproxima, se sitúa muy por delante de cualquier otra amenaza. Pakistán, el segundo, es considerado como una amenaza muy inferior. Apenas se menciona a Irán.
¿Por qué EEUU considera a Irán la mayor amenaza para la paz mundial? Bien, tenemos una respuesta autorizada ante eso por parte de la comunidad de la inteligencia, que proporciona valoraciones regulares al Congreso sobre la situación estratégica mundial. Y hace un par de años, en su informe -por supuesto, siempre hablan de Irán, y sus informes son bastante consistentes- decían que Irán tiene un gasto militar muy bajo, incluso para los niveles de la región, mucho más bajo que Arabia Saudí, Israel y otros. Su estrategia es defensiva. Tratan de disuadir lo suficiente de los ataques para tener que echar mano de la diplomacia. La conclusión de la inteligencia hace un par de años fue: Si están desarrollando armas nucleares, algo que no sabemos, si están haciéndolo, forma parte de su estrategia de disuasión. Ahora bien, ¿por qué EEUU e Israel están más preocupados aún por esta estrategia de disuasión? ¿A quién le preocupa la disuasión? A quienes quieren utilizar la fuerza. Los que quieren tener libertad para utilizar la fuerza están profundamente preocupados por un potencial efecto disuasorio. Según ellos, si Irán es la mayor amenaza para la paz mundial, entonces podemos hacer uso de la fuerza.
AG: Hoy se cumple el 50º aniversario del discurso del Dr. Luther King “Más allá de Vietnam”, en la iglesia de Riverside, donde dijo que EEUU es “el mayor proveedor de violencia de la Tierra”.
NCh: Ese discurso de King fue muy importante, también otros que pronunció por esa época y que en aquel momento dañaron seriamente su reputación entre los liberales del norte. Condenó de forma terminante la guerra de Vietnam, que ha sido el mayor crimen desde la II Guerra Mundial. Otra cosa que intentó hacer fue crear un movimiento de los pobres en el que no hubiera divisiones raciales.
JG: Sobre esta cuestión de Martin Luther King y la Campaña de los Pobres, quería preguntarle por un capítulo de su libro, Requiem for the Americam Dream, donde habla del famoso Memorándum Powell que el juez Powell envió a la Cámara de Comercio y a otros grupos empresariales importantes en 1971, donde decía que las empresas estaban perdiendo el control sobre la sociedad y que había que hacer algo para contrarrestar esas fuerzas. Ahora es un juez del Tribunal Supremo el que está emitiendo algo parecido. ¿Podría hablarnos de ese esfuerzo de la comunidad empresarial para derrotar el movimiento de los sesenta?
NCh: En realidad, fue nombrado juez del Tribunal Supremo poco después de decir eso. Por aquel entonces era un abogado corporativo que trabajaba, creo, para las firmas del tabaco… Y escribió un interesante memorando que envió a la Cámara de Comercio de EEUU. Se suponía que era un memorando interno, básicamente para la comunidad empresarial. Pero se filtró, como pasa tantas veces.
En realidad no decía que las empresas estuvieran perdiendo el control. Lo que decía es que las empresas estaban siendo golpeadas por las fuerzas masivas de la izquierda, que se habían apoderado de todo, incluso mencionaba a los demonios que estaban dirigiendo la campaña: Ralph Nader, que se esforzaba en la seguridad para el consumidor; Herbert Marcuse, que estaba movilizando a los estudiantes para que emprendieran la revolución. Y decía que se habían hecho con el control de los medios, de las universidades, prácticamente de todo el país. Y mientras tanto, la pobre y agobiada comunidad empresarial apenas podía sobrevivir bajo ese increíble ataque. Es un cuadro muy interesante. Y hay que prestar atención a la retórica. Son como un niño mimado de tres años que espera tenerlo todo y cuando alguien le quita un caramelo tiene una rabieta. El mundo se está acabando. Esa era más o menos la imagen. Desde luego que las empresas lo dirigían todo, pero no totalmente. En los años sesenta había tendencias democratizadoras. La gente se involucraba en los asuntos públicos y eso se consideraba una amenaza. Por eso hace un llamamiento a la comunidad empresarial para que se defiendan de ese monstruoso ataque. Y dice: “Miren, después de todo, somos nosotros los que tenemos los recursos. Tenemos los fondos. Somos miembros del consejo de administración de las universidades. Deberíamos protegernos de ese ataque que está liquidando el ‘American way’, las empresas, etc.” Ese es el Memorándum Powell. Y, en efecto, la lección se entendió, y no sólo escuchándole. Se produjo una reacción al activismo de los sesenta. A menudo se denomina a los sesenta “la época de los problemas”. El país se estaba civilizando. Y eso es extremadamente peligroso.
Pero no menos interesante que el Memorándum Powell es otra publicación que surgió del lado opuesto del espectro político dominante, el libro titulado The Crisis of Democracy, publicado en esa misma época por la Comisión Trilateral. De los internacionalistas liberales de los tres principales centros capitalistas: Europa, EEUU y Japón. La complejidad política de este grupo se ilustra por el hecho de que dotaron casi completamente de personal a la administración Carter. De ahí venían. El relator estadounidense Samuel Huntington, profesor en Harvard, el conocido intelectual liberal. ¿Cuál es la crisis de la democracia? Prácticamente lo mismo que el Memorándum Powell. Decían que había demasiada democracia. Las personas que son habitualmente pasivas y apáticas, como se supone que tienen que ser, presionan por sus demandas en la arena pública y eso resulta excesivo para el Estado. No mencionan a un grupo: los intereses de las corporaciones. Ese es el interés nacional. Esos son los intereses especiales para los que piden moderación y democracia. Estaban especialmente preocupados con lo que llamaban –es su frase- “las instituciones responsables del adoctrinamiento de los jóvenes”: universidades, colegios, iglesias. Se suponía que tenían que adoctrinar a los jóvenes pero no están haciendo su trabajo, como podía verse en todos esos chicos correteando por ahí y pidiendo los derechos de la mujer y el final de la guerra, etc. Por tanto, tenemos que adoctrinar mejor a los jóvenes. Estaban también preocupados por los medios. Decían que los medios se les estaban poniendo demasiado en contra. Si miras a lo que estaba sucediendo, es otra broma, como lo de Powell. Decían, si los medios no se controlan ni disciplinan, quizá el Estado tendrá que entrar y hacer algo al respecto. Estos eran los liberales. Este es el final liberal del espectro.
Tomen estas dos publicaciones la una junto a la otra. Difieren a nivel retórico. El Memorándum Powell es literalmente una rabieta. The Crisis of Democracy son palabras mayores, moderadas, intelectuales, etc. Pero el mensaje no es muy diferente. Están diciendo que la democracia es sencillamente una amenaza. Que la población tiene que permanecer en estado de pasividad, que así todo irá bien. De hecho, Huntington, el relator estadounidense, dice, algo con nostalgia: que Truman habría podido dirigir el país con la cooperación de unos cuantos ejecutivos de las corporaciones y de los abogados de Wall Street. Así eran los buenos días de antes, cuando la democracia funcionaba. No había tantas demandas, etc. Y recuerden, este es el final liberal del espectro. Después coges el Memorándum Powell, que es el extremo más duro y, retórica y literalmente, una especie de rabieta.
Es dentro de ese marco de pensamiento –que no iniciaron pero sí articularon- donde se aprecia la reacción neoliberal de la generación pasada, que, en todos los frentes, incluyendo la educación, la economía, iba socavando el funcionamiento de la democracia política, todos los factores que han llevado a la desilusión e indignación de la gente que ha terminado votando a Trump, votando por su enemigo de clase. Merece la pena recordar que estas personas tienen preocupaciones justas, preocupaciones muy serias. Lo vemos claro en algunas notables revelaciones recientes. Se ve en el hecho tan destacado de que la mortalidad está aumentando entre la clase media, la clase media baja y la clase trabajadora blanca estadounidense, entre los estadounidenses blancos de mediana edad. Eso es algo desconocido en las sociedades desarrolladas. La mortalidad, en general, sigue descendiendo. Pero aquí está aumentando. Y las raíces de ello están en lo que llamamos enfermedades de la desesperación. La gente no tiene confianza en el futuro, y por muy buenas razones si miras a los hechos en cuestión. Los salarios reales de los hombres están hoy al nivel de la década de los sesenta. En 2007, en la época en que había bastante euforia respecto a la economía, en lo bien que se estaba haciendo todo, en una gran moderación, etc., con los economistas alabando a Alan Greenspan como la figura más grandiosa desde Moisés o algo parecido –“San Alan”, le llamaban-, justo en el pico de esa euforia, justo antes del estallido, los salarios reales de los trabajadores estadounidenses eran más bajos que en 1979, cuando los experimentos neoliberales estaban iniciándose. Esto afecta a las vidas de las personas de forma grave. No están muriéndose de hambre. No son los más pobres. Ya saben, de alguna forma están sobreviviendo, pero sin esperanza, sin sentido de la dignidad, del valor, de la esperanza en el futuro, de que tu vida tenga algún sentido, etc. Y a menudo reaccionan de forma muy destructiva.
AG: Noam, querría preguntarle por Oriente Medio, por las últimas noticias que han llegado de Idlib, un área bajo control rebelde que, según las informaciones, ha sido objeto de ataque con algún tipo de gas, un ataque químico, once niños menores de ocho años asesinados, decenas de personas muertas, cientos de ellas heridas. Esto ha sucedido en el noroeste de Siria. ¿Puede comentarnos algo sobre lo ocurrido? EEUU, el secretario de Estado, Rex Tillerson, la ONU, la embajadora de EEU ante la ONU, Nikki Haley, dijeron el viernes que EEUU está cambiando de posición: Pero aunque piensen que la gente no quiere a Asad, no van a hacer nada para quitarle. Y después tenemos este ataque. ¿Qué piensa sobre Siria, Rusia y EEUU?
NCh: Siria es una catástrofe horrenda. El régimen de Asad es una desgracia moral. Están perpetrando actos espantosos, y los rusos con ellos.
AG: ¿Por qué los rusos con ellos?
NCh: Por una razón bastante sencilla: Siria es su único aliado en toda la región. No es un estrecho aliado, pero su única base en el Mediterráneo está en Siria. Es un país que más o menos cooperaba con ellos. Y no quieren perder a su único aliado. Es algo muy feo, pero eso es lo que está sucediendo.
Mientras tanto, ha habido oportunidades, como en el caso de Corea del Norte del que hablábamos. Ha habido oportunidades para poner fin a los horrores. En 2012, hubo una iniciativa de los rusos que no se llevó adelante, por eso no sabemos si era realmente seria, pero había una propuesta para un acuerdo negociado, en el cual Asad hubiera ido saliendo del poder de forma paulatina, no de inmediato. Ya saben, no puedes decirles: “Vamos a matarte. Por favor, ponte a negociar”. Eso no funciona. Pero podía haberse llegado a algún sistema en el curso de las negociaciones, a algún acuerdo, a través del cual se le podía haber sacado del poder. Pero Occidente no iba a aceptarlo, no sólo EEUU. Francia, Inglaterra y EEUU se negaron a considerarlo. En aquel momento creían que podrían derrocar a Asad, por eso no quisieron aceptar el acuerdo y la guerra siguió adelante. ¿Podía haber funcionado? Nunca lo sabremos. Pero podría haberse trabajado. Mientras tanto, Qatar y Arabia Saudí están financiando a grupos de yihadistas que no son muy diferentes del ISIS. Hay historias de horror en ambas partes. Y el pueblo sirio está siendo aniquilado.
AG: Y EEUU está enviando ahora a 400 soldados más a Siria. Pero si EEUU tuviera una mejor relación con Rusia, ¿podría cambiar eso todo? [Esta entrevista se produjo antes del ataque de Trump a la base aérea siria el 7 de abril.]
NCh: Podría llevar a algún tipo de acomodo en el que pudiera alcanzarse un acuerdo diplomático negociado que en manera alguna sería maravilloso, pero que al menos reduciría el nivel de la violencia, que es brutal, porque el país está siendo sencillamente destrozado. Están suicidándolo.
AG: El presidente Trump se reunió en la Casa Blanca con Sisi el lunes, con el rey Abdullah de Jordania el miércoles, diciendo que no iba a plantear más la cuestión de los derechos humanos. ¿Qué piensa sobre esto, y después, también, por supuesto, sobre Israel-Palestina?
NCh: Bueno, plantear la cuestión de los derechos humanos es ya algo, pero no mucho más, porque cojamos el ejemplo de Arabia Saudí, uno de los peores violadores del mundo de los derechos humanos, que es nuestra querida. Ahí es donde volcamos nuestras armas. Obama les vendió más armas que ninguno de sus predecesores. Sisi es una particular desgracia. Su dictadura ha llevado a Egipto a sus peores días. EEUU le apoyaba, no de la forma abierta y firme en que lo está haciendo Trump. Trump es un poco como lo que Vd. dijo del gabinete. Es una especie de parodia de lo que sucede todo el tiempo. Lo normal es que apoye a los dictadores brutales, si no con entusiasmo sí con algún golpecito en la muñeca diciendo: “Mira, lo que estás haciendo no está muy bien”, etc. Aquí está diciendo: “Eres un genio. Te queremos. Ya sabes, sigue adelante y tortura y asesina a tu pueblo”. Eso es un golpe terrible para el pueblo egipcio. Jordania es una especie de historia mixta. Pero estos pasos son muy regresivos.
Con respecto a Israel-Palestina, realmente Trump ha retrocedido de su posición original. Pero su posición original –la de él y su administración- es que no hay nada equivocado en los asentamientos. Que no son un obstáculo para la paz. Si ves la forma en que se ha abordado la cuestión de los asentamientos en el curso de los años, desde luego que son totalmente ilegales. Están destruyendo cualquier esperanza para los derechos de los palestinos. Responden a un programa sistemático israelí, muy sistemático. Así llevan desde 1967. Intentando apoderarse silenciosamente de todas las zonas de Cisjordania que tienen valor para ellos, aunque excluyendo las áreas donde se concentra la población palestina. Por eso no van a apoderarse de Nablus o Tulkarem, pero sí de todo lo que tenga importancia y valor, dejando docenas, quizá cientos, de enclaves aislados con concentraciones de población palestina donde se pudran sin más remedio. Quizá la gente se vaya. No les preocupa lo que pueda suceder. Eso ha sido así siempre. Ahora, si nos remontamos a 1980, EEUU se unió al mundo no sólo para decir que los asentamientos eran ilegales sino también para pedir su desmantelamiento. Creo que fue mediante la resolución 465 del Consejo de Seguridad de la ONU. Por tanto, tienes que desmantelar unos asentamientos que son ilegales. Eso se debilitó en el curso de los años. Y con Reagan...
AG: Ahora nos encontramos con David Friedman, el embajador de EEUU ante Israel, quien ha aprobado que se recaude dinero para los asentamientos. Y tenemos a Jared Kushner a cargo de la política.
NCh: Sí, han ido paso a paso. Reagan lo debilitó. Clinton lo debilitó. Obama lo redujo. Trump no está dispuesto a favorecer la paz. Mientras tanto, financiamos –Jared- la Fundación Kushner y, desde luego, este nuevo embajador está entre los más firmes defensores de la ultraderecha de extrema derecha, a la derecha de Netanyahu. Beit El, la comunidad en la que están volcando su dinero está dirigida por un rabino ortodoxo cuya posición es que el ejército sólo debería seguir las órdenes del rabino. Esto está a la extrema derecha del espectro israelí. Al principio dijeron que iban a trasladar la embajada a Jerusalén. De alguna forma se han echado atrás en eso. Al principio, su postura era que no había nada equivocado en los asentamientos. Ahora hay un suave “no ayudan a la paz”. Pero, mientras tanto, EEUU continúa volcando dinero y apoyo para cumplir ese proyecto de construir el Gran Israel.
Debería decir que creo que las discusiones generales sobre esta cuestión son extremadamente engañosas. Lo que realmente se dice en todas partes –los comentarios israelíes, palestinos, internacionales- es que hay dos opciones: o un acuerdo para dos Estados, según el consenso internacional establecido hace tanto tiempo, o un único Estado, que sería un Estado de apartheid en el que los palestinos no tendrían derechos, y podrían emprender una lucha antiapartheid, e Israel se enfrentaría a lo que se ha denominado problema demográfico: demasiados no judíos en un Estado judío. Pero esas no son opciones.
Hay una tercera opción, que es la que en realidad está llevándose a cabo, a saber, la construcción de un Gran Israel que no tenga problemas demográficos porque han excluido las zonas de población densa palestina, trasladando lentamente a los palestinos de las zonas de las que quieren apoderarse. Así nos encontramos con que lo que se llamaba Jerusalén puede ser cinco veces más grande de lo que era, hasta alcanzar Cisjordania. Hay corredores que van hacia el este que rompen lo que queda de territorio; el que va a Ma’ale Adumin, una ciudad en gran medida levantada durante los años de Clinton, que bifurca bastante Cisjordania. Hay otras hacia el norte. La denominada Área C, donde Israel tiene el control total, alrededor del 60% de Cisjordania, está siendo lentamente incorporada a Israel mediante grandes programas de estructuras, etc. Y este programa se está desarrollando delante de nuestros ojos. EEUU está proporcionando apoyo diplomático, económico y militar para el mismo. Y va a dejar a los palestinos prácticamente con nada. Habrá un Gran Israel que no va a tener que enfrentarse al temido problema demográfico.
JG: Si es posible, me gustaría centrar el enfoque en otra parte del mundo. Quiero preguntarle por Latinoamérica. Tuvimos un período, durante unos diez años, de enorme progreso social en la zona: Todos esos gobiernos con mentalidad social, reducción de la desigualdad en los ingresos, la única parte del mundo donde no hay armas nucleares. Y, sin embargo, en los últimos años, estamos viendo una vuelta atrás. Muchos de los gobiernos populares, con la excepción de Ecuador, han sido expulsados del poder, y en Venezuela hay una crisis cada vez más profunda. ¿Qué piensa de lo que ha sucedido, cómo es que después de tantas promesas, de repente la región da marcha atrás?
NCh: Bien, hubo logros reales. Pero los gobiernos de izquierdas fracasaron a la hora de utilizar las oportunidades de que disponían para crear economías sostenibles y viables. Casi todos –Venezuela, Brasil, Argentina, otros- se apoyaron en el alza de los precios de las materias primas, que es un fenómeno temporal. Los precios de las materias primas subieron, debido sobre todo al crecimiento de China. Hubo un aumento en el precio del petróleo, de la soja, etc. Y en vez de intentar desarrollar una economía sostenible con la industria, la agricultura, etc. –Venezuela es potencialmente un rico país agrícola, pero no lo desarrollaron-, confiaron simplemente en las materias primas que podían exportar. Ese es un modelo de desarrollo muy perjudicial, porque cuando exportas grano a China, pongamos, ellos te exportan productos manufacturados y eso liquida tus industrias, que es en gran medida lo que ha venido sucediendo.
Y encima, había una corrupción enorme. Es doloroso ver el Partido de los Trabajadores en Brasil, que puso en marcha medidas importantes, que no pudieran mantener las manos fuera de la caja, incorporándose a las elites extremadamente corruptas, que están todo el tiempo robando, participando también de ello y desacreditándose ellos mismos. Pero hay una reacción. No creo que la partida se haya terminado en forma alguna. Se consiguieron éxitos reales, y habrá que mantener muchos de ellos. Pero también hay una regresión. Tendrán que buscar de nuevo, uno espera, a fuerzas más honestas que ante todo reconozcan la necesidad de desarrollar la economía de forma que tenga cimientos sólidos, no basarse sólo en las exportaciones de materias primas, y, en segundo lugar, que sean verdaderamente honestas para llevar a cabo programas decentes sin tener que robarle a la gente al mismo tiempo.
AG: ¿Qué piensa sobre Venezuela?
NCh: Venezuela es realmente una situación desastrosa. La economía se basa en el petróleo en mayor medida aún que en el pasado, a niveles muy altos. Y la corrupción, los robos, etc., han sido enormes sobre todo tras la muerte de Chávez. Si vemos el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, Venezuela todavía aparece por encima de Brasil. De ahí que haya esperanza y posibilidades de reconstrucción y desarrollo. Pero las promesas de años anteriores se han visto frustradas de forma significativa.
AG: Quería preguntarle por su primer artículo, ¿cuándo lo escribió? ¿Fue en febrero de 1939? ¿Qué edad tenía entonces?
NCh: Diez.
AG: Diez años. Quiero volver a aquel primer artículo. Era sobre la caída…
NCh: El primero que recuerde. Puede que hubiera otros.
AG: Era sobre la caída de Barcelona ante Franco.
NCh: Así es.
AG: Y en él hablaba de fascismo y fuerzas fascistas.
NCh: Fascismo [inaudible]… Recuerdo… estoy seguro que no era un artículo muy memorable. Confío en que haya sido destruido. Pero… creo recordar que parte de él, empezaba con la preocupación por la aparentemente inexorable extensión del fascismo: Austria, Checoslovaquia, Toledo en España, Barcelona, lo que era muy importante. Fue el fin de la revolución española. Tuvo lugar en febrero de 1939. Y parecía que iba a seguir avanzando. Era muy aterrador en aquella época.
AG: ¿Piensa que es exacto utilizar la palabra “fascismo” o hablar del auge del fascismo en EEUU?
NCh: Bueno, ya sabe, la palabra “fascismo” se ha convertido en una palabra amedrantadora. Pero muchos de los aspectos del fascismo no están muy por debajo de la superficie. Volvamos a la década de 1940. Robert Brady, un gran economista político, un economista político veblenita, escribió un libro titulado Business as a System of Power, en el que argumentaba que en todas las economías de capitalismo de Estado, denominadas economías capitalistas, en realidad Estados capitalistas, se dieron determinados desarrollos hacia algunas de las estructuras institucionales del fascismo. No estaba pensando en campos de concentración y crematorios, sólo en la naturaleza de las estructuras institucionales. Y eso no era del todo falso. ¿Podríamos avanzar hacia lo que Bertram Gross, alrededor de 1980, llamaba “fascismo amistoso”? Estructuras de tipo fascista sin crematorios, que no son la parte esencial o necesaria del fascismo. Podría ocurrir.
Deberíamos recordar que durante la década de 1930, los regímenes fascistas disfrutaron de actitudes bastante favorables hacia ellos en Occidente. Roosevelt llamó a Mussolini “ese admirable caballero italiano” que quizá fue engañado por Hitler. En 1932, una de las principales revistas empresariales –pienso en Forbes- publicó un artículo en primera página bajo el titular “The wops are unwopping themselves” [Los espaguetis están desenrollándose ellos mismos –alusión despectiva a los italianos-]. Finalmente, los italianos estaban actuando juntos bajo Mussolini. Los trenes estaban llegando puntuales, ese tipo de cosas. La comunidad empresarial fue muy solidaria. Hasta finales de la década de 1930, el Departamento de Estado de EEUU estaba –no puedo decir realmente que “apoyando” a Hitler- tolerando a Hitler, porque tenía una posición moderada entre los extremos de derecha e izquierda. Hemos oído eso antes. Que estaba destruyendo el movimiento obrero, lo cual era algo bueno; librándose de comunistas y socialistas, ¡estupendo! Hay elementos derechistas, elementos ultranacionalistas en el otro extremo. Y de alguna forma está controlándolos. Por eso deberíamos tener una cierta actitud tolerante hacia él. En realidad, el caso más interesante es el de George Kennan, un gran diplomático, muy reverenciado. Era el cónsul estadounidense en Berlín. Y hasta 1941, estuvo escribiendo comentarios favorables sobre Hitler, diciendo que no deberían ser tan severos con él, que allí había cosas buenas. Ahora asociamos el fascismo con las historias reales de horror del Holocausto, etc. Pero no era así como se consideraba al fascismo. Incluso contaba con un apoyo mucho más fuerte por parte de la comunidad empresarial británica. Podían hacer negocios con ellos. En los regímenes en gran medida dirigidos por empresas se apoyaba a Alemania porque había creado algo como el pleno empleo a través del endeudamiento y el gasto militar, y estaban consiguiendo victorias.
¿Podríamos movernos en esa dirección? Así se ha reconocido. Pueden leerlo justo ahora en los periódicos dominantes, que se preguntan: “¿Podrían instituirse los elementos del fascismo amistoso de Gross en un país como EEUU?” Y no es algo nuevo. Quizá, hará unos diez años, hubo un interesante artículo en el Foreign Affairs, la principal revista del establishment, de Fritz Stern, uno de los principales historiadores alemanes de Alemania. Se titulaba “Descenso a la barbarie”. Y debatía la forma en que Alemania se había deteriorado desde la que era de hecho, quizá, la cima de la civilización occidental en la década de 1920 hasta las profundidades de la historia diez años después. Y escribió su artículo con un ojo puesto en EEUU. Era la administración Bush, no hoy en día. No estaba diciendo que Bush fuera Hitler, sino que estaba diciendo que había señales a las que deberíamos prestar atención. Decía: “Hay veces que me preocupa ver lo que está sucediendo en el país que me rescató del fascismo”.
AG: ¿Considera que el ataque de Donald Trump contra la prensa forma parte de esa tendencia hacia el fascismo cuando dice que la prensa es la enemiga del pueblo?
NCh: Es peligroso, pero Nixon hizo lo mismo. Recuerden a Agnew, etc. Sí, es peligroso, pero creo que está lejos de lo que consideramos fascismo. No hay que descartarlo. Y creo que podemos ver fácilmente –si hubiera una figura carismática en EEUU que pudiera movilizar temores, rabia, racismo, un sentimiento de pérdida del futuro que nos pertenece- cómo este país podría estar realmente en peligro. Somos afortunados de que nunca haya habido una figura carismática y honesta. McCarthy era ante todo un matón. Nixon era demasiado deshonesto. Creo que Trump es ante todo un bufón. Por eso hemos tenido suerte. Pero no vamos a tener necesariamente suerte siempre.
AG: Noam Chomsky, queremos agradecerle mucho que haya estado con nosotros. Le dejamos para que pueda dirigirse al aeropuerto. Nos veremos el 24 de abril en la iglesia First Parish de Cambridge.
N. de la T.: Esta entrevista se celebró el pasado 4 de abril.
[Fuente: Rebelión.org, trad. de democracynow.org para Rebelión por Sinfo Fernández]
11/4/2017
Rafael Poch
Macron: la engañosa victoria que tranquiliza
El ganador de la primera vuelta y probable futuro presidente representa todo lo que ha fracasado en las últimas décadas
No hubo sorpresas en la primera vuelta de las presidenciales francesas: el 7 de mayo los franceses deberán elegir entre el joven ex banquero y ex ministro liberal-europeísta, Emmanuel Macron, y la ultraderechista Marine Le Pen que defiende un programa de repliegue nacionalista. Será una opción entre una tranquilizadora continuidad y una ruptura destructiva.
Tranquilizadora porque todos los sondeos —y en estas elecciones sus pronósticos han sido bastante ajustados— indican que el 7 de mayo Macron batirá a Le Pen por 60% contra 40%, veinte puntos de diferencia. Eso quiere decir que Francia continuará por la senda de las últimas décadas, lo que es una buena noticia para los mercados, para la estabilidad de los grandes intereses financieros y empresariales, franceses, europeos e internacionales, y, naturalmente, para los medios de comunicación globales. Puede adelantarse que el peligro de una ruptura electoral se ha conjurado en Francia.
Pero vista con una perspectiva más amplia hay que reconocer que esta tranquilizadora victoria es al mismo tiempo engañosa. El más que probable futuro Presidente Macron representa y defiende un programa que intensifica todo eso que ha mostrado serias averías y disfunciones en los últimos treinta años a lo largo de los cuales se fraguó e incubó el malheur de Francia y desembocó en la crisis financiera global de 2008, desencadenante a su vez del grave proceso desintegrador que se vive en la Unión Europea desde entonces. ¿Qué supone esta victoria en ese contexto?
Macron será el presidente que continuará la devaluación interna, el ajuste salarial vía subempleo y precarización en la carrera hacia la competitividad. A juzgar por su programa y manifestaciones todo apunta a que él es el candidato más conforme con la actual línea germano-europea.
“Francia solo podrá influir sobre Alemania si tiene credibilidad en el plan económico y financiero”, “seremos fuertes en Europa y en el mundo, porque habremos hecho reformas”. Y el signo de esas reformas es inequívoco: forzar, un poco más —desde luego no tanto como pretendía el programa del candidato conservador, François Fillon—, lo realizado e intentado hasta ahora.
Macron quiere llevar mucho más allá la reforma laboral, a la que se opusieron el 67% de los franceses sin que la mayoría de ellos se decidieran a salir a la calle la pasada primavera. Si el hollandismo tuvo que aplicar aquella reforma eludiendo al parlamento, vía el artículo 49/3 de la Constitución, Macron adelanta que transformará el código de trabajo por decreto. Una temeridad.
Las elecciones de ayer han confirmado la recomposición del panorama político francés. Por primera vez los dos partidos que dirigieron la política francesa y se alternaron en el poder durante medio siglo, socialistas y conservadores, no han pasado a la segunda vuelta. La descomposición del Partido Socialista es manifiesta (su candidato recibió ayer el 6% de los votos) y el fracaso de Fillon (en torno al 19,7%) anuncia algo parecido en Los Republicanos. Cualquiera de los cuatro contendientes con posibilidades ayer en liza, habría sido un presidente frágil, con un apoyo del 25% y tres cuartas partes del electorado en su contra. Los apoyos reales están en la primera vuelta, los de la segunda reflejan sobre todo impedir la victoria del otro, en este caso Le Pen. En este contexto de debilidad, Macron aparece sin partido que le respalde.
La candidatura y la victoria electoral de Macron han sido un éxito, pero ese éxito ha precisado la demolición del sistema de partidos francés. Durante treinta años esos partidos han escenificado la ilusión de una alternancia, ilusión porque en las grandes cuestiones que ahora están en crisis —el proyecto europeo y las líneas maestras de la política socio-económica— no era real. Macrón ha roto aquella apariencia: no es “ni de izquierdas, ni de derechas”, siendo las dos cosas a la vez. En esta operación, el sistema ha tirado por la borda el recurso a aquella alternancia. ¿Un último cartucho?
Vista con distancia, la situación es crítica: todo lo que en Europa está produciendo radicalización y contestación va a continuar. Eso significa que lo que ha ocurrido con el Brexit y con la victoria de Trump va a seguir avanzando en Francia. En 2002 el Frente Nacional fue derrotado por Jacques Chirac por una diferencia de 60 puntos en la segunda vuelta. Ahora Marine Le Pen será derrotada por 20 puntos de diferencia. En estas elecciones Le Pen ha ganado un millón de votos más respecto a 2012. ¿Cómo evolucionará esa distancia en los próximos años si el sistema no cambia —y no hay el menor signo de ello? Mientras se felicita por ese margen, ¿ignora Francia que baila sobre un volcán?
Y mientras tanto, el panorama no se acaba con Le Pen. Surgen otras plataformas de ruptura altermundistas como la de Jean-Luc Mélenchon (que ayer obtuvo alrededor del 19,2% de los votos, es decir más de ocho puntos más que en 2012, un incremento muy significativo). La alternativa de Mélenchon no es destructiva sino transformadora, pese al absurdo signo de igualdad que se le pone con Le Pen en los medios de comunicación globales (“populismos” de uno u otro signo), pero preocupa, seguramente, aún más que Le Pen. Anoche había cierta decepción pero no ambiente de derrota en medios del movimiento altermundista la Francia Insumisa de Mélenchon. A partir de ahora “la izquierda” son ellos, dicen, y su perspectiva de futuro no es mala. La izquierda francesa se ha reinventado en esta campaña. Mélenchon se negó a dar una recomendación de voto para la segunda vuelta y anunció una “consulta pública” a su movimiento.
De cara a la segunda vuelta, la victoria de Emmanuel Macron reviste aspecto de trámite: va a recibir todo el voto del hollandismo y de la derecha. Así lo expresaron anoche el primer ministro Bernard Cazeneuve, su predecesor Manuel Valls, el candidato socilista, su rival conservador, François Fillon, las personalidades de su partido, Los Republicanos (Laurent Wauzquiez, François Baroin, Christian Estrosi), en definitiva el grueso de la clase política. François Hollande lo hará en los próximos días. Al lado de eso, el Frente Nacional solo recibirá algunos votos de la derecha enfadada: “aquellos que tienen la sensación de que les han robado las elecciones”, dijo el vicepresidente del Frente Nacional, Florian Philippot, refiriéndose al escándalo del Penélopegate que en enero acabó con el indiscutible liderato de Fillon en esta carrera y que muchos de sus electores consideran una jugarreta planificada.
Ante 3.000 seguidores centenares de periodistas, Macron, el joven brillante de 39 años que hace tres era un perfecto desconocido para los franceses, celebró su victoria. Saludó a sus diez contrincantes y agradeció al socialista Hamon y al conservador Fillon por pedir el voto para él el 7 de mayo.
“En un año hemos cambiado el rostro de la vida política francesa”, dijo. Beneficiado por el escándalo de Fillon, Macron ha mantenido una campaña políticamente hueca en la que él ha sido el principal producto y mensaje. Pero ha funcionado. La República se ha tragado el producto. Una gran cuestión. Anoche Macron negó que su movimiento sea un lobby ni una burbuja. “Quiero unir a los franceses”, dijo apelando a la “exigencia del optimismo y a la esperanza para nuestro país y para Europa”. “Quiero ser el presidente de los patriotas ante la amenaza de los nacionalistas”, siguió. “Refundar Europa”, “relanzar la construcción europea”, insistió.
La correlación de fuerzas en Francia se mide sobre el eje de la soberanía nacional. Los franceses están descontentos sobre todo porque la vida de la mayoría se degrada y porque su república no puede hacer nada contra eso. Todo lo que cuenta en cuanto a decisiones queda fuera del alcance de su voto y soberanía nacional. El euro impide ajustes y devaluaciones, los ministerios de economía son meros ejecutores de directivas decididas en la UE, la OMC, el FMI. El derecho europeo tiene mayor rango que el nacional, pese a carecer de un fundamento democrático: es legal, pero no legítimo. La política exterior y de defensa viene encuadrada por una estrategia (americana) organizada a través de la OTAN que es no solo exterior a la nación, sino a la propia UE. Y encima, toda esa desposesión ha sido santuarizada, blindada en normas y tratados para hacerla irreversible.
Esa situación hay que contrastarla con la correlación de fuerzas que han evidenciado estas elecciones: 8 de los 11 candidatos que concurrieron ayer son más soberanistas que mundialistas. El voto sumado de todos ellos supera el 50% de lo expresado y el malestar por la desposesión de Francia va aún más allá. La posición de Emmanuel Macron, el más claro representante de la Francia en la globalización, es, por tanto, extremadamente frágil y engañosa. Su victoria parece un último cartucho. Quizá sea el último recurso antes de la erupción.
[Fuente: Diario de París]
24/4/2017
Paula Lugones
Entrevista a David Harvey
Trump apela a la razón antiliberal
El triunfo del Brexit en Gran Bretaña, el avance de las ultraderechas xenófobas en varios países de Europa y el triunfo de Trump, con sus ideas antiglobalizadoras y de fronteras cerradas en Estados Unidos, entre otros fenómenos, plantean profundos interrogantes en el mundo académico. David Harvey, profesor de la City University of New York (CUNY), sostuvo en el libro Una breve historia del neoliberalismo (2005) que el programa económico neoliberal era “inestable” y que el Estado tendría que “volverse más autoritario” para poder manejar las crisis que el modelo enfrentaría. Lo que ahora estamos viendo, explica, es “un movimiento hacia estructuras más autoritarias y un poder político sin la noción clásica del EstadoNación”. Algo que ocurre porque “las desigualdades del neoliberalismo alcanzaron a mucha gente” y entonces se intenta ahora “ejercer control”.
Para Harvey, en Estados Unidos “el estado autoritario se expresa tratando de crear pánico, creando la figura de un enemigo amenazante. Así se creó el Islam como un enemigo y luego con la globalización se apeló a la inmigración”.
* * *
¿El liberalismo está en crisis, ha muerto?
Quiero señalar primero las diferencias entre liberalismo y neoliberalismo. El proyecto neoliberal sentó sus bases en 1970, con una versión particular del liberalismo para consolidar el poder de la clase dominante. Este proyecto se consolidó en el mundo bajo la promesa de que el libre mercado iba a beneficiar a todos. Pero lo que finalmente sucedió es que el proyecto neoliberal sólo benefició al uno por ciento y todo el resto fue dejado atrás. Así empezó a crecer la desilusión con el neoliberalismo. Lo que sienten es que el mercado de capitales ya no funciona para sus vidas y esto logró la alienación de muchas poblaciones en el sentido político. Yo creo que la gente está votando de manera muy loca porque está enojada. Lo manifiestan con un gran enojo.
¿La gente cree que el sistema neoliberal ha fallado?
Para ellos ha fallado, sienten que les han fallado.
¿Cómo contribuyó la crisis del 2008 a este sentimiento de frustración?
La ruta para llegar a esa situación fue la dificultad de encontrar lugares productivos para invertir capital. Así fue como desde 1990 se invirtió en el mercado de la propiedad y se comenzó a crear la burbuja inmobiliaria que inevitablemente explotó. Y no sólo pasó en EE.UU. sino también en Holanda y España, que sufrieron una crisis del mercado de la propiedad y el sistema financiero estuvo detrás. Pero acá existió un momento crucial en el cual el gobierno tenía dos posibilidades: apoyar y solventar a las personas que habían perdido sus propiedades o solventar a los bancos. Y eligieron los bancos. La gente perdió sus casas mientras al mismo tiempo veían cómo se ayudaba a los bancos y así fue cómo se generó un gran nivel de resentimiento. Hubo mucha furia. Y ocurre que el Partido Demócrata no es muy bueno articulando los deseos y necesidades de la mayoría de la población. Las personas quedaron alienadas en el medio de este proceso, porque ellos no supieron cubrirles sus necesidades y deseos.
¿Por qué cree que el Partido Demócrata, que no es precisamente el más neoliberal en EE.UU., falló en no escuchar a estas personas que estaban frustradas, sobre todo en el “Estados Unidos profundo”?
La base del Partido Demócrata originalmente fue el sindicato abierto, pero desde los 70 comenzó a perderla. El gran cambio fue en 1990. Cuando Bill Clinton asumió el poder, prometía asistencia sanitaria universal y todo tipo de reformas. Pero lo que en realidad nos dio fue el NAFTA, la reforma de salud se volvió más costosa y afectó especialmente a los grupos de bajos ingresos. También flexibilizó y desreguló las instituciones financieras. Clinton imcatando plementó en su administración una agenda neoliberal y abandonó a aquellos sindicatos que eran la base de su partido para trabajar con lo que se llaman las clases medias urbanas, que eran radicales en algunos temas sociales pero no en lo económico. Entonces, el Partido Demócrata viró hacia la centroderecha y abandonó las clases trabajadoras que antes eran la base de su partido. Lo que vemos ahora es que la clase trabajadora se ha rebelado nuevamente contra la versión Clinton del Partido Demócrata. El ascenso de Bernie Sanders sorprendió a todo el mundo res- las bases socialdemócratas y la gente que votó a Bernie Sanders finalmente no votó por Hillary Clinton.
¿Parte de lo que vemos hoy es una especie de movimiento antiélite?
Es una combinación de varias cosas. Vimos recientemente en EE.UU. una fuerte tendencia anti Wall Street. Una de las estrategias de Trump fue acusar a Hillary Clinton de estar muy cerca de Wall Street. Pero si uno mira a la administración Trump, todo su equipo económico es de Wall Street. El secretario del Tesoro y muchas personas de este gobierno están dejando al gobierno en manos de Goldman Sachs como en 1990.
Trump ha dicho que la gran culpable de lo que está ocurriendo es la globalización. ¿Usted concuerda con esto?
Una de las principales causas por la pérdida de trabajos para la clase media y trabajadora es el cambio tecnológico. Entonces gran parte de la clase política en vez de plantear este problema le atribuye la causa a los inmigrantes, una larga tradición en la política estadounidense. El miedo al extranjero se convierte en un modelo de pánico, sustentado en el miedo al inmigrante, al extranjero.
¿Trump apeló al miedo para ganar?
Sí, por supuesto. En 2005 llegué a la conclusión de que el programa económico neoliberal era inestable y en algún sentido el Estado tendría que volverse más autoritario para finalmente poder manejar esta crisis. Lo que vemos es un movimiento hacia estructuras más autoritarias y un poder político sin el Estado Nación. Esto es en parte porque las desigualdades neoliberales alcanzaron a muchas personas y entonces hay que ejercer control. Para ejercer este control se necesita de un poder ideológico que lo legitime. Esto es funcional al control de tiempos difíciles como fue la crisis del 2007 y el 2008, en el cual finalmente el poder neoliberal quedó intacto. Y ahora se necesita todavía más autoritarismo en el Estado.
¿Cómo se expresaría el estado autoritario en este país?
Aquí se trata de generar pánico con la figura de un enemigo amenazante. Así se creó el Islam como tal y luego con la globalización se apuntó contra el inmigrante. Hay una especie de fascinación con la idea del enemigo al que se debe resistir a cualquier precio. Es una forma de hacer política en EE.UU. que tiene 150 años de historia. Es la forma con la que EE.UU. genera pánico y la clase política la usa como amenaza. El Islam o el inmigrante son percibidos como aquellos que pueden destruir los valores estadounidenses. Esto forma parte del discurso político y es así como Trump llegó al poder: “Hagamos Estados Unidos grande otra vez”. Es decir, dejemos a los extranjeros afuera.
Cuando Trump utiliza ese eslogan apela al pasado. ¿A qué momento quiere volver?
El nunca ha especificado eso. Lo que dice es que hay que reconstruir EE.UU. en torno de la identidad nacional, que va a estar en contra del libre comercio y de quienes para él se opongan a los valores estadounidenses. El apela a esta retórica del pánico contra quienes se vistan o se vean como árabes o musulmanes o cualquier otro que quiera destruir el país.
¿Es como apelar a la vuelta del “EE. UU. blanco”, sin negros ni inmigrantes, con las mujeres en sus casas?
Sí, es como una idea sacada de las telenovelas que eran populares en los sesenta. Con la casa en los suburbios y todo lo que implicaba ese modo de vida, la cerca, el auto en el garage y todas personas blancas protagonizando la historia.
¿Cree que es posible ser un país proteccionista en un mundo tan globalizado o es una idea un poco ingenua?
Creo que el capitalismo está padeciendo una dificultad a nivel global. El capitalismo es un sistema que requiere expansión y crecimiento. Y por eso se necesita cada vez más y mayores inversiones y estructuras corporativas. Y yo no estoy tan seguro de que esto pueda continuar así. Por ejemplo, China en dos años, entre 2011 y 2013, consumió un 50% más de cemento de lo que consumió EE.UU. en 100 años. Y esto fue un proyecto de crecimiento que está conectado con la urbanización de China que encabezó un papel central reviviendo el capitalismo global. Si recordamos la crisis del 2007-2008, China incrementó el flujo de materiales y muchas industrias se recuperaron con el “boom” chino. Muchos se preguntan por el daño al medio ambiente que provoca tanto cemento; muchas ciudades en el norte de China tuvieron que parar sus actividades por dos semanas porque provocaron un alerta roja por la contaminación. Hoy existen problemas que no eran tales hace 100 años. Ahora el tema es que el beneficio se obtiene a través de los juegos de las finanzas. Si hacés una oferta pública inicial en Wall Street –a un precio menor que el resto–, y todos invierten, podés ser dueño de una compañía sin hacer nada; un grupo de personas puede hacerse inmensamente rico sin hacer nada. Las grandes riquezas se crean a partir de la manipulación financiera, el que apuesta a la producción no gana, entonces no hay oportunidades de trabajo. Si uno mira los índices de desigualdad, verá una clase media olvidada que es la que votó por Trump. Vieron cómo se construyeron fortunas en Wall Street y ellos no recibieron absolutamente nada. Fueron dejados de lado.
¿El neoliberalismo económico fracasó en resolver el impacto de la automatización en el mercado laboral?
No. Creo que el proyecto neoliberal precisamentepropone el reemplazo de la fuerza del trabajo por el cambio tecnológico. En el área de la manufactura tenemos enormes problemas de industrialización. En Baltimore, en 1969, había 35.000 personas empleadas en la industria del acero y para 1990 sólo quedaban 5.000 produciendo acero bajo el sistema de automatización. Así fue como el trabajo perdió poder bajo el cambio tecnológico. La manufactura colapsó. Lo que pasa es que con la inteligencia artificial y las computadoras no sólo lo vamos a ver en los sectores que decíamos sino también en el sector servicios al igual que pasó en la industria de la manufactura. En EE.UU. ya no hay cajeros en los supermercados para cobrarte, debe hacerlo uno mismo. Tampoco hay empleados para que te hagan el check in en el aeropuerto; lo hacés en una máquina. Entonces todos estos trabajos serán inteligentes. Lo que viene es una mayor pérdida de trabajos en el sector servicios. Esto va a crear un enorme problema político y económico, porque ¿qué pasará con los mercados si la gente no tiene trabajo? Por eso los expertos de Silicon Valley promueven el salario básico universal: saben que la automatización lo que finalmente va a provocar es la suba de la desocupación y esta misma desocupación es la que va a destruir el mercado. De alguna forma tienen que revivir el mercado.
[Fuente: Clarín, Buenos Aires]
7/4/2017
Hermana Guadalupe
¿Qué está pasando en Siria?
¿Qué está pasando en Siria? La Hermana Guadalupe, del Instituto del Verbo Encarnado, ha publicado una nota en el Facebook, SOS Cristianos en Siria, que reproducimos a continuación.
* * *
Es intolerable lo que está sucediendo en la escena internacional. Intolerable y vergonzoso. Se produce un ataque con armas químicas en Siria, y sin la debida investigación se toman represalias inmediatas contra quien “suponen” es el culpable, atacando una base militar siria donde mueren soldados, y mueren también civiles… ¿A eso llaman “justicia”? ¿Es posible que en pleno siglo XXI, en el que tanto se alardea del ejercicio de la democracia, se tomen decisiones impulsivas y unilaterales que acaban con la vida de más personas inocentes? ¿Qué podemos esperar de nuestras sociedades si quienes nos gobiernan nos enseñan que ante un daño se justifica el castigo sin juicio previo al supuesto culpable? Es el aliciente para que nos matemos unos a otros por simples sospechas… Es el triunfo de la barbarie…
No es la primera vez que se atribuye al ejército sirio el uso de armas químicas, y esto ya parece ser una “prueba”. Como si el número de repetidas sospechas provenientes siempre del mismo bando fuera la prueba definitiva de culpabilidad. ¿Eso se enseña en Derecho en nuestras Universidades?
Pero lamentablemente quienes vivimos este conflicto en Siria desde los comienzos, sabemos que la manipulación de la información ha sido el arma más poderosa. Las acusaciones contra el gobierno sirio se fundan en gran parte en la información proveniente de los mismos grupos rebeldes, como el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), que tiene su base de operaciones en Coventry, en Reino Unido, y que está compuesto por una sola persona… O videos realizados por partidarios de los grupos terroristas como al Qaeda (como se vio en la liberación de Alepo). O delos Cascos Blancos, que está probado que hacen videos montaje, y se los ha visto en ejecuciones de soldados del ejército sirio e incluso unidos a una turba que linchaba a los “cerdos” del ejército.
Ya nos ha mostrado la historia, que el “uso de armas químicas” es una acusación inconsistente inventada para justificar los propios intereses. Es la excusa ideal para convencer a la opinión pública. Sucedió en Irak. Y lo hemos visto también en Siria. Recuerdo cuando en el 2013 se acusó al ejército sirio de este tipo de ataques. Los observadores de la ONU llegados al país para la investigación del caso, ya traían en mano la sentencia de condena al gobierno sirio. Y finalmente no pudieron probarlo, pero igualmente confirmaron su culpabilidad.
Nuestra gente en Siria está indignada, y una vez más se sienten decepcionados por el comportamiento de la comunidad internacional. Siguen sosteniendo que, durante todos estos años, ha sido el ejército sirio su única defensa, frente a los ataques terroristas de los rebeldes que se cobran víctimas todos los días entre los civiles. Por otra parte, consideran ridículo el hecho de que en estos momentos, en que el ejército nacional apoyado por Rusia está recuperando el control de la ciudades, arriesgue su reputación con un golpe bajo.
Pero prestemos atención a toda la situación en su conjunto. Mientras USA perpetraba el ataque a la base militar Shayrat (Homs), el Estado Islámico atacaba posiciones del ejército sirio en la carretera que une Homs, Furqlus y Palmira. ¿Es esto una coincidencia? ¿No se parece demasiado a lo que realizó la administración anterior de Estados Unidos en setiembre de 2016, cuando atacó “por error” posiciones del ejército sirio en Deir al-Zur matando a 80 soldados, y permitiendo al Estado Islámico recuperar posiciones estratégicas en la zona?
Recemos por el pueblo sirio. Ellos ven con impotencia como destruyen su país y los peores terroristas que nunca se han visto son apoyados por los poderosos de la tierra.
[Fuente: SOS Cristianos en Siria, nota en Facebook, abril de 2017]
20/4/2017
Josep Fontana
Cap a la tercera guerra mundial?
El que està passant en aquests moments als Estats Units és alarmant. Una de les coses que semblen clares és que els que avui manen a Washington són els militars, que han fet entendre al president Trump que pot seguir fent els seus negocis; però ha de deixar la política internacional i la guerra en les seves mans.
A començaments de febrer Trump va reorganitzar el National Security Council, l’òrgan suprem d’assessorament del president en matèria de seguretat, posant al front el seu principal estrateg polític, i traient-ne el director de la Intel·ligència Nacional (dels serveis secrets) i el president del Joint Chiefs of Staff, el més alt organisme militar, que només assistirien a les reunions quan es tractessin qüestions que els afectaven. Robert Reich avisava aleshores que això podia portar el món cap a un holocaust nuclear. Era una previsió que naixia de la por que creava la figura de Bannon, un anarquista de dretes, catòlic integrista (aliat dels sectors eclesiàstics contraris al papa actual), al qual Reich qualificava de “boig perillós”.
Es precipitava. Contràriament a moltes de les històries que es publiquen sobre Bannon, sembla que el seu paper principal en l’entorn de Trump, com ho mostra una investigació del grup Center for Public Integrity, és el de peça clau en la xarxa de relacions de negocis del president.
Però la situació política ha donat un tomb que ho canvia tot radicalment. Fa un parell de dies s’ha produït una mena de cop d’estat en què, per iniciativa del tinent general McMaster, un veterà de la guerra d’Iraq, s’ha fet fora Bannon del Consell Nacional de Seguretat (NSC), i no solament s’ha retornat el seu lloc al president del Joint Chiefs of Staff i al director dels serveis d’intel·ligència, sinó que se’ls ha afegit el director de la CIA, el secretari d’energia i l’ambaixador a l’ONU. Al mateix temps s’ha posat el consell de Seguretat Interior (Homeland Security) a les ordres de McMaster, que sembla clarament el guanyador del conflicte.
Immediatament de produir-se aquest canvi Síria torna a ser notícia: un atac amb gas a civils és atribuït sense necessitat de més comprovacions a al-Assad –que és prou capaç d’aquesta i d’altres salvatjades, però que resulta sorprenent que cometi una provocació com aquesta quan sembla clar que està guanyant la guerra– i la resposta ha estat l’atac amb míssils d’una base de l’exèrcit de Síria per part dels Estats Units.
És sorprenent com s’assembla aquest episodi al d’agost de 2013 quan Obama va anunciar que intervindria per castigar un atac a civils siris amb gas (que després es va veure que no era obra d’Assad). Però en aquella ocasió Obama podia controlar els militars i va frenar el perill d’una escalada. No sembla que Trump tingui la mateixa autoritat i cal témer que es deixi endur per l’entusiasme dels caps militars nord-americans, que fa temps que es mostren obsessionats per fer servir la seva innegable superioritat militar per guanyar alguna guerra (la d’Afganistan té camí de durar molts més anys i la d’Iraq segueix aturada a Mossul).
Aquesta situació em recorda el que va passar el 1961, en el temps de la fracassada invasió de Cuba, quan el general Thomas Power, cap del Strategic Air Command, va manifestar que no entenia que els polítics “civils” s’entestessin a salvar vides, quan del que es tractava era de matar comunistes. Si al final de la guerra quedaven vius dos americans i un rus, deia, “hem guanyat”. S’hauria de procurar, li van observar, que dels dos supervivents un fos un americà i l’altre una americana.
El que em preocupa més d’aquesta història, però, és que per arribar a una situació en què només quedin dos americans i un rus, abans ens han d’haver liquidat a tots nosaltres.
NOTA: Per la gravetat de les afirmacions que faig dono notícia d’algunes de les fonts d’aquest article, per ordre cronològic de publicació: Robert Reich, “’America first’ could bring the world closer to a nuclear holocaust”, a Truthdig, 1 de febrer de 2017; Amy Goodman, “President Bannon?: racist, islamophobic Breitbart leader consolidates power in Trump White House”, a Democracy Now, 1 de febrer de 2017; Paul Blumenthasl, “Steve Bannon believes the Apocalypse is comming and war is inevitable”, a Huffington Post, 8 de febrer de 2017; J. P. Sottile, “120 U.S. generals and admirals just sent Trump a dire warning about diplomacy”, a AlterNet, 2 de març de 2017; “New data base details White House official’s finances”, a The Center for Public Integrity, 4 d’abril de 2017; Anne Barnard i M. R. Gordon, “Worst chemical attack in years in Syria; U.S. blames Assad”, a New York Times, 4 d’abril de 2017; Robert Parry, “Another dangerous rush to judgment in Syria”, a Consortium News, 5 d’abril de 2017; Peter Baker et al., “Trump removes Stephen Bannon from National Security Council post”, a New York Times, 5 d’abril de 2017; Helene Cooper, “Trump gives military new freedom. But with that comes danger”, a New York Times, 5 d’abril de 2017; John Queally, “’Beyond red line’: Trump might just launch surprise attack on Syria”, a Common Dreams, 5 d’abril de 2017; Mike Gordon et al., “Dozens of U.S. missiles hit air base in Syria”, a New York Times, 6 d’abril de 2017; Juan Cole, “Washington’s supreme hipocrisy on chemical weapons and civilian deaths”, a Informed Comment, 6 d’abril de 2017; Michael D. Shear, “What we know and don’t know about the missile attack on Syria”, a New York Times, 7 d’abril de 2017.
[Fuente: La lamentable]
7/4/2017
Ernest Cañada
Entrevista a Carrie Sallgren (FairHotel, EE.UU.)
Hablamos con una de las responsables del programa FairHotel impulsado por el sindicato norteamericano Unite Here. Una iniciativa que conecta consumo responsable y sindicatos en defensa de un trabajo decente.
Fundado en 2004, fruto de la fusión de dos históricas organizaciones sindicales, Unite Here tiene más de 270.000 miembros en los Estados Unidos y Canadá, con presencia básicamente en hoteles, casinos, restaurantes y servicio de alimentos. En su mayoría sus miembros son mujeres, personas de origen inmigrante y de color. Durante años han estado luchando para poder formar sindicatos en empresas y mejorar las condiciones laborales y de vida de sus trabajadores y trabajadoras. Los cambios que han logrado en salarios y beneficios sociales diversos en aquellos hoteles en los que han logrado formar un sindicato son muy destacados.
Recientemente Unite Here puso en marcha el programa FairHotel, del que dimos cuenta detallada anteriormente en un artículo en Alba Sud. Desde esta plataforma digital, el sindicato ha puesto en marcha un servicio que permite a los potenciales clientes de los hoteles conocer las condiciones laborales en los que estos se encuentran. Por ciudades disponen de tres listados con información proporcionada por las organizaciones sindicales en cada lugar: hoteles recomendados, en alerta y bajo boicot. Además han establecido formas de colaboración con organizaciones de todo tipo que constituyen la base de aliados que ha garantizado el éxito del programa.
La experiencia del programa FairHotel impulsado por Unite Here constituye actualmente una referencia internacional en la construcción de nuevas alianzas entre movimientos por consumo responsable y organizaciones sindicales. Para conocer con más detalle cómo funciona este programa, hablamos con una de sus responsables Carrie Salgre, residente en Baltimore, Maryland, Estados Unidos.
¿Qué responsabilidad tienes actualmente en el sindicato Unite Here?
Yo soy la responsable de facilitar que los clientes de los hoteles y casinos elijan buenos lugares a los que ir, y evitar hoteles en boicot, con huelgas y conflictos laborales. Fundé el programa FairHotel junto con otro compañero, Ben Mantle. ¿Cuál era vuestra experiencia previa en UNITE HERE?
Ben trabajó con Unite Here durante 12 años como responsable de acciones de boicot y organizando a trabajadores, después de haber creado el sindicato en su propio restaurante. Y yo he estado trabajando con el sindicato durante unos 11 años organizando a trabajadores y trabajadores y organizando a la comunidad. Y antes de estar en Unite Here fui delegada sindical en el Sindicato de Trabajadores del Automóvil durante 3 años.
A través de los medios de comunicación y de vuestra propia página web hemos podido ver que Unite Here ha mejorado significativamente las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras organizados sindicalmente en sectores que tradicionalmente han tenido bajos salarios y con una presencia significativa de población obrera procedente de la migración. ¿Cuáles son los resultados más importantes de esta lucha y qué características ha tenido?
En Las Vegas una cocinera de Unite Here a tiempo completo gana 10.000 dólares más que otra trabajadora en un hotel que no haya sindicato. Además recibe más de 11,400 dólares anuales en distintos beneficios sociales, como la atención médica integral gratuita para toda su familia y una pensión. Trabajadores de ciudades como San Francisco y Nueva York han luchado por buenos empleos, y porque están bien organizados tienen muchas mejores condiciones que el promedio nacional. Nuestro sindicato es un poderoso movimiento obrero que busca empoderar a los trabajadores en sus lugares de trabajo y en sus comunidades.
¿Cómo surgió la iniciativa del programa FairHotel?
Durante más de tres décadas, nuestro sindicato ha estado ayudando a los consumidores a elegir hoteles y casinos sindicalizados, y evitar así conflictos laborales. El programa FairHotel viene de todos esos años de experiencia. Hemos podido ver el éxito del Comercio Justo y otros movimientos alrededor de formas de consumo responsable, y nos pareció una adaptación natural para nuestro sindicato y nuestro sector. Creemos que hay mucho interés en poder viajar de una forma socialmente consciente, y nosotros podemos ofrecer una línea directa de comunicación entre trabajadores y clientes que valoran la justicia social.
Queremos asegurarnos de que los consumidores socialmente conscientes saben dónde encontrar hoteles que están haciendo las cosas bien con sus trabajadores y cómo evitar conflictos laborales. Este programa de alguna manera facilita que los consumidores voten con sus carteras. Los hoteles que están dentro del programa FairHotel se benefician con más huéspedes y el acceso a una marca distinguida. Nuestros miembros son capaces de mostrar a la industria de la hospitalidad que ser justo hace la diferencia.
¿Cómo os organizáis para obtener y gestionar toda la información que después aparece en vuestra página web?
Nuestros sindicatos locales de los Estados Unidos y Canadá hacen el trabajo cotidiano de organizar a los trabajadores para conseguir buenos empleos. Su trabajo ha construido una base de datos de hoteles justo que pudimos usar fácilmente para construir la Web de FairHotel. En la página hay tres listas:
1. Hoteles sindicalizados con contratos que garantizan a sus trabajadores salarios beneficios y un trato justo, y en los que animamos a hospedarse.
2. Hoteles "en riesgo de disputa" donde la posibilidad de un conflicto laboral está aumentando, y proporcionar una advertencia a los clientes de esta situación.
3. Hoteles con disputas laborales activas o bajo boicot, para que los huéspedes sepan dónde no deben quedarse.
La lista se sincroniza automáticamente cuando hacemos ajustes en la base de datos. Nos mantenemos en una estrecha comunicación con nuestros afiliados locales para que cuando los trabajadores se organizan en un hotel nuevo lo sepamos y podamos añadir su hotel a la lista. También nos avisan cuando hay una disputa en un hotel, de tal modo que podemos añadir puntualmente ese hotel en la lista de establecimientos boicoteados. Hemos desarrollado aplicaciones para iPhone y Android para que la lista sea fácilmente accesible para los posibles clientes en sus dispositivos móviles.
Llamar al boicot al hotel en el hotel en el que uno trabaja no es una decisión fácil.
Los trabajadores dan un paso increíblemente difícil al pedir el boicot y sacrificar sus ingresos a corto plazo, con el fin de lograr que sus condiciones de vida puedan mejorar. Al tomar esta decisión los trabajadores asumen una gran responsabilidad por el mal comportamiento de sus empleadores.
¿Y cuáles son los criterios para estar dentro de la lista de hoteles recomendados?
La lista FairHotel se compone de hoteles sindicalizados donde los trabajadores tienen un contrato justo con su empleador. Eso se logra a través de negociaciones, por lo general en ciclos de 3 a 5 años. Nuestros contratos comprometen a los empleadores a proporcionar salarios dignos, buenos beneficios y un trato justo.
¿Habéis tenido aliados para desarrollar esta iniciativa?
El programa FairHotel tiene 95 organizaciones socias, que incluyen sindicatos internacionales y locales, grupos comunitarios progresistas, grupos de derechos de los inmigrantes, organizaciones de mujeres, organizaciones religiosas, organizaciones académicas, grupos que planifican encuentros y organizaciones políticas. Algunos de los nombres que podéis conocer serían: AFL-CIO, Laborers, Teamsters, Democratic National Committee, FairTrade America, MALDEF y Netroots Nation.
¿Cuál ha sido su vinculación con el programa?
Lo que pedimos a las organizaciones socias de FairHotel es que se comprometan a usar hoteles justos y evitar los que tienen disputas laborales. Nuestros socios pueden llamarnos antes de reservar y consultar nuestra lista. También les recomendamos que usen un modelo de contrato que hemos elaborado y que los protegerá en caso de que se encuentren en medio de un conflicto laboral. Para socios individuales lo que les pedimos es que utilicen el sitio Web o la aplicación, y que nos sigan en las redes sociales. De forma prioritaria tratamos de apoyar a nuestras organizaciones socias con la planificación de sus reuniones, ayudándoles en la selección del lugar y cómo proteger su contrato.
Nos hemos concentrado en afiliar como socios a organizaciones que se preocupan por los problemas del lugar de trabajo y que realmente cada año se están gastando dinero en la organización de reuniones o encuentros. Y entonces les pedimos que consulten nuestro sitio Web o nuestras aplicaciones para dar preferencia a hoteles justos y sindicalizados.
¿Cómo han reaccionado los empresarios?
Los empleadores aprecian el reconocimiento de estar haciendo lo correcto. La mayoría de ellos tienen programas de Responsabilidad Social Corporativa y esto realmente puede servir para reforzar esas credenciales. Y algunos sindicatos han puesto carteles en los vestíbulos de sus hoteles en los que se declara que son FairHotel. Y cuando recomendamos un hotel en las redes sociales, normalmente estos hoteles lo compartes y lo retuitean.
¿Cómo valora esta experiencia?
Nos sentimos muy bien con el programa y estamos seguros de que seguirá creciendo. Hemos estado reflexionando sobre cómo hacer para que el programa avance, asegurándonos que las herramientas que hemos creado son las que los clientes realmente necesitan y quieren. Las entrevistas que hicimos a las personas que se dedican a planificar y organizar sus reuniones y encuentros fueron muy importantes para saber verdaderamente lo que estaban buscando.
Un indicador del valor de nuestro trabajo es que los responsables de planificar eventos que no son socios del programa usan nuestra lista para evitar establecimientos con un conflicto laboral.
Muchas gracias.
[Fuente: Alba Sud]
1/3/2017
La Biblioteca de Babel
Gonzalo Arias
El antigolpe. Manual para la respuesta noviolenta a un golpe de Estado
Prólogo de José Luis Gordillo y Epílogo de Pepe Beunza. Incluye “Sin armas contra las armas”, la reseña publicada en su día por Fernando Savater en el diario "El País"
Para que las armas nunca tengan la última palabra
La consistencia es una gran virtud. O lo era hace algún tiempo. Hoy se lleva menos. De ahí la sorpresa que provocan los libros de Gonzalo Arias. Se acaba de reeditar en la red el titulado El antigolpe, un texto a mitad de camino entre el manual y la reflexión, nacido poco después del intento más o menos fallido de golpe de estado perpetrado el 23 de febrero de 1981 por el entonces mando de la Guardia Civil Antonio Tejero. Arias, pacifista en la teoría y en la práctica, estaba preocupado por la posibilidad de una repetición de la intentona y también por la posibilidad de una respuesta violenta que disparara (nunca mejor dicho) las iras que viven en perpetua vigilia en este país. Ante la posibilidad de un golpe, sostiene en el libro, la respuesta justa sólo puede ser noviolenta. Fue él mismo quien escribió las dos palabras sin espacio, creando un neologismo que no ha cuajado, para señalar que no se trataba de una mera actitud a la contra sino de una pasividad activa. Y hay que resaltar que la presunta contradicción en términos no lleva en su discurso a la contradicción: pretende ser consistente. La noviolencia es para Arias acción, nunca mera pasividad. El noviolento, escribe, no es alguien que evita meterse en líos, al contrario, es un tipo conflictivo. Hay muchos pasajes del texto en los que Arias parece entregarse a la ingenuidad buenista. Pero ya llegando hacia el final queda claro que no es ingenuo. La respuesta pacifista no es garantía de nada: ni de victoria ni, sobre todo, de que el violento decida renunciar a la violencia. Los noviolentos deben asumir que su actitud no tiene por qué ser recíproca y que el enemigo puede seguir empleando las armas. El resistente se juega la vida. ¡Ahí es nada!
Antes de volver sobre alguno de estos asuntos vale la pena apuntar, como ya hace José Luis Gordillo en el prólogo, que algunas partes de este libro están ampliamente desfasadas. Gordillo se refiere a las más pegadas a los hechos del 23 de febrero. Pero la virtud del texto está en los esbozos de reflexión, en lo que queda vivo, en lo que habla del presente. Y también en algunos destellos más que curiosos.
Empecemos por éstos. En el momento del asalto al Congreso de los Diputados había allí unas 80 personas armadas (fuerzas de seguridad y guardaespaldas), más 46 diputados que tenían también permiso de armas (Arias apuntala: ninguno de ellos de la izquierda). Pese a que los primeros habían jurado vender cara su vida para salvaguardar las leyes de la patria, ninguno de ellos hizo el más mínimo gesto de llevar la mano a la pistola ni al fusil ni a la metralleta. Así pues, si los guardias a los que se da armamento para impedir el uso de la violencia luego no lo van a utilizar ¿para qué seguirles dando armas? No es que Arias hubiera preferido que los agentes se liaran a tiros con los asaltantes, al contrario, cree mucho mejor que no lo hicieran. Pero no deja de preguntarse si fue por prudencia y con la voluntad de no empeorar las cosas o, más bien, por un mal entendido sentido de fraternidad entre uniformados. El caso es que los que debían garantizar el orden hicieron “lo correcto”, que fue no enzarzarse en una balacera, pero a costa de no respetar el código al que están sometidos. ¿Habría que revisar el código?
Al hilo de esta reflexión anota Gonzalo Arias la escasa tendencia de los militares a enfrentarse a sus compañeros de armas, ni siquiera cuando lo exige la defensa de la legalidad, y también la poca disposición que muestran a dar por la patria no ya la última gota de sangre, ni siquiera la primera. Los discursos de los militares, especialmente los muy patrioteros, están repletos de alusiones a la voluntad de entregar la vida por la patria, pero cuando llega el caso no tienen empacho en rendirse, quizás reservando la entrega de la vida para mejor ocasión.
Se dirá que los militares actúan siguiendo el mandato de obediencia que impone su particular código. Arias deja bien claro que no es así, entre otros motivos porque la obediencia no obliga contra las leyes. Se podría incluso ir más lejos y plantearse el sentido de unas normas (las militares) al margen de las civiles. ¿De verdad tiene sentido una justicia militar fuera de los tribunales ordinarios? Arias se permite ironizar con cargo a Unamuno a quien atribuye haber dicho que es bastante fácil militarizar a un civil pero francamente difícil civilizar a un militar. Como en el fondo es buena persona, pronto se arrepiente de haber recogido la maldad (en lo que tiene de generalización) y matiza el asunto, pero antes se le había escapado una afirmación tremenda: la estructura militar es incompatible con la estructura democrática.
No menos brillante es la contraposición entre las funciones que se asigna al ejército en diversas constituciones, entre ellas la de España. Hay algunas, y no son pocas, que incluyen entre las obligaciones de los militares la defensa de la vida de los ciudadanos de su país, de la integridad territorial y de la legalidad. La Constitución española se olvida de asignar al Ejército la defensa de la vida de los españoles. Bien está porque, a la postre, el repaso a la historia que hace Gonzalo Arias muestra lo escasamente eficaces que han resultado los batallones a la hora de salvaguardar esas vidas. En las últimas guerras se contaron más muertos entre la población civil que entre quienes, por así decirlo, se encargaban de su defensa.
Por no hablar de las situaciones (como la que se daba cuando Arias escribió el libro) en las que la ciudadanía estaba obligada a cumplir un servicio militar. Hoy ya no es así en España, gracias, entre otros, al propio Gonzalo Arias, que participó activamente en la lucha por el derecho a la objeción de conciencia, dando con sus huesos y sus carnes en la cárcel, en una batalla en la que lo único que podía ganar era la satisfacción de saber que defendía una causa justa. Porque Arias tenía más de 50 años cuando se sumó a la causa de la objeción de conciencia ante el servicio militar obligatorio. Él ya no iba a ir a la mili. Pero no ser beneficiario de las medidas que defendía no evitó que sí fuera a la cárcel por su actitud. No era la primera vez. Arias había publicado en 1968 y en Francia una novela curiosa titulada Los encartelados. En ella un ciudadano tranquilo decide un día salir a la calle en la capital de España (los nombres aparecen disfrazados de forma que sean reconocibles) con un cartel en el que pide elecciones libres a la jefatura del estado. Cree que su ejemplo cundirá y que los demás ciudadanos no tardarán en imitarle. Después de publicar la obra y repartirla entre algunos posibles interesados, Arias se puso el cartel y salió a la calle. Pronto fue detenido, juzgado, condenado y encarcelado. Su acción no tuvo, al contrario que en la novela, imitadores.
Uno de los males que, se supone, atenazan a la sociedad actual es el terrorismo. He ahí un asunto que puede requerir la existencia de un ejército, preferentemente profesional, diría Gonzalo Arias, si se le pusiera en la tesitura de decidir entre Guatemala y Guatepeor. Pero sería también posible que Arias evitase el dilema dándose cuenta de que, en realidad, los ejércitos se han comportado no pocas veces como terroristas. Por ejemplo, en los golpes de estado que no son sino el empleo del terror contra la población para imponer una determinada organización de la convivencia, habitualmente ligada a determinados intereses. Ya en aquellos lejanos años ochenta se daba cuenta Arias de que el terrorismo, siendo una realidad objetiva, puede ser instrumentalizado por militares y policías para reforzar sus propias posiciones. Hilvana él la tesis al hilo de una ETA que entonces era especialmente activa, pero no deja de contraponer el número de muertos por el terrorismo frente a los producidos por el terrorismo golpista. Si Arias viviera hoy hubiera podido actualizar las cifras: en el año 2010, el número de personas fallecidas como consecuencia de actos de terrorismo ascendió a 7.696. Una cifra bastante alejada de los 120.000 muertos que se registraron en 2012 en las diversas guerras que se dieron; y no digamos de los 500.000 fallecidos como consecuencia de actos violentos relacionados con el crimen y no considerados terrorismo. Las cifras figuran en el volumen Homo Deus de Yuval Harari quien emplea estos números para aducir que, en realidad, el terrorismo en su acepción más común (la impuesta en el lenguaje que los medios han comprado a los poderes públicos) es siempre la acción de alguien débil. Si el terrorista tuviera verdadera fuerza no necesitaría recurrir a estos actos de terror. En realidad, aduce Harari y coincide en ello bastante con Arias, el objetivo del terrorista es conseguir la sobreactuación del Estado. El terrorista es una avispa en una tienda de porcelana: puede incordiar, pero cuando verdaderamente alcanza su objetivo es cuando lograr irritar a un buey cercano. Entonces el desastre está servido, como hoy está servido el recorte general de libertades al hilo de la amenaza del terrorismo. Los poderes y los terroristas se retroalimentan, hasta el punto en que Arias llega a sugerir que un importante sector de la ultraderecha española deseaba cualquier cosa menos la desaparición de ETA. Una sospecha que se hubiera podido rescatar en años posteriores a su formulación.
En consonancia con su visión de la vida y del escaso papel que en ella debiera jugar la violencia, Arias sostiene que la venganza no es el mejor criterio a la hora de aplicar justicia. Se compadece realmente del delincuente y busca su reinserción, incluyendo a terroristas y golpistas. Es tal su voluntad de comprensión que llega incluso a imaginar que el golpista actúa con una cierta buena fe, impulsado por su conciencia individual. La justicia deberá tratarlos evitando una “moral justiciera” y sin abonarse a la “sed de justicia” porque a la sombra de los cadalsos no fructifica la paz. Es muy posible que en este punto afloren con fuerza sus convicciones cristianas. Un cristianismo alejado del de las jerarquías, pero inspirado al fin en el ambivalente mensaje evangélico que en una página predica el pacifismo de la otra mejilla y en la siguiente encomia el uso del látigo frente a los mercaderes del templo.
Al final del libro, Arias ofrece una serie de recomendaciones para afrontar otro posible golpe de estado. Siempre, obviamente, desde la noviolencia. Al margen de las páginas más coyunturales, quizás éstas sean las más alejadas de la realidad. De la de entonces y de la del presente. Lo que no significa que no apunte a algunos asuntos cuyo debate vale la pena retomar. Se centra él en el papel de los medios de comunicación, convencido de que pueden desempeñar una función liberadora. ¿Por qué? Porque se pondrían del lado de la verdad que es el de la libertad y la democracia. Se le podría reprochar lo que Marx y Engels criticaron a los socialistas utópicos: estaban tan convencidos de la bondad de sus propuestas que imaginaron que todos los hombres quedarían cegados por su luz. Ignoraron, ellos y el autor de El antigolpe, que hay intereses que influyen también en las decisiones de los hombres. De modo que Arias no explica los motivos que habrían de llevar a determinados empresarios a preferir un gobierno progresista que, como poco, les subiera los impuestos, a otro que encargara a la policía negociar los convenios o, sin necesidad de ir tan lejos, aprobara una reforma laboral en la que se limitara la acción sindical y se redujeran los derechos de los trabajadores. Por ejemplo: propone que las emisoras de radio (no pudo prever el desarrollo de las redes sociales), sobre todo las privadas, emitan programas que formen a los soldados en el derecho a resistir frente a las órdenes ilegales. Se le puede objetar por partida doble: ¿por qué las emisoras iban a emitir estos programas de rentabilidad económica más que dudosa? ¿Por qué los propietarios de las emisoras iban a estar necesariamente en contra de los golpistas? Esto último puede darse, por supuesto, pero no es absolutamente inevitable. Asimismo, sugiere que se simulen debates entre supuestos golpistas y locutores en los que los primeros pueden recurrir a cualquier cosa menos a la fuerza. Pero es que el golpismo consiste, precisamente, en el uso de la fuerza.
En el mismo sentido defiende la resistencia de los profesionales de la información frente al golpismo, tanto en la televisión (entonces sólo había una) como en los periódicos, desde una confusión muy extendida: la de creer que el periodista es el propietario de los medios que alquilan su fuerza de trabajo.
Pero tiene razón Arias al apuntar que el papel que juegan los medios de comunicación en la formación de la opinión y las conciencias puede y debe ser debatido públicamente. La aparición de las cadenas privadas de televisión, el proceso de concentración de la propiedad de los medios, la crisis de la prensa escrita y el difícil horizonte de los diarios electrónicos plantean una situación que habrá que abordar. ¿Debe haber medios públicos? Y en caso afirmativo, ¿cómo evitar que se conviertan en gubernamentales? La experiencia española de las dos últimas décadas es desalentadora. Las televisiones autonómicas (igual que las dos cadenas dependientes directamente del gobierno central) son instrumentos al servicio del partido en el gobierno. Puros vehículos para los mensajes publicitarios gubernamentales. La situación es tan insoportable, que quien esto firma ha visto cómo un consejero del gobierno catalán indicaba a una redactora de Catalunya Ràdio la pregunta que debía hacerle. Y se lo indicaba en público, con el desparpajo del antiguo señorito que se dirige a un empleado que le come en la mano. Y no han ido mejor las cosas en la televisión valenciana, en la madrileña o en la andaluza. Hay más, pero con la considerable ventaja de que son tan malas que no las ve casi nadie.
El debate sobre la financiación de los medios de comunicación (y su independencia) no es sólo cosa de Podemos. También ha reflexionado sobre ello, por ejemplo, Axel Honeth, actual director de la Escuela de Fráncfort. El hecho es que los medios privados han recurrido a créditos que hipotecan su independencia, en los casos en los que la tenían. Y producir información es caro. Muy caro. Es barato el acceso a las redes sociales para emitir opiniones, pero la investigación, el contraste de las noticias, exige tiempo y ello supone dinero. En estos momentos, los medios de comunicación han optado por reducir costes por la vía salarial, pero el problema no se agota porque los sistemas tradicionales de financiación de los medios (los anuncios) han encontrado otros soportes. No es que la publicidad no hipotecara, pero al llegar dividida por pequeñas aportaciones lo hacía, en general, menos que un crédito concentrado o la entrada en el capital de los medios de socios interesados en su control.
Claro, esto escapa ya al asunto que para Gonzalo Arias era central: la noviolencia como actitud ante la vida. Pero hubiera sido una descortesía no atender a sus varios mensajes, a sus diversas propuestas. El valor de un texto del pasado deriva de su capacidad para iluminar el presente o, al menos, para hacernos reflexionar al respecto. Esto lo consigue Arias en diversos puntos. Aunque en lo central de su discurso, la defensa de la noviolencia, falte el análisis del papel del miedo. Quede para otra ocasión.
Francesc Arroyo
20/4/2017
Yuval Noah Harari
Sapiens. De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad / Homo Deus. Breve historia del mañana
Trad. de Joandomènec Ros
El hombre no necesita a los dioses
El editor español de Yuval Noah Harari (Israel, 1976) confesaba hace unos días que estaba sorprendido por el éxito de sus libros. Son dos. El primero se titula Homo sapiens; El segundo, Homo deus. Ambos comparten una tesis: Dios no existe y su lugar ha sido ocupado definitivamente por el hombre. Y eso es así incluso en el sentido biológico: la evolución siempre ha actuado en forma de causa efecto, no teleológicamente, como suponen los creacionistas. Hoy, sin embargo, la ingeniería biológica permite modificar especies, incluida la humana, desde una perspectiva finalista. El diseño inteligente en el que se habían refugiado algunos creyentes frente a la evolución, se ha hecho realidad. Pero no hace falta Dios alguno: es el propio hombre quien diseña.
En el primero de los volúmenes, de base historicista, se sostiene que el hombre ha conseguido la capacidad de superar las tres plagas: la guerra, el hambre, las epidemias. Superar no quiere decir haberlas eliminado, sólo que, cuando se producen, su reacción no es ya la del pasado. En siglos anteriores, cuenta Harari, se atribuían estos hechos a la ira de los dioses o al destino inescrutable que rige el comportamiento de la naturaleza. Hoy, en cambio, los hombres buscan la forma de reducir el impacto del hambre y de la enfermedad y, desde luego, se esfuerzan en evitar la guerra. Pero, y seguramente eso es lo más importante, si se fracasa en estos menesteres, ese fracaso se atribuye a la acción o la inacción humana. En ningún momento se asume que haya que soportar esos males porque estemos en un valle de lágrimas. Al contrario: no se puede evitar que haya una sequía que reduzca las cosechas, pero frente a ello cabe la intervención del hombre. Primero, en forma de previsión del comportamiento de la naturaleza y después mitigando las consecuencias a base de una redistribución de los excedentes. No se puede evitar que se produzca una epidemia de ébola, pero se puede exigir que los estados inviertan en investigación de modo que se obtengan antídotos y vacunas que frenen su expansión. Y si eso es así frente a los males que pueden derivarse de lo natural, ¿cómo no pensar que se pueden parar las guerras?, ¿cómo no ser consciente de que las guerras son consecuencia exclusiva de las actuaciones de los hombres? Más aún, la guerra fue en general la consecuencia de enfrentamientos entre naciones, carentes de una autoridad superior que pusiera coto a la ley de la jungla por la que se regían sus relaciones. Hoy, en cambio, la comunidad internacional rechaza (como norma general) que un gobierno pretenda imponerse por la fuerza frente a otro ya sea para apropiarse de sus territorios y bienes, ya sea para obligarle a un determinado comportamiento. Que haya excepciones no invalida la norma.
En el pasado, ir a la guerra era una expectativa clara para la mayoría de la población. Hoy la mayor parte de la gente excluye la participación en una guerra como horizonte personal y se ha conseguido que, al menos en público, la mayoría de los líderes políticos se manifieste en favor de la paz. La paz, sostiene con cierta ironía Harari, es más beneficiosa para los negocios (salvo los bélicos y asociados) que la guerra.
En definitiva: el hombre se ve hoy dueño de su destino, sin necesidad de someterse a la voluntad de los dioses o de la naturaleza. Ni siquiera la muerte es ya un sino inevitable, al menos a largo plazo. Y no deja de preguntarse el autor qué papel tendrían cielo e infierno en un mundo sin la muerte como destino obligado.
Algunos de los asuntos apuntados son ampliamente desarrollados en los dos volúmenes cuya mayor virtud, y posiblemente una de las causas de su éxito, sea la capacidad de sugerir líneas de debate. En este sentido, Harari ha conseguido presentar de forma organizada diversos asuntos a discutir o, para ser más precisos, sobre los que hay abierta controversia pública porque tienen que ver con de dónde venimos y hacia dónde vamos, si es que vamos hacia alguna parte. En su recorrido por el pasado y en su mirada al futuro, se centra en la evolución del hombre (incluida la posibilidad de que él mismo acabe provocando su aniquilación); la formación de colectividades y su mantenimiento; el papel de las creencias como cohesionadoras de grupos y, también, fuente de conflictos; las creencias caídas, entre las que destacan las religiones y los nacionalismos; las creencias futuras, sobre todo la fe ciega o no en el buen uso de la tecnología; la posibilidad de un desarrollo continuado de las fuerzas productivas y de los materiales necesarios para ello o el peligro de un colapso del global del sistema; la función del conocimiento y, claro está, la función de la ignorancia.
Importante este asunto de la ignorancia. Para Harari el progreso está indisolublemente asociado a la ignorancia. Durante siglos, los hombres creyeron que sabían donde estaban todas las respuestas: en los libros que contenían las palabras de los dioses. Éstos habían revelado a sus criaturas todo lo que necesitaban saber. Si alguien tenía alguna duda, le bastaba con dirigirse al sacerdote de la religión en que creyera y que éste interpretara los textos sagrados. Si allí no aparecía nada sobre, por ejemplo, el comportamiento sexual de las hormigas, era por la simple razón de que el hombre podía vivir y lograr la salvación sin necesidad de conocer nada al respecto.
Eso cambió durante el Renacimiento, más o menos. Los hombres fueron conscientes de que ignoraban asuntos que les resultaban de interés y también de que las escrituras no daban respuesta, pero ellos tenían otros métodos para saber. De esa conciencia de la ignorancia brotó el conocimiento de la naturaleza que permitió y facilitó el incremento de la producción de bienes y, en paralelo, el de población.
Ya antes se había producido una primera revolución cognitiva que dio paso al dominio del Homo sapiens sobre el resto de las especies. Esto tuvo consecuencias interesantes a corto plazo (aumentó la capacidad de supervivencia de los individuos y colectividades), pero comportó también otras que han resultado una catástrofe: la depredación de especies enteras de animales y plantas. Harari llega a apuntar que ese Homo sapiens puede ser calificado, desde la perspectiva del conjunto de las especies, como un asesino en serie. Para ello analiza las mortandades de animales (desde el mamut a las especies autóctonas de Australia), sin dejar de lado las masacres de otros hombres causadas durante el descubrimiento de América. Unas veces empleando la espada y otras expandiendo el sarampión.
No obstante, la combinación de ignorancia, voluntad de saber y convencimiento de las posibilidades de mejora han producido lo que, en general, se ha dado en llamar progreso. Que lo sea o no depende del punto de vista que se adopte.
Especialmente interesante es el análisis que el autor realiza de los motivos que llevaron al Homo sapiens a imponerse sobre las otras especies de homínidos. En su opinión, el factor fundamental fue la capacidad de cohesión que tienen los relatos, llámense míticos, religiosos o ideológicos. Si hay mucha gente convencida de la existencia de Dios, hasta el punto de regir su vida por este tipo de creencia; si el dinero mueve buena parte de los comportamientos humanos; si los nacionalismos son capaces de convencer a no pocos individuos de que deben morir y matar, entonces habrá que concluir que el mundo del Homo sapiens se compone de realidades físicas evidentes como ríos y valles, a la vez que de sentimientos como deseos y miedos, y también de ficciones que tienen la fuerza de una realidad objetiva. Entre estas ficciones Harari incluye las religiones. En este paquete mete el liberalismo, el socialismo o el humanismo que no son, dice, sino religiones, es decir, creencias sin más base real que la capacidad de estructurar un relato asumible en el que el hombre se configura como el centro del universo sometido a unas leyes (de dios o de la historia) que deben ser respetadas y observadas porque son universales e inamovibles.
El Homo sapiens pudo y puede crear estas ficciones gracias al dominio del lenguaje. El lenguaje fue concebido como un medio eficaz de describir la realidad y luego mostró su capacidad para inventarla. Y en este aspecto las cosas mejoraron con la invención de la escritura. En el repertorio de anécdotas históricas sobre el que va escalonando su relato, Harari señala que la escritura y el dinero aparecieron al mismo tiempo, como “gemelos”, dice. Pero en realidad, no hay en el universo ni dioses ni dinero ni derechos humanos ni leyes al margen de la imaginación de los seres humanos. Una imaginación que, compartida, fomenta la unidad del grupo. Pero son todo “constructos sociales”, es decir, “realidades imaginadas” avaladas en el pasado por los dioses o la naturaleza y en el presente por la ciencia. No hay que dejarse engañar por el furor demostrado por el fanatismo religioso que parece augurar el retorno de algún dios. Más de un siglo después de que Nietzsche anunciara la muerte de Dios puede parecer que éste resucita, pero es sólo “un espejismo”: Dios está muerto para siempre. Y si hay una epidemia, salvo en casos paranormales, no se hace ya una procesión para vencerla, se presiona al cuerpo médico.
Buena parte de la población no ve en las religiones sino una fuente de discriminación, desacuerdo y enfrentamientos. Fueron, en tiempos pasados, un elemento unificador de colectividades, pero desde hace 300 años el proceso de secularización que las arrincona es imparable. Recuérdese: para Harari religión e ideología no son elementos contrapuestos. Que se utilice una palabra u otra es una elección semántica. De ahí que sostenga que ha habido en los últimos tres siglos un desarrollo de las religiones naturales: las que sustituyen la palabra de dios por las leyes de la naturaleza o de la historia. En ambos casos, se trata de basar el orden humano en un orden suprahumano de pretensión universalista. Las religiones seculares aparecidas tras la revolución francesa son, dice Harari, el liberalismo, el comunismo, el capitalismo (la de mayor éxito, afirma), el nacionalismo y el nazismo. Obvio al lector las características de cada una de ellas a las que dedica especial atención en el primero de los volúmenes citados. Conviene, quizás, recordar al respecto un comentario hecho por uno de los críticos españoles de la obras (Carlos Martínez Shaw): ante textos tan amplios, es imposible estar de acuerdo con todo lo que en ellos se dice. No importa: discrepar es bueno si ayuda a la reflexión sobre las propias convicciones.
De todas formas, Harari asume que puede haber importantes diferencias entre las creencias en factores sobrenaturales y las convicciones sobre la organización de la convivencia. En este sentido, las “religiones seculares” se diferencian de las grandes religiones tradicionales en que dejan fuera de su discurso la muerte y la otra vida. Aunque podría caber una excepción: el nacionalismo, que promete la eternidad a quien entregue su vida por la patria. Patria, por cierto, que se amalgama regando la tierra con la sangre de los patriotas. Los verdaderos. Los hay también de pacotilla que prefieren exculparse ante la mera posibilidad de una condena, por leve que sea. Todo antes que ni siquiera despeinarse.
En cualquier caso, mientras que socialismo y capitalismo mantienen cierta capacidad de seducción, el nacionalismo va perdiendo fuerza porque hoy ya no se puede considerar a un colectivo particular la fuente real de la autoridad y la soberanía. Es toda la humanidad la que da sentido a los valores individuales y colectivos y las leyes particulares de una nación no pueden evitar su contraposición frente a las declaraciones universalistas. Más aún, el imperio global está hoy regido por una élite multiétnica y los estados son cada vez menos independientes. Incluso se podría decir que las comunidades nacionales pasan a un segundo plano ante las tribus clientelares como puedan ser los fans de Madonna o el vegetarianismo, hasta el punto que un vegetariano alemán se hallará probablemente más cómodo compartiendo mesa y charla con un vegetariano francés que con un carnívoro de su propio país administrativo.
Yuval Harari es de profesión historiador. De ahí que no falte en sus obras una reflexión sobre la función y el sentido de la historia. En su opinión, la historia, vista en perspectiva, muestra un cierto sentido: el de la unidad de la especie. Lo que ocurre es que los individuos que deciden no siempre tienen una perspectiva suficiente, de modo que las decisiones, aunque busquen mejorar la situación, pueden resultar perjudiciales para la humanidad a largo plazo. “La humanidad tiene la capacidad de cambiar el curso de la historia”, señala, pero también de “acabar con ella”.
El sistema de producción actual se basa en un dogma: el crecimiento continuo. Pero ¿se puede seguir creciendo indefinidamente? Las promesas del capitalismo de llegar pronto al paraíso pueden perfectamente chocar con el agotamiento de los materiales necesarios para ese crecimiento. Ahora bien, Harari participa del optimismo iluminista que impregna los últimos siglos, de modo que apunta una posible salida: que de las tres fuentes del desarrollo (materias primas, energía y conocimiento) la que más crezca sea la tercera, de forma que halle una vía para aumentar las otras dos. Si no es así, las posibilidades de un colapso son potentes, de modo que no deja de preguntarse si realmente se puede fiar el futuro al sueño de algunos científicos.
El autor es consciente de que sus textos pueden ser leídos como un conjunto de profecías, de ahí que insista, repetidamente, que no tiene vocación de profeta. Lo que pretende es abrir una vía de discusión sobre las elecciones que hacemos en el presente. Las predicciones que se recogen en los libros están, sobre todo, inspiradas en las ideas que han dominado los tres últimos siglos. La historia, señala, es un sistema caótico de nivel dos, es decir, que reacciona frente a las predicciones, de forma que las que se hagan nunca pueden pretender un alto grado de precisión. Además, añade, la historia está llena de “esperanzas exageradas”. Lo que se intuye en el horizonte es “una posibilidad”. Dependerá de la acción de los hombres que el futuro sea de una forma o resulte completamente diferente.
Francesc Arroyo
2/4/2017
Paco Ignacio Taibo II
Que sean fuego las estrellas. Barcelona (1917-1923)
Crítica, 2016, 554págs.2016
De cuando la burguesía catalana contrataba pistoleros
Corría el año 2006 y algunas organizaciones estudiantiles de la Facultad de Derecho de la UB invitaron a Josep-Lluís Carod Rovira —por entonces un alto dirigente de ERC— a impartir una conferencia sobre el pasado y el futuro de Catalunya. El evento, que tuvo un gran éxito de público, se celebró en el Aula Magna de la citada facultad. En la parte dedicada al pasado de Catalunya, Carod Rovira se centró en el siglo veinte para explicar una curiosa historia caracterizada por los enfrentamientos entre Catalunya y España, en la que las proclamas republicanas de Macia y Companys ocuparon un lugar central. Las siglas CNT no fueron pronunciadas ni una sola vez, ni tampoco los acontecimientos que explica Paco Ignacio Taibo II en este libro. Pero ¿se puede entender algo de la Catalunya y de la España del siglo pasado sin aludir a lo ocurrido durante el período comprendido entre el final de la primera guerra mundial y el pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera? La respuesta, para cualquiera que ame la verdad, es que no.
Paco Ignacio Taibo II, un escritor mexicano rojo de novela negra, enhebra una brillante reconstrucción de dicha época a partir, sobre todo, de un vaciado exhaustivo de los periódicos de entonces, desde la Solidaridad Obrera (la Soli) a La Vanguardia, pasando por España Nueva, el ABC o la revista Tierra y Libertad, además de una extensa bibliografía. El resultado es una narración en ocasiones vibrante y épica, como el relato de la huelga de La Canadiense, y en otras algo cansina y aburrida, como ocurre en los capítulos finales en los que se reitera hasta la saciedad el conteo macabro y minucioso de los asesinatos y atentados perpetrados por las bandas policiales o parapoliciales al servicio de los empresarios catalanes, los pistoleros de los "sindicatos libres" y los grupos de acción anarcosindicalistas. En cualquier caso, en estos tiempos en los que la lucha de clases ha sido sustituída por la lucha entre naciones en el relato de las izquierdas catalanas soberanistas, recordar que hubo una època, hace ahora cien años, en que los trabajadores se autorganizaban para defender sus derechos básicos, resulta cuando menos refrescante y estimulante para la reflexión (incluída la reflexión crítica sobre las consecuencias prácticas de un modelo de lucha sindical que no le hacía ascos a la autodefensa armada).
José Luis Gordillo
27/4/2017
En la pantalla
David Macián
La mano invisible. La película
El trabajo alienado y explotador hecho película a través de un proyecto colectivo y liberador
En La mano invisible encontramos un grupo de trabajadores en una nave industrial abandonada, cada uno haciendo su trabajo, todos en el mismo espacio pero separados y sin inicialmente relacionarse entre ellos. El trabajo que realizan tiene mucho de representación y parece no ser productivo: un albañil que levanta una pared, la tira y vuelve a construirla; un mecánico que desmonta un coche; una costurera que cose sin parar... Están en una nave en la que hay, además, una grada con público que les ve trabajar. No sabemos por qué están allí, a qué se debe aquello, si es una representación o una obra de arte, si es una forma de protesta, un reality show… y esas son las preguntas que conducen el libro: ¿Por qué están ahí? ¿Quién los ha hecho trabajar? ¿Quién está detrás de aquel montaje y quien es la mano invisible que mueve los hilos de los trabajadores? ¿Quién los ha colocado allí?
Estas son las palabras con las que Isaac Rosa nos presenta La mano invisible. La película en un vídeo explicativo sobre el proyecto. El texto que da origen, una prosa moderna de altísima calidad y apartada de la literatura comercial, huye de ese tratamiento casi siempre subalterno, maniqueo o frívolo que recibe la clase trabajadora. En la cinematografía, salvo honrosas excepciones, la clase obrera es analizada sin profundidad, jugando un papel secundario, como el bufón que acompaña a los protagonistas. Lejos de esta visión, el escritor asentado durante algunos años en Madrid (sevillano de nacimiento) nos regala un análisis no tanto de la clase obrera sino del trabajo a través de una profunda interiorización psicológica de cómo pensamos en el desarrollo laboral. Aunque la obra se basa en capítulos que se centran en diferentes profesiones analizadas detenidamente, el autor no pretende obviar ni lo personal ni lo general. La limpiadora, la costurera, el peón de la cadena de montaje… podrían ser cualquiera de nosotros. Sin duda podrían ser nuestra madre o nuestro padre, nuestras abuelas; serán nuestros hijos. El cine y la literatura los ha censurado, pero en un análisis real es evidente que el mundo funcionaría sin empresarios pero no sin ellos y ellas. Esta es la segunda grandeza del proyecto: lanzar una película no desde las grandes mercantiles y sus consejos de administración sino a través del trabajo cooperativo. La mano invisible está siendo adaptada, en el sentido más real del término, por el director David Macián y el guionista Daniel Cortázar, como obra cinematográfica. El proyecto lo forman el conjunto de técnicos y profesionales que nos regalan esa magia que es el cine y que tantas veces son invisibilizados por la industria mercantil audiovisual. Por supuesto, no faltan un buen número de actores y actrices que, más allá de su dilatada experiencia en la profesión, han querido participar de un proyecto que ante todo es colectivo.
La producción es cooperativa y todo el equipo, desde el staff técnico hasta el elenco actoral, financia el coste de la película y opta a los beneficios futuros de la misma. Más allá de que la figura jurídica del filme, por motivos operativos, sea finalmente una sociedad limitada, internamente funciona como una cooperativa: hacen asambleas periódicas en las que participan la producción asociada, los colaboradores y el equipo técnico y artístico, y en la que todos los votos valen igual, tomando las decisiones relevantes para la película en colectividad. Finalizadas las asambleas, la responsable de producción redacta un acta, que es enviada a todo el equipo y los productores asociados con el fin de que quienes no hayan podido asistir a la asamblea conozcan la situación en la que se encuentran el proyecto y las decisiones que se han tomado conjuntamente. La financiación de la película proviene de las aportaciones que se realizaron a través de la plataforma online de financiación colectiva Verkami. Los sueldos del equipo artístico y técnico son capitalizados, es decir, contabilizando lo que debería ser el salario de cada uno y optando a un porcentaje de los ingresos de la película, que se repartirá proporcionalmente en función de esos porcentajes. Por otro lado, hay quien participa con colaboraciones “en especies”. En patrocinio, existe también un importante número de empresas y profesionales afines a la ideología del proyecto, tanto en su forma como en su fondo, por ser una historia que habla de la dignidad del trabajo y reflexiona sobre la precariedad laboral actual. La mano invisible. La película es expresión de la nueva etapa en la que estamos, se critica el momento en que vivimos a través de nuevos métodos, se pasa así de la cultura de la resistencia a la de la alternativa. Este no es un filme más; es una película que trata del trabajo alienado y explotador y se crea a través de un trabajo colectivo y liberador.
La recepción que ha tenido en festivales ha permitido que el 28 de abril se estrene en algunas salas comerciales de 17 provincias del Estado español. Esta es una película que como el propia Isaac Rosa plantea traslada preguntas sin que ello signifique que se encuentren en la misma las respuestas. ¿Estamos ante la economía especulativa que se suporpone a la productiva? ¿Pensamos mientras trabajamos? ¿O quizá no trabajamos lo que pensamos?
http://www.lamanoinvisiblelapelicula.com
Vidal Aragonés
25/4/2017
Foro de webs
Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa
Organización sin ánimo de lucro formada por ONGs, asociaciones de consumo y sindicatos que desde 2004 trabaja en el impulso de la correcta aplicación de la responsabilidad social corporativa (RSC) y es un referente para las organizaciones del tercer sector. Sus estudios son un referente empírico que permite obtener información sobre las grandes empresas, como el publicado recientemente sobre el aumento de la presencia de filiales en paraísos y nichos fiscales en las empresas del IBEX 35: http://observatoriorsc.org/presencia-en-paraisos-nichos-empresas-ibex35/
AGM
30/4/2017
...Y la lírica
Alfonso Costafreda
En un solo deseo
Los años que se perdieron están aquí, ahora.
Los sueños que he vivido crecen entre mis manos.
Siento cómo han pasado tantos días y seres,
tantas cosas a mi lado sin que las viera.
Pero de pronto todo regresa y se reúne en la memoria,
y tantas vidas
en un solo deseo hoy he encontrado.
[De Compañera de hoy (1966)]
29/4/2017